Elektra, Frank Miller y los héroes

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Historia de Frank Miller aparecida en el número 3 de Aventuras Bizarras (Ediciones Forum-Planeta, 1984). Tras la historia, algunas declaraciones de Miller sobre sus intenciones al escribirla y dibujarla, extraídas de una entrevista conducida por Dwight Decker publicada en The Comics Journal #70 (Fantagraphics, 1982) y reimpresa en The Comics Journal Library vol 2: Frank Miller (Fantagraphics, 2003).

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Ha habido comentarios de que el cómic [Daredevil] se ha convertido en Elektra, co-protagonizado por Daredevil.

En general ha habido una reacción bastante buena al respecto, por lo que puedo decir. Pero, incluso si ella apareciese en 19 de las 22 páginas del cómic, su personaje es sólo interesante en función de su relación con él. Por sí misma, no podría mantener una colección.

Pero hiciste una historia de Elektra en solitario para Bizarre Adventures.

Sí, y si te das cuenta la mantuve muy, muy simple. Básicamente, para mí fue un ejercicio de narrativa. Fue un ejercicio en varios aspectos. Quería hacer una historia sin ningún bocadillo de pensamiento ni textos de apoyo. También fue una manera de poder utilizar técnicas que había absorbido mientras leía cómics japoneses de samurais. He encontrado los cómics japoneses muy notables en varios aspectos. El otro día fui capaz de leer «leer» un centenar de páginas de uno sin que ni siquiera se volviese confuso. ¡Y estaba escrito en japonés! Dependen completamente de lo visual. Se acercan a los cómics más como una forma pura de lo que lo hacen los artistas de cómic americanos.

Lleva algún tiempo acostumbrarse a ese tipo de narrativa. La primera vez que leí la historia de Elektra, perdí el hilo de lo que estaba pasando varias veces simplemente porque estaba pasando de una viñeta a otra demasiado rápido: no había textos de apoyo u otro material escrito para ralentizarme o añadir información adicional.

Cuando propuse hacer esta historia, le dije a Denny O’Neil que costaría un poco más de trabajo entenderla. Fue un intento por mi parte de hacer algo con la forma que fuese más fundamental que lo que había hecho antes. Sí, te puede llevar otra lectura o dos hacer que la historia te funcione, pero estaba pidiendo al lector más de lo normal.

(…)

En relación a los estereotipos, había un personaje llamado Herr von Eisenbluth en esa hsitoria de Elektra en Bizarre Adventures. Recuerdo el nombre de una historia tuya en APA-5, por cierto…

[Risas] Lo inventó mi hermano.

Es una bonita mezcla de la frase de Bismark sobre «sangre y hierro» -blut und eisen. ¿No es un alemán de comic-book?

No lo sé. No era mi intención hacer uno. Necesitaba tener un personaje que se definiera a sí mismo como un ser humano reprobable en dos frases. Encuentro el anti-semitismo reprobable. Puede que hiciese el nazi estereotipado de comic-book. No era mi intención.

Judíos y nazis son tan directos como perros y gatos para presentar un conflicto instantáneamente comprensible. Como ha observado Art Spiegelman.

¡Sí! [Risas] Esa historia entera fue un ejercicio de taquigrafía. Elektra tiene tal vez dos o tres frases. Muy pocos de los personajes dicen algo. En general, sus pocas líneas describen su motivación. Con la frase de von Eisenbluth, estaba presionando un botón. Estaba agitando algo enfrente de la gente para que reaccionasen de la forma que yo quería.

En la historia, Elektra se da cuenta de que ha estado trabajando todo el tiempo para un nazi y, asqueada, se lo carga.

Es una prueba de cuán mala puede ser, del mismo modo que ella prueba cuán bueno es Daredevil.

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La experimentación narrativa de la que habla Miller es bastante rudimentaria, al menos vista hoy en día, donde incluso en cómics no estrictamente centrados en lo formal podemos encontrar los recursos aquí empleados en muchas ocasiones mejorados. Básicamente podemos decir que Miller juega con la composición de la página y la yuxtaposición de viñetas como un recurso rítmico y enfático. La alternancia de secuencias narradas en viñetas horizontales, más pausadas, con otras en las que viñetas verticales muy estrechas aceleran la acción, hacen que la historia se mantenga viva en todo momento y el lector no pierda interés en una historia por otra parte absolutamente lineal. Otros recursos clásicos, como las líneas diagonales en la escena de lucha de la página 2 también son utilizados, en parte por pura necesidad, dada la estrechez de la viñeta, en parte por añadir velocidad a la escena. Contando con tan sólo 9 páginas para desarrollar su historia, Miller confía en la imagen y la acción para dotar de sentido a la narración, con una primera escena que atrape al lector seguida de un momento más relajado en el que se destapan las motivaciones de los personajes. A partir de ahí, más acción hasta llegar al climax final en las dos últimas páginas, en un duelo emocional y violento. Puro Miller.

La influencia de los cómics japoneses a la que alude Miller se hace evidente en esas composiciones verticales, raras en el cómic occidental, y en el uso de algunos primerísimos planos que nos pueden recordar a los utilizados por ejemplo en Asa, el ejecutor de Koike y Kojima. También se pueden rastrear influencias de los grabados orientales y su gusto por el equilibrio en la secuencia simétrica de la página 4, o incluso en los equilibrios entre el blanco y el negro de la página. Miller no se recrea en los fondos y decorados, de los que prácticamente prescinde a lo largo de toda la historia para aumentar su dinamismo y sustituye por patrones geométricos y manchas de negro, un recurso también habitual (pero no exclusivo) del cómic japonés y que probablemente también es heredero del cine expresionista. Crea pausas dramáticas utilizando bien recursos narrativos (dejando espacios de la página en blanco), bien recursos gráficos (los ojos ampliados de Elektra en la cuarta viñeta de la última página). Especialmente llamativa es la pausa que se genera en la página 5, con un espacio horizontal en blanco seguido de otra secuencia horizontal de lentitud agónica.

También es interesante observar cómo Miller realiza las transiciones de una página a la siguiente, bien ilustrando la última viñeta con una imagen que nos dirija a la siguiente página, como en las páginas 1 y la 6), bien convirtiendola en un cliffhanger, lo que prácticamente hace en todas las demás páginas. En el fragmento de entrevista traducido podemos leer cómo el entrevistador comenta que «perdió el hilo» varias veces. Puede que en los primeros ’80, en un cómic de la Marvel, esta historia de Elektra representase un reto a ciertos lectores, acostumbrados aun a las largas explicaciones y los textos de apoyo. Precisamente el reto que Miller se plantea en la historia es depender únicamente de lo visual, eliminar lo redundante y omitir lo obvio, convertir su historia en una de esas historia japonesas que es capaz de leer sin necesidad de conocer el idioma. Para ello Miller confía no sólo en los recursos narrativos, sino que la expresividad de los personajes juega un importante papel, como la mirada del dueño del barco mientras explica su historia en el mar o la expresión patética del nazi mientras pronuncia «me gustaría darme un baño» frente a su rostro cruel cuando dice «y hace tanto tiempo que no me cargaba un judío». Estos son los dos únicos diálogs relevantes de la historia, y Miller se apoya no sólo en el texto, sino también en la imagen. Es curioso también observa como, muy a la japonesa, en medio de una historia teñida de sangre y drama, Miller se permite un momento de humor en la página 6, un pequeño oasis de calma antes del trágico final. Como contrapunto a los rostros cargados de emoción del resto de personajes, el rostro hierático de Elektra a lo largo de toda la historia. Miller sólo se permite humanizarla en la última página, en el momento decisivo, con un gesto de odio y con un viñeta final donde el lenguaje corporal de Elektra traduce su abatimiento.

Todos los recursos mencionados sirven a un propósito muy claro (aparte del innegable impacto de algunas de las imágenes): la historia debe fluir, y al mismo tiempo debe transmitir las motivaciones de los personajes. Motivaciones que, como el propio Miller aclara en la entrevista, no son más que otro recurso. Cuando hace decir a Eisenbluth «y hace tanto tiempo que no me cargaba un judío», está provocando una reacción en el lector, no haciéndole hablar con sus propias palabras, como en muchas ocasiones se atribuye a Miller erróneamente.

La utilización de arquetipos sirve a un propósito moral, y del mismo modo que no tenemos por qué creer que Miller es nazi, tampoco tenemos por qué afirmar que acepta o aplaude el asesinato de Eisenbluth. Elektra es el primer personaje «antipático» de Miller, su primer «héroe» reprobable, el primero de ellos en mostrar un código moral estricto con el que sin embargo es imposible identificarse. Es una asesina (como lo es Marv, como lo es su Batman) y, sin embargo, como podemos ver en esta historia, hay una serie de códigos morales que ni siquiera ella puede saltarse: incluso una asesina profesional se siente asqueada ante el sadismo de un asesino nazi.

Miller acabó de escribir su carta de amor al manga en Ronin, a partir del cual incorporó definitivamente los recursos estilísticos aprendidos, como en las coreografías de Elektra lives again o las largas secuencias de acción que podemos encontrar en Sin City y Batman: The Dark Knight strikes back. Pero no son sólo las particularidades narrativas del manga lo que parece interesarle a Miller. En las historias de guerreros japoneses medievales descubre, tal vez, condensadas y llevadas al extremo, algunas de sus obsesiones más profundas: la violencia extrema como recurso dramático, la concepción romántica de la historieta y la preeminencia de los códigos morales, aspectos encarnados en los samuráis y su código bushido. El conflicto representado en muchas historias de samuráis es el mismo que gusta explorar Miller y que impregnará el resto de su obra: en un mundo jerarquizado, con rígidas normas sociales necesarias para la convivencia, el individuo debe, en muchas ocasiones, enfrentar sus propios preceptos morales a aquellos de la sociedad en la que vive y que se tornan corruptos.

Elektra, Daredevil, Batman, Marv, Leónidas, todos ellos han de sacrificarse, literal y metafóricamente, para redimirse y, lo que es más importante, para redimir al resto de la sociedad corrupta que no sólo se cruza de brazos ante el crimen y la amoralidad, sino que incluso trata a estos personajes como apestados y recrimina sus actos. ¿Qué influencia puede tener en nosotros que un tipo como Superman, con poderes casi divinos y toda la aceptación social, sea un héroe? Es lo que se le supone, y sin embargo resulta casi ridículo que en un mundo en el que él existe todavía exista el crimen. En Batman: The Dark Knight returns, Miller deja claro cuál es su visión del héroe al servicio del sistema, y en su segunda parte lo reafirma. DK2 es tal vez la obra menos sutil del autor, con su ataque directo a la política y los medios de comunicación, con un Superman que confiesa que no es humano y con el cuestionamiento de la sumisión a las deidades (la voluntad humana, encarnada en Batman, es capaz de vencer a Superman), y con un Batman convertido en terrorista, de quien Green Lantern dice «era el único que tenía esperanza» (o algo así).

Miller es consciente de la necesidad de una serie de normas de conducta para la supervivencia del modo de vida social, y sin embargo también es consciente de la perversión de estas normas y de la necesidad de reacción del individuo frente a ellas cuando la moral más básica es ultrajada. Los héroes de Miller son imperfectos y por ello incómodos. Es reconfortante proyectarse en un héroe como Superman, al fin y al cabo nos resulta tan lejano que no demanda nada de nosotros más que una vaga aprobación y una total admiración. Todo lo contrario sucede con los «héroes» millerianos. Son tan viles, tan mezquinos, como pudiera llegar a ser cualquiera de nosotros. Son demasiado cercanos y las responsabilidades que adquieren se transforman en nuestras propias responsabilidades. Cuando estos personajes toman las riendas de la situación y se enfrentan a lo que creen correcto, nos están escupiendo a la cara nuestra pasividad. Y así nacen los héroes. Así nacen los símbolos.