Viaje (Yuichi Yokoyama)


Viaje (Yuichi Yokoyama). Apa Apa, 2010. Cartoné. 210 págs. B/N. 19,95 €


A veces uno encadena una serie de lecturas y decide que ya no hay nada nuevo bajo el sol. Y después, y últimamente sucede varias veces al año, se topa con que un autor que no conocía hace cosas que se salen de la línea de todo lo leído anteriormente. Ese es el caso de Yuichi Yokoyama (Japón, 1967) y, por supuesto, es un caso gozoso. En Estados Unidos, Yokoyama está editado por PictureBox, algo así como la crème de la crème de la vanguardia, con un catálogo que incluye a CF, Dash Shaw, Frank Santoro, Brian Chippendale, Gary Panter… Y tampoco hace falta ir tan lejos, porque el hecho de que en España este Viaje sea editado por Apa Apa, según los lectores de esta web la “editorial más arriesgada de 2009” con diferencia, ya dice bastante de la obra. Cuando menos ya podemos hacernos una idea de lo que nos podemos encontrar en este manga… o mejor dicho, de lo que no nos vamos a encontrar.



Los cómics de Yuichi Yokoyama son sumamente desconcertantes en un primer acercamiento, especialmente porque el japonés prescinde completamente de muchas de las convenciones de las artes narrativas. Para empezar, no hay una estructura típica, sus historias parece que comienzan “quince minutos después de empezada la película”, se desarrollan sin puntos de inflexión y finalizan sin conclusión. De hecho, el argumento de Viaje se resume en “tres tipos montan en un tren, no pronuncian una sola palabra en todo el viaje, y llegan a su destino”. Doscientas páginas. Pero es que tampoco Yokoyama pretende “contar” de la manera a la que estamos acostumbrados, y como se puede leer en esta entrevista que concede a Dan Nadel, no quiere narrar una historia de interés humano. Ni siquiera desde el punto de vista humano, lo cual ya lo convierte prácticamente en un autor marciano. Parece más interesado en explorar los mecanismos y fenómenos cotidianos que precisamente por su repetición han dejado de interesarnos, en plasmar las acciones de una manera distinta de la estereotipada y que sean percibidas como reales. En este sentido, Yokoyama está obsesionado con el movimiento, y no es de extrañar que en este libro haya decidido montar a sus personajes en un artefacto móvil casi de principio a fin. Algo parecido sucedía en su anterior obra, New engineering, donde basaba sus historias en peleas, transformaciones del paisaje, y cualquier otra cosa que requiriese de movimientos violentos, vigorosos, vistosos. La verdad es que en Viaje está más atinado, básicamente porque hay un hilo conductor –muy tenue- al que el lector puede agarrarse, y porque en la anterior obra había momentos muy confusos. Así pues, enhorabuena a la editorial española que ha sabido elegir bien. Pero retomando el tema del dinamismo en la obra de Yokoyama, es curioso cómo sus historias pueden llegar a recordar por una parte a Jack Kirby por su enorme fuerza –menos “cósmica”, eso sí- y por su creación de un universo propio -estructuras, ropajes, peinados peculiares, incluso el estilo de dibujo de Yokoyama es peculiar- y al mismo tiempo remiten a la tradición japonesa de la contemplación sosegada del entorno que tan a menudo vemos en el manga más comercial. La vía de Yokoyama, sin embargo, es absolutamente original.



Sí, Yokoyama no pretende contarnos una historia, sino ver –y hacer que veamos- el mundo que nos rodea con otros ojos, y vaya si lo consigue. Basta con fijarse en las páginas de Viaje en la manera en que las gotas de lluvia caen sobre las ventanas del tren en marcha, como son estas son penetradas por los rayos de sol o como el humo de un cigarro llena una estancia, para darse cuenta de que nos están enseñando las cosas como nunca las habíamos visto. Y a mí eso me interesa, y mucho. Incluso puede que me interese más que muchas historias más narrativas, con mayor calado humano. Y me interesa mucho también porque el propio autor da muestras de la fascinación que siente al realizar sus cómics y transmite esa sensación de estar realizando un descubrimiento. En sus notas a Viaje, descubrimos que ni el mismo Yokoyama tiene muy claro qué son estas estructuras, esos aparatos, aquellos símbolos. Da igual existen porque pueden ser imaginados y porque pueden ser transmitidos. Solo hace falta que al otro lado haya un lector dispuesto a emprender el viaje para descubrir un tebeo diferente.