Otro año, otro Viñetas. Esta vez nuestras agendas personales no acompañaban y pudimos pasar menos tiempo del que hubiéramos querido en el salón coruñés, pero así todo, la experiencia, como siempre, valió la pena.
Lo primero que sorprende del Viñetas Desde O Atlántico es que a pesar de su importante entidad dentro del panorama salonero español, avalado por sus interesantes exposiciones e invitados, parece más bien un acto destinado a “otro público”, a ese público que habitualmente no lee cómics y que durante unos días tiene la oportunidad de conocer un poco más de los entresijos del mundo de la historieta, sin los agobios y multitudes de sus homólogos madrileños y barceloneses. Sin duda un importante punto a favor para este evento dirigido por Miguelanxo Prado y Carlos Portela, que además consiguen acaparar una importante cobertura mediática que repercute en esa mayor apertura al gran público. En el lado negativo, los horarios, tanto de las exposiciones como de las casetas donde se venden cómics (que además se complementan con otras que venden libros y que favorecen el intercambio de público afín a uno u otro medio), que tan sólo permanecen abiertas dos horas por la mañana y cuatro por la tarde. Mucha gente acercándose a la puerta del Kiosko Alfonso, el centro neurálgico del salón, y marchándose decepcionada al comprobar que las puertas estaban cerradas, mucha gente esperando a que se abrieran las casetas para pasar la tarde ojeando cómics. Por lo demás, nada que objetar, las exposiciones se reparten en distintos edificios por motivos de espacio y de ese modo se facilita que no se formen aglomeraciones; la sala de conferencias, al límite pero con la capacidad suficiente para albergar al público asistente.
El cartel de invitados, muy equilibrado y con nombres de altura. Aunque la caída del cartel de Linda Medley y el abandono del salón de Tim Sale el miércoles decepcionaron a muchos aficionados, los invitados restantes deberían cubrir más que sobra las expectativas del más exigente. Desde una figura que desde la independencia ha llegado al mainstream como Jeff Smith hasta un pedazo de la historia viva de los cómics como Yoshihiro Tatsumi, desde una autora centrada en el mercado independiente como Rutu Modan hasta la BD más convencional con Jean-Louis Tripp o la denuncia social de Étienne Davodeau y Sergi San Julián en su último álbum (aun inédito), desde los superhéroes de toda la vida de Tim Sale al mejor tebeo español de aventuras de los últimos tiempos de la mano de Santiago Valenzuela, cuyo primer tomo de las aventuras del Capitán Torrezno ya ha agotado prácticamente la segunda edición. Y Juanjo Sáez, señores, ese autor al que jamás invitan a los salones y que vende más de 10.000 ejemplares de El Arte: conversaciones imaginarias con mi madre. Estaba claro, si le tenían que invitar a un salón era a este, a uno abierto al gran público y no centrado en el gueto de los de siempre. En fin. Francia, Japón, Estados Unidos, Israel, España; superhéroes, BD, indie, manga: ¿se puede pedir un eclecticismo mejor entendido que este? ¡Ah!, y no querríamos olvidarnos de Mark Buckingham, “fuera de programa”, pero que se paseó por el salón recogiendo firmas del resto de invitados (bueno, lo hacía Irma, su mujer) y tuvo la gentileza de sentarse a firmar y dedicar dibujos a los fans.
Las pocas charlas a las que pudimos asistir, ya reseñadas (aquí, aquí y aquí), fueron amenas e informativas, con “chicha”, y las firmas de los autores no tuvieron nada que ver con los apelotonamientos y los momentos de tensión que se viven en Madrid o Barcelona. La cola para conseguir un dibujo de Jeff Smith era poco menos que infinita, pero el autor, con la muñequera que ya lucía en su anterior visita a España, despachaba con rapidez a los aficionados y casi todos pudieron marcharse a casa con su Bone firmado. Yoshihiro Tatsumi resultaba absolutamente sorprendente, moviéndose a una velocidad endiablada para su edad y con una mujer que le ponía el batín para que no pasase frío y se preocupaba de eliminar hasta la última arruga del mismo. Juanjo Sáez, repartiendo sonrisas y conversaciones animadas con sus fans, que en muchas ocasiones llevaban varios ejemplares iguales de la misma obra: “Es que este es para mí y este otro se lo voy a regalar a mi madre”. Jean-Louis Tripp esmerándose en colocar hasta la rayita más ínfima de su dibujo en el lugar correcto, utilizando mucho la goma de borrar y bromeando con su compañero de mesa, Étienne Davodeau. Y Mark Buckingham, que debe de ser el hombre más afable del mundo del cómic, deseando hacer dibujos a todos los aficionados que se acercasen en cualquier pedazo de papel, aunque la organización había impuesto que las firmas sólo se realizarían en los cómics o en el catálogo del festival.
Mención aparte para las exposiciones, que siempre son uno de los puntos fuertes del festival. Pudimos ver muy pocas, sólo las situadas en el Kiosko Alfonso, pero posiblemente cada uno de los autores allí expuestos contaba con unos 40 originales, cuando no más. Algunas de las exposiciones, como la de Tim Sale, eran más clásicas, y recogían distintas etapas de su trabajo, páginas de cómic e ilustraciones, y técnicas diversas como aguadas, carboncillo y tinta, o la de Yoshihiro Tatsumi, que contaba tan solo con una historia larga completa. La exposición de Étienne Davodeau mostraba páginas acabadas de varias obras que ya hemos podido leer en España: La mala gente, Caída de bici y Ha muerto un hombre. Las exposiciones más curiosas sin embargo y tal vez las más interesantes por lo que de acercamiento al método de los autores tenían, eran las de Sergi San Julián y Jean-Louis Tripp. En el caso del primero, junto a la página terminada (casi, faltaba la rotulación) se podía ver el lápiz previo, muy limpio y acabado. En el caso de Tripp sucedía algo parecido. Junto a unas pocas páginas ya coloreadas y acabadas de Magasin Général, se podían ver los dos pasos previos: los lápices de Regis Loisel, nerviosos y sucios, con mucha fuerza y anotaciones a los márgenes (“esto es una cubertería”, “esto es un trineo”), y la página ya entintada por Tripp, limando las asperezas del lápiz y acabando los dibujos con preciosismo. Nos habría gustado poder ofrecer fotos, pero las normas del festival prohíben fotografiar las exposiciones, así que hemos pensado escanear algunas de las páginas de muestra que se incluyen en el catálogo y ofrecerlas en una próxima entrada. Por último, nos gustaría saludar y dar las gracias a todos los autores que tuvimos la suerte de conocer o reencontrar (invitados y no invitados, vosotros sabéis quienes sois), a los organizadores del evento por hacer del Viñetas un salón tan especial y a David Fernández (colaborador en Zona Negativa) y Señor Punch, al que por fin conocimos en persona.
¡Hasta el año que viene, Viñetas!