El archivo corso (René Pétillon)

el archivo corso
El archivo corso (René Pétillon). Norma, 2006. Cartoné. Color. 48 págs. 11 €


La primera vez que leí a Pétillon se me habrían saltado los empastes de haberlos tenido. De la risa, se entiende. Aún debe de reposar aquél La muela picada editado por La Cúpula en blanco y negro y formato comic-book en algúna de las pilas de tebeos que infestan la casa de mis padres, pero de lo que no cabe duda es de que encontró también un hueco mi cerebro. Y es que una vez que has disfrutado a Pétillon por primera vez, ya nunca tienes suficiente. Aquél detective inútil, Jack Pelman, aquellas situaciones absurdas y los delirantes personajes que desfilaban por sus páginas se convirtieron en adictivos, y con el tiempo y mucha búsqueda, pude por fin hacerme con El rey de los cómics y El caso del pequinés de París, publicados en esta ocasión por Ediciones B en tapa dura y color. Y de nuevo, el festival de la risa. Así que cuando tras muchos años de sequía petillonera Norma anuncia la publicación de dos nuevas obras del genial autor francés, El caso del velo y El archivo corso, corro a mi librería y me dejo religiosamente los dineros.

Por algún motivo, tal vez por el recuerdo de Asterix en Córcega o porque El archivo corso ha conseguido el premio al Mejor Álbum en Angoûleme 2001 (Pétillon ya recibió el Gran Premio en 1989), comienzo por el que ahora nos ocupa, que hace el número 12 en la serie del detective y que ha sido llevado al cine en Francia. En este álbum, el sempiterno atontado de Jack Pelman se desplaza a Córcega en busca de un sujeto que, por algún motivo, parece ser el objetivo de todo el mundo en la isla. Como viene siendo marca de la casa, con ese débil hilo argumental a modo de McGuffin y Jack Palmer (se retoma el nombre original del personaje) como Cicerone, Pétillon construye o deconstruye un aspecto de la realidad que le rodea y le preocupa. En este caso, los agraciados son los corsos, pueblo lacónico y reservado, y su convivencia (connivencia a veces) con el terrorismo. Pétillon, consistente con su obra anterior, no deja títere con cabeza, aquí hay estopa para todos, y no se libran de la crítica y la fina ironía ni las distintas facciones de grupos terroristas (a los que inteligentemente ataca no por lo sanguinario de sus actos, sino por lo absurdo), ni el pueblo llano que consiente y calla, ni la ley que tiene las manos atadas y los ojos cerrados, ni los foráneos que aceptan el chantaje como si fuese un mal menor.

En manos de otro autor, una historia con este argumento podría haber resultado panfletaria, sensiblera, excesivamente cruda o demasiado políticamente correcta. En manos de Pétillon y su vitriólico humor, además de promover a la reflexión, la carcajada está asegurada. La cantidad de situaciones y conversaciones hilarantes por página es increíble, digna de un auténtico maestro del humor que no ha hecho sino ganar mordiente con los años, hasta tal punto de que éste es probablemente el mejor álbum del autor que he leído (a la espera de leer El caso del velo, claro). Sólo hay dos peros que empañan ligeramente la grandeza de éste álbum. El primero de ellos es el dibujo, antaño elegante y cercano a la línea clara, que en esta historia es mucho menos cuidado, más tosco y caricaturesco, pero que en cualquier caso sirve perfectamente a los fines del autor, ya que la expresividad de los personajes y el ritmo y planificación de las secuencias humorísticas siguen ahí y son mejores que nunca. El segundo pero hay que achacárselo a la editorial, Norma, que nos ha robado un montón de centímetros y publicado la obra a tamaño ridículo. En cualquier caso, esperemos que las ventas acompañen y que alguien se decida a publicar todo el Pétillon que aun permanece inédito en nuestro país. Por favor.

4
Excelente, tebeos como este hacen grande el cómic.



el tio berni

rene petillon
El padre de Jack Palmer