Nosotros Somos Los Muertos

Nosotros somos los muertos, dijo Winston
Nosotros somos los muertos, repitió Julia
Vosotros sois los muertos, dijo una voz de hierro tras ellos

George Orwell. 1984.

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En 1993, a un tal Francesc Capdevila, también conocido como Max, se le inflan las pelotas viendo cómo la sociedad occidental, moderna y civilizada mira para otro lado mientras en los Balcanes la guerra destruye la vida y el futuro de todo un pueblo. Desde su posición de historietista hace lo que mejor sabe hacer, organizar sus ideas y su denuncia en forma de cómic, titulándolo, con mucho acierto y muchos sentidos Nosotros somos los muertos. Hecha prácticamente en un arrebato, sin lápices previos siquiera, no se trata sólo de mostrar el horror de la guerra, sino de denunciar a la sociedad por su impasibilidad ante la muerte de sus semejantes. No se salva ningún estamento implicado, ni los mass-media, ni el ejército, ni los políticos, e incluso pareciera que ese presentador-Mortimer aludiera a los propios autores de cómic. Ni por supuesto se salva ninguno de nosotros, cómodamente sentados ante nuestro televisor “como perros”. Presenta la historia a La Cúpula, que la rechaza porque no es divertida y no es bonito increpar a los lectores, pero Max se niega a dar la batalla por perdida y la distribuye junto a su inseparable Pere Joan en el Saló de Barcelona en forma de fanzine fotocopiado (paradójicamente, finalmente La Cúpula incluye la historia Nosostros somos los muertos en el álbum Como perros! que gana el premio al mejor álbum en el Saló de Barcelona de 1996). Pero no adelantemos acontecimientos. La historia pretendía despertar y remover conciencias, y no sólo lo hace desde el plano del compromiso social, sino también desde el compromiso artístico. Tal como comentaba Max en una entrevista, varios fueron los autores que se acercaron a él y a Pere Joan durante aquel Saló con ganas de hacer algo parecido a aquella publicación subversiva. Eso, y el ejemplo de L’Association en Francia, fueron los detonantes del artefacto explosivo que sería después la revista Nosotros Somos Los Muertos.

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Dos años tardan Max y Pere Joan en poner sus ideas y sus dineros a punto, y finalmente en 1995 autoeditan el primer número de una de las revistas de cómics más importantes que ha dado España en toda su historia, tanto por sus contenidos como por su concepto. Decía Miguel Gallardo, colaborador en la revista, que “en realidad un poco el título viene por todos nosotros, que estamos muertos para las editoriales grandes”. Porque Nosotros Somos Los Muertos nace con el propósito de dar cabida al cómic independiente y de vanguardia, a ese que no da dinero pero que sin embargo permite que el medio encuentre nuevos caminos por los que transitar y nuevas fórmulas para apelar a la sensibilidad de los lectores. La revista recoge las propuestas de los autores nacionales e internacionales más arriesgados del momento, en la línea de, por ejemplo, la mítica RAW editada por Art Spiegelman, y por sus páginas desfilan Julie Doucet y David Mazzucchelli, Javier Olivares y Martí, Chris Ware y David B, Laura y Santiago Sequeiros, Mattotti y Trondheim,… Sin embargo, la supervivencia de las revistas en España no es sencilla, y menos cuando presentan el carácter experimental de ésta, y en 2000 se despiden con un número doble, el 6/7, un tochazo de más de 200 páginas que cierra con broche de oro una etapa.

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Pero cuando a uno le puede más el prurito creativo que el propio sentido común, no hay nada que hacer. En 2003 renace Nosotros Somos Los Muertos, bajo el epígrafe NSLM y editado por el sello Inrevés, creado, como no, por Max y Pere Joan. El cambio de formato no supone un cambio de espíritu, aunque sí es cierto que se da más cancha a lo que han llamado “dibujo no subordinado”. No subordinado a contar una historia a la vieja usanza, no subordinado a clichés, modas ni modos, y de hecho inventan un nuevo término para determinar el estilo al que dan cabida en sus páginas: Gráfica radiante, que “supone una refundación de las relaciones entre el lenguaje artístico y la narrativa visual. Tipografía, cartelismo, diseño, ilustración, cómic, novela gráfica o dibujo autónomo dejan de ser disciplinas aisladas para fundirse como elementos constituyentes de nuevas formas de entender la narración visual”. Esa es la nueva NSLM, cuyo primer número (número 8 en realidad, ya que mantiene la numeración respecto a la anterior etapa) muestra una portada titubeante, con esa pequeña figura saliendo de la cueva, pero que lejos de amilanarse continúa haciendo desfilar por sus páginas lo más elegante y original, onírico y sugerente que uno puede echarse a los ojos en aquella época: Max, Pau, Darío Adanti, Alex Fito, Miguel Brieva, Miguel B. Núñez, Sonia Pulido, Keko, Dave Cooper y Julie Doucet son sólo algunos de los nombres. Con su gran tamaño y sus 100 páginas, la revista cobra además una presencia imponente y que hace justicia a la calidad contenida en su interior. En el siguiente número Art Spiegelman y Chris Ware, Paco Alcázar y José Luis Ágreda… En el siguiente Santiago García y Pepo Pérez, Thomas Ott y Jens Harder… ¿Hace falta seguir?

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En su número 12 la revista obtiene apoyo económico y pasa a ser coeditada por la editorial Sins entido, sin que por otra parte haya ningún cambio en la orientación de sus contenidos, y cuando todos nos las prometíamos tan felices… NSLM anuncia que el número 15, que saldrá a la venta en Abril, será el último. No sé si es lícito lamentarse, porque las razones que se aducen en el comunicado de cierre son lógicas y contundentes, y porque da la sensación de que han cumplido con su cometido, con su idea original, con creces. Porque ya hace algún tiempo que todos los nombres que he citado anteriormente han entrado a formar parte de nuestro tebeo cotidiano en mayor o menor medida, y no podemos pedir a NSLM que siga rompiéndose los cuernos para luchar por mantenerse, como ellos mismos dicen, en un nicho ecológico abarrotado que durante un tiempo sólo ocuparon ellos. Sólo nos queda decir: Gracias, NSLM por dar un poco de VIDA cuando más falta hacía, y que sepáis que el lector no olvida. No ha sido una mala carrera, para haber comenzado con una historia de 10 páginas rechazada por un editor. Y, al fin y al cabo, somos aficionados a los cómics y testigos de mil y una resurrecciones, y quien supo resurgir de sus cenizas una vez, bien puede volver a hacerlo otra en el futuro…

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el tio berni