El asombroso Hombre-Lobo (Kirkman & Howard)

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El asombroso Hombre-Lobo (Kirkman & Howard). Planeta, 2008. Rústica. 144 págs. Color. 12,95 €

¿Asombroso? Quien de verdad me parece asombroso es el autor de esta historia, Robert Kirkman, que parece decidido a revisar todos los géneros clásicos del cómic para darles un aire nuevo, porque eso es lo que consigue con diferentes resultados: a veces, más que remodelar, renueva, da una nueva capa de pintura que luce mucho a primera vista, pero, en el fondo, deja las cosas –casi- como estaban. No vamos a restarle méritos a gran parte de su trabajo (ese casi, en ocasiones marca la diferencia) pues ha conseguido mucho y muy bien hecho, pero desde nuestro punto de vista, este El Asombroso Hombre-Lobo es de todo menos asombroso.

Hemos visto versiones del hombre-lobo en París, o de origen americano, el teenager e incluso, un lobo-hombre; y ahora de su mano, nos llega el hombre-lobo hecho a sí mismo, un exitoso hombre de negocios, con la familia y la vida ideal: la fachada idónea del sueño americano hecho realidad, para esconder esa doble identidad recién adquirida. Y aquí vuelven las referencias que tan bien sabe manejar Kirkman y que también utiliza en esta historia. Nada más empezar, un guiño a un mito recién instalado en la mitología de los licántropos: se mete a un vampiro por acá, para tener un maestro con un pasado oscuro y misterioso; a una hermandad lobuna por allá, para que la confrontación surja de inmediato junto con las dudas y los temores sobre lo qué se está haciendo y con quién; añadimos una familia que aumente las vicisitudes de nuestro héroe y ya tenemos a gran parte de los implicados en este primer volumen presentados y dando juego: no sólo hay que salvar a la ciudad y a la humanidad, también debe que cumplir como padre y esposo ejemplar y eso… ¡eso no hay hombre-lobo que lo aguante! Además tiene que construirse un sótano superguapo reforzado con los mejores elementos y dotado con la tecnología más puntera, aunque el coche –de momento- se lo ahorra. También tiene que diseñarse un traje chulo y pintón, dejando entrever una especie de IronMan, sin armadura y con más pelambre, que no es cuestión de ir enseñando las vergüenzas cada vez que la luna se pone caprichosa. Total, que este pobre hombre-lobo nuestro se estresa mucho, cosa que no le favorece en su licantropía y tampoco cuenta con un servicial Alfred a quien contar sus cuitas o que le prepare un batido reconfortante… porque, por si esto les pareciese poco, tampoco podría pagarle: ser humano y lobo sale carísimo y la esposa y la hija empiezan a pagar el pato de esta nueva versión del pater familias: la Ley de Murphy y el síndrome peterparkiano empiezan a cebarse con esta, anteriormente, familia feliz, que ahora se encuentra en horas bajas.

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El dibujo corre a cuenta de, un hasta ahora casi desconocido, Jason Howard, que cumple con el encargo con entusiasmo y de manera profesional, a sabiendas de que es un salto muy importante en su carrera (en poco tiempo y debido a la gran aceptación de la serie, publicada ahora mensualmente, le hace dedicarse en exclusividad a esta tarea, olvidando el coloreado, que en un principio también era suyo, dedicándose al lápiz y las tintas en la actualidad) y nos deja dibujos que recuerdan al cartoon y con formas angulosas en sus acabados.

La edición de Planeta deAgostini, que aglutina los seis primeros números de la serie, nos deja ver el proceso de creación de los personajes en sus páginas finales, en los que apreciamos la estrecha colaboración entre Kirkman y Howard, y así nos lo confirma el dibujante en una entrevista concedida a De Vertigo.

Ya lo había conseguido Kirkman otras veces usando la misma fórmula: mezclar ingredientes básicos de un género, añadiendo una pizquita de aquí y otra de allá, un puñadito de buen humor y una puntita de mala leche y le salía un Invencible redondo, ameno, entretenido y molón; o unos Muertos Vivientes que no están mal (y en mi caso, gustan mucho menos que el superhéroe juvenil) pero que no le ha funcionado en El Asombroso Hombre-Lobo, que es previsible, nada asombroso ni sorprendente, y a veces, hasta aburrido.