Calles contadas (Juan Berrio)

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Calles Contadas (Juan Berrio). Autoedición, 2008. Cartoné. 200 págs.


Últimamente no hago más que reinventar la pólvora, cuando otros ya saben del tema. Primero, con Ombligo sin fondo; después, con Ken Games y ahora, con Calles contadas, de Juan Berrio: las compras de este saló de Barcelona siguen resultando muy fructíferas y, aunque tengo la sensación de ir llegando justita de tiempo a todas las sesiones, habiéndome perdido los previos, me puedo sentar y disfrutar de una apasionante lectura.

En esta tesitura llego al mencionado Calles contadas, el coqueto álbum de Juan Berrio, primorosamente autoeditado. Y llego tarde, pero llego y aquí lo tengo, junto a un maravilloso calendario que, no sólo le hace juego, si no que le adorna y embellece, como buen complemento que se precie de tal.

Sus páginas son tratadas como una única viñeta, secuenciadas de tal modo que ojeas y hojeas para encontrar la siguiente o, del mismo modo, una doble viñeta o doble página, que como todas, está en rigurosos tonos marrones y fondo beige, con salpicaduras de naranjas, que llevan nuestra atención en volandas, haciendo que la vista no quiera parar en los detalles de los que están plagadas estas Calles, que nos cuentan las historias de los personajes a través de ellas mismas, de calles que se convierten en el personaje principal de todas las tramas contadas: da igual que el personaje sea único, hombre, mujer, grupo pequeño o grande, las calles por donde se desplazan, los comercios (esos de toda la vida a los que esta obra rinde un sentido homenaje en toda su extensión y de lo que cada vez quedan menos, pero que aún conocemos en algunos barrios) y sus respectivos nombres nos relatan lo que los viandantes callan en la mayor parte de este volumen, pues gran parte de las historias relatadas son mudas, pero, cuando los personajes se deciden a hablar, se dejan acompañar por carteles, escaparates y letreros, conformando, entre todos ellos, jugueteando con nuestra atención, las palabras y el dibujo, el paisaje vital y urbano de las Calles contadas, con pausa incluida, pues entre historia e historia, nos encontramos con la peculiar interacción entre una farola y un caballero de sombrero y maletín, al que yo he etiquetado como viajante, con su muestrario a cuestas, para vender en alguna de las tienditas que nos hemos de encontrar en el camino (y que me recuerda profundamente a esa canción que también contaba con sus pausas publicitarias).

Interior
Imagen capturada del Flickr de Blanca Helga, donde se aprecia el juego entre los personajes y los comercios que se recorren al andar las calles y, además, aquí nos encontramos la secuencia completa de una de las historia interiores.


Tal vez debido a estas pausas, como si entre capítulo y capítulo, entre programas, lanzasen comerciales, el estilo del dibujo de Juan Berrio, me resulta cercano a los de ciertos anuncios o a los bocetos que se publican de los diseñadores de moda: personajes como figurines en movimiento, estilizados y estilosos, resueltos con trazos sencillos pero estudiados para que no falte ni sobre nada, con su puntito naranja que resalta esto y aquello, aquí o allá, dotando de carácter particular a éste o a aquella, dentro de un marco propicio y único para cada situación concreta.

Da gusto caminar, recuperar la tradición de pasearse por las calles, conociendo las historias que bien pueden suceder a la vuelta de cada esquina, al pasar cada página, al recrearte una vez y otra más en cada una de estas Calles contadas.