Maldiciones (Kevin Huizenga)

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Maldiciones (Kevin Huizenga). La Cúpula, 2007. Rústica. 148 págs. B/N y color. 25 €


Si con Ganges, su primera obra editada en España, Kevin Huizenga nos sorprendía gratamente, la sensación se desvanece por completo al leer su nueva obra, Maldiciones. Este nuevo libro recopila el material editado inicialmente en la revista Or else, una colección de historias en las que Huizenga explora temas como la religión, los problemas de los inmigrantes, hace adaptaciones literarias y estructura otras historias en forma de cuento fantástico, siempre con su personaje Glenn Ganges como hilo conductor.

Las mayores virtudes de Ganges eran su sencillez y los juegos narrativos que proponía Huizenga, que sin ser necesariamente novedosos sí que dotaban a la obra de un aire original y conseguían crear interés por historias con un argumento mínimo, pero en Maldiciones da la sensación de que Huizenga ha tratado de morder más de lo podía tragar, embarcándose en temas “serios” que no ha sabido tratar con la suficiente sencillez para hacerlos atractivos y donde ha dejado que la parte literaria lleve el peso de la narración, olvidándose de que estaba escribiendo un cómic. Hay varios ejemplos de esto a lo largo del libro ya desde la primera historia, Green tea, adaptación de un cuento de John Sheridan Le Fanu. Tras un comienzo prometedor, donde Huizenga consigue crear expectación a través de la inclusión de elementos fantásticos en el mundo real, la narración da un giro importante y se convierte en una adaptación demasiado literaria que desvirtúa todas las páginas anteriores. Larga y aburrida. Continúa el libro con Lost & found, un alegato sobre la precaria situación de los inmigrantes en su país que a la postre se convierte en un panfleto bienintencionado incapaz de despertar la más mínima emoción en el lector, carente de la peripecia o de una visión más cercana y personal que acerque a los personajes y los convierta en seres humanos. Un auténtico horror de historia que debería constar en un manual de cómo no hacer un cómic. 28th Street es tal vez uno de los momentos álgidos del álbum, más que nada porque al menos en sus primeras páginas hay un par de escenas bastante divertidas pero que en seguida se desinfla. Su estructura de cuento y la ausencia de los larguísimos textos que acompañan al resto de las historias de este álbum son su punto fuerte, y lo que la convierten en la historia más “de cómic” del álbum, pero aún así no se puede decir que sea especialmente ingeniosa ni que esté demasiado bien resuelta.

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En The curse, Huizenga vuelve a la carga y nos regala otro aburrido relato ilustrado y en Case 0003128-24 realiza lo que supongo que él considera el colmo de la experimentación, transcribiendo el texto de un documento de adopción a la vez que lo ilustra con escenas de paisajes naturales al estilo de la ilustración clásica japonesa, un juego posiblemente muy divertido para él y muy poco para el lector. Completan el libro dos o tres relatos cortos más, bastante digeribles, y la historia larga Jeepers Jacobs, una disquisición filosófico religiosa sobre la existencia del infierno donde de nuevo los personajes se convierten en bustos parlantes para demostrar la labor de documentación de Huizenga y sus aspiraciones literarias, con otro comienzo prometedor que a medida que se desarrolla se transforma en un texto soporífero.

En resumen, Kevin Huizenga no ha sabido en este libro encontrar equilibrio entre la forma y el fondo. Ha tratado de dar profundidad a los temas tratados y demostrar su calidad como escritor y se ha olvidado de que estaba escribiendo un cómic. Aquí y allá encontramos destellos de la calidad como autor de cómic que estoy seguro de que posee, pero se ha dejado llevar por la pretenciosidad y le falta todo lo que hacía de Ganges un tebeo original y entretenido. Bajo mi punto de vista, esta no es la forma de encontrar nuevos caminos narrativos en el cómic, que supongo que es lo que ha pretendido el autor con esta obra, así que Señor Huizenga, por favor, vuelva usted a escribir historietas, que es lo suyo, y deje los ensayos para quien sepa escribirlos.

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No merece una relectura, pero es óptimo para nivelar esa mesa que cojea


el tio berni