Estoy Reventado (Fukumitsu Shigeyuki)

Seguramente me lo haya recordado la tarde de hoy, y aunque no puedo decir qué día fue (si no lo tengo apuntado, si siquiera estoy segura de si existió), pero bien pudo ser que estuviese lloviendo: siempre que quedabamos el reducto de la ML Cómics en Madrid, llovía como si se fuera a acabar.
Andábamos en la tesitura de adquirir unos cuantos tebeos por la zona típica del centro, cuando me fijé en el manga que hoy me ocupa: Estoy Reventado, de Fukumitsu Shigeyuki.


Estoy reventado (Fukumitsu Shigeyuki). Otakuland Distribuciones, 2006. Rústica. 174 págs. B/N. 8,95 €


Tenía (tiene, de hecho) un título con el que resulta muy fácil identificarse, un tamaño ideal -muy manga él- para llevar a cualquier parte, para un viaje cortito en transporte público (faceta práctica on) y una portada genial, muy japonesa: un vagón de metro, prácticamente vacío (eso sí es raro, ahí debí empezar a sospechar, pero no quiero adelantar acontecimientos), y en la sobrecamisa para empezar a leer (sentido oriental, por supuesto) un chico, cabizbajo -gran cabeza, por supuesto-, enormes ojos y con las manos apoyadas, suavemente, en las rodillas; frente al él (desplegando) una chica con ademán lánguido, tristona, de melenita lacia, levemente sonrojada, mirando hacia el infinito del túnel, bien desarrollada, minifaldera y pies muy juntos. Dentro de la inmensidad del vagón, de deja ver un señor con gafas, traje de oficinista y maletín a juego, de pie, agarrado a una de las argollas y con gesto socarrón.
«¿No te irás a comprar «eso»?, me decían algunas de las voces, ya amigas y buenas consejeras.
Era una especie de «rebelión de juventud», entendiendose por :
a) rebelión: no voy a hacer lo que estos chicos me dicen, esta vez, voy a tirar p´alante y salga el sol por donde quiera
b) juventud: novatismo total en el mundo del comic.
«Lo bueno es que es un tomo único». «¿Y cuánto dices que vas a pagar por ello?». «Tú verás…»
Y, efectivamente, yo ví. Llegué a casa. Y, estaba más que claro, no vencí.

Y ¿he aprendido la lección?
¡Por supuesto que no!
Es cierto que leo todo lo que me recomiendan mi Master, mi Tony Stark y mi Sensei particulares (por riguroso orden de aparición, por supuestísimo, como en las mejores pelis, con los mejores elencos) y que gracias a ellos, he crecido como lectora de cómics y tengo un gusto propio, tan fantástico como el de cualquiera de los tres -y dicho sea de paso, mucho más ecléctico, creo yo- ya que soy medio creación suya. Y digo medio, porque yo ya llegaba medio picardeada, con, por ejemplo, mucha Patrulla X y mucha Modesty Blaise en mi corazoncito. Pero me encanta embarcarme en aventuras propias, ir a la (MI) biblioteca del barrio y atracar la Comicteca, acertar, darme un subidón … y errar, y quedarme con un regustillo amargo, como es el caso que nos ocupa.



Editado por Otakuland Distribuciones, Estoy reventado es un compendio de historias cortas, en las que nos cuentan situaciones de la vida normal, pero desde un punto de vista nada convencional. Hasta ahí, podría parecer interesante, pero no, no lo es en absoluto.
Por ejemplo, en la primera historia «El Niño Termina El Niño Llora» nos encontramos con un niño prendado de una chica con la que se cruza todos los días y a la que «acosa» junto con un amigo y … salen a relucir algunos de esos tópicos que se van a repetir durante la mayor parte de los pequeños cuentos que componen este tomo: sangre, tetas enormes, bragas, vergüenza e infelicidad casi continua.
A partir de la segunda, «Don Luna Nueva», se van a repetir, también, algunos de los personajes: el señor del vagón del metro y un chico que no encuentra su lugar en el mundo. Ambos quieren darle sentido a su vida y deciden hacerse pasar por un asesino en serie que tiene aterrorizada a la ciudad. Por supuesto, hay una chica de por medio, a la que, misteriosamente, se le sube la falda, enseñando ¿qué? Sí, así es.
Para continuar con el clima de desesperanza, un claro ejemplo es la titulada «Delante de la estación», en la que nos encontramos al chico, solo, preguntándose: «¿Por qué estoy así siempre?. El mundo está siempre alegre…»
La obsesiones de este autor, al menos durante la realización de este manga, estaban muy claras y definidas. En otra historia, «¡No estamos en este mundo solamente para que nos entren ganas de mear», el protagonista va persiguiendo a una chica, que es atropellada delante de sus ojos… y ¿cuál es su reacción? ¡Levantarle las faldas y husmear -literalmente- por encima de sus bragas!

No es que tenga nada contra el fetichismo de faldas al aire y bragas blancas, pero la verdad, leer historias que van a llegar siempre, da igual cómo y por qué, a ese punto, me aburre.
Es un manga que nos brinda todos los tópicos del género, sin ofrecernos, al menos, sin ofrecerme, nada que me atraiga como lectora.




Lo mismo que podría jugar a su favor, lo hace justamente en su contra, y es una pena, porque el planteamiento (la vida en la gran ciudad, la soledad del individuo, el vacío diario, la inapetencia de metas, la falta de amigos y de amor) se queda vacío, sin dejarnos más que una sensación de dinero derrochado y de pérdida de tiempo en su lectura, que se desvanece apenas acabas con cada historia.

1.jpg
No merece una relectura, pero es óptimo para nivelar esa mesa que cojea

Mar