Addams



Hoy habría cumplido 98 años Charles Addams, creador de la famosa Familia Addams y de más de 1.300 viñetas de humor desde 1937 y durante cinco décadas para The New Yorker, la revista que ha marcado la tendencia durante mucho tiempo de la viñeta humorística en Estados Unidos.



Hace unos años, Valdemar editó un bonito libro, La familia Addams y otras viñetas de humor negro, una antología donde se recogían algunos cientos de estas viñetas protagonizadas por la familia Addams, por niños sádicos, por exploradores y arqueólogos en apuros, por científicos perplejos, por matrimonios al borde de un ataque de nervios y por otros personajes igualmente estrafalarios en su rol de seres cotidianos enfrentados al absurdo. Ahora, Valdemar ha realizado una nueva edición de aquel libro en tapa blanda y pequeño tamaño (y precio), un libro que no conviene perderse no solo porque Addams sea un clásico del género comparable (a su manera) a Peter Arno o Sempé, o porque fuera él el inspirador de Gahan Wilson, o porque diera lugar a la conocida familia-franquicia. No, conviene no perderse este libro sobre todo porque es divertidísimo, porque en el humor macabro y absurdo de Addams rezuma casi siempre un aire de inocencia, porque su habilidad como dibujante es excepcional y sobre todo porque maneja de una manera portentosa la interrelación entre imagen y palabra en estos chistes «mudos» con una frase a pie de imagen. Sobre este último punto, transcribimos un párrafo del prólogo de Óscar Palmer, también traductor de la obra:

Como bien explicaba M Thomas Inge en su artículo The New Yorker Cartoon and Modern Graphic Humor, «los chistes con una única línea de texto ya habían aparecido en prácticamente todas las primeras revistas de humor, tanto europeas como americanas, pero no con una voluntad tan sistemática de desarrollar todo su potencial cómico. Para que el one-liner funcionara a la perfección, el autor debía establecer claramente qué personaje era el que estaba hablando. De modo que, o bien el dibujo debía resaltar algún gesto verbal evidente por parte del personaje adecuado, o el texto debía sugerir en sí mismo y sin dejar lugar a dudas quién lo estaba pronunciando, dos principios cuya aplicación distinguiría inmediatamente las viñetas pobremente ejecutadas de las realmente trabajadas».

Otro rasgo definitorio del one-liner, sin duda el más difícil de aplicar, y en el que reside todo su potencial cómico, es el de la simultaneidad. Tanto el dibujo como el texto deben funcionar simultáneamente a un mismo nivel, de modo que la conjunción de ambos produzca un efecto que ninguno de los dos habría tenido por sí solo. Es más, en el caso de los auténticos maestros del one-liner, suele ocurrir que ni el dibujo ni el texto tienen el más mínimo sentido por sí solos, y es al leerlos conjuntamente cuando, como por arte de magia, aparece la risa conjurada de una aparente nada. «Este último aspecto», concluye Inge, «hizo a la mayoría de las revistas de humor contemporáneas del The New Yorker anticuadas e irrelevantes». Charles Addams, que duda cabe, fue uno de los principales artífices de esta revolución.



En efecto, Addams demuestra un «oído» muy bueno a la hora de crear esa complicidad necesaria entre imagen y texto, recurriendo en contadas ocasiones a la que parecería la solución más obvia. Tampoco es esa la única cualidad de Addams, que en el chiste completamente mudo también brilla con intensidad, tanto en los casos en los que la imagen impacta de un primer vistazo como en aquellos en los que es un pequeño detalle (sobre el que el dibujante sabe llamar debidamente la atención) el que causa el efecto cómico (o surreal, o macabro, o…). Addams llegó a ser en vida una celebridad, estrellas de cine como Greta Garbo o Cary Grant querían conocerle y Alfred Hitchcock (como no) se convirtió en su amigo. Alimentó su propia leyenda negra, esa que decía que dormía en un ataúd, que recibía calaveras como regalo, que hacía picnics en cementerios y otras lindezas por el estilo. Puede que algunas fuesen ciertas, puede que otras no, pero lo que está claro es que sentía un fuerte interés por lo mórbido. Más ejemplos sobre su «leyenda negra», en este artículo en The New York Times.

Y ahora sí, allá van varios ejemplos del trabajo de Addams, algunos presentes en el libro de Valdemar y otros no.