El despacho de Toutain

En 2004, Fernando Fernández publicó en Glénat Memorias ilustradas, un libro en el que recordaba su infancia y juventud, así como sus inicios en el mundo del cómic. Más que unas memorias en las que abarcase sus andanzas artísticas, se trataba de un libro de recuerdos personales, ligados eso sí a un buen número de autores compañeros de profesión. En el libro abundan las fotografías, muestras del trabajo de sus coetáneos y las anécdotas más o menos intrascendentes pero que dan una idea del ambiente en aquella época. Varios pasajes se refieren a Selecciones Ilustradas, la agencia dirigida por Josep Toutain donde tantos autores españoles se foguearon y que les sirvió de trampolín fuera de nuestras fronteras. A continuación transcribimos un pasaje de Memorias ilustradas referido a aquella época.

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-¿Qué te parece? Al fin me he podido montar un despacho decente.

Era José Toutain quien hablaba a Fernando mientras le cogía del brazo y le introducía en la estancia mostrándole la nueva configuración de su “puente de mando”.

Además de ser nuevos, los elementos del mobiliario estaban en distinta disposición. La mesa quedaba ahora frente a las dos puertas de acceso, la que daba al salón recibidor y la que conectaba con la oficina de contabilidad donde trabajaba el titular Sr. Frau y Blay, ayudante y mano derecha de Toutain. Tras la mesa un mueble librería bajo iba de lado a lado, sobre él. Como cabecera, un enorme mapamundi con chinchetas clavadas.
Por la ventana de la izquierda se veía la parte superior y la cúpula del edificio de Can Soteras, la otra esquina del Paseo de San Juan con Diagonal.

Fernando giró la cabeza lentamente abarcando toda la superficie e hizo un gesto de aprobación.

-Es un buen despacho, me gusta. Sobre todo la lámpara de la mesa.
-Vaya, hombre, en qué te has ido a fijar, la lámpara. ¿Y lo demás…?
-Muy bien, los muebles se ven regios, parecen macizos y de buena madera y su tono oscuro es muy elegante. La mesa es casi de tamaño familiar.

Toutain deslizó una mano sobre la pulida y brillante superficie del tablero como quien acaricia una escultura.

-Necesito mucho espacio para tener todos los papeles “a la vista”.

Quiso darle una segunda intención a su respuesta, en referencia a su enorme miopía, pero Fernando no se dio por enterado, rodeó la enorme mesa y apoyándose en el mullido respaldo de la confortable silla giratoria de piel negra con brazos, se quedó mirando el mapa a dos palmos de distancia y preguntó:
-¿Qué son todas esas banderitas? ¿Editoriales?
-Acertaste, son clientes.

Eran chinchetas con mástil en las que ondeaba una banderita con las iniciales S.I.

Fernando señaló con el dedo a la vez que cantaba:
-Inglaterra, Escocia, Francia, Alemania, Holanda, Noruega, Suecia, Dinamarca… ¿Grecia?
-Sí, les acabamos de vender algunos trabajos de sindicación.
-África del Sur, Rodesia, Australia, México, Brasil…
-Por cierto, tenemos un buen cliente en Johannesburgo que nos ha pedido biografías de varios artistas, entre ellos la tuya. Hazme cuatro líneas y tráemelas junto con una foto; mejor de esas que os hacéis en la mesa trabajando.
-Estarás satisfecho, dos docenas de banderitas en más de una docena de países.
-¿Satisfecho?

José Toutain se recolocó la montura en el puente de la nariz con el dedo índice, un tic habitual en él cuando iba a soltar una parrafada trascendente, apretó los labios y se dio media vuelta. Del mueble librería situado a su derecha abrió un compartimento u sacó de él una pequeña caja de madera tallada. La puso sobre la mesa y la abrió. Estaba llena de banderitas de S.I. De entre ellas tomó una de mayor tamaño, se acercó al mapa y con el gesto airoso de un banderillero (la figura ya la tenía) la clavó a la primera en el lomo del contorno de EEUU.
-No estaré satisfecho hasta que “ésta” no ondee “aquí”.

Fernando pudo ver claramente dónde estaba situada la “diana”. Era un círculo negro que indicaba la ubicación de una gran ciudad de la costa este, ¡Nueva York! Toutain prosiguió:
-Entonces podré decir que gran parte de mi sueño se ha cumplido. Pero para llegar hasta allí necesito un mucho de vuestra ayuda.

Le puso una mano en el hombro mientras le decía en tono grave:
-Chavales, tenéis que superar a los yanquis.

Fernando se echó para atrás, se sentó en una de las mullidas y confortables butacas para las visitas y encendió un Rumbo. Expulsó la primera bocanada y aún con cara de incrédulo dijo:
-¿No crees que corres demasiado, o dicho de otra manera, que no estás sobrevalorando a tus dibujantes? Hace cuatro días, bueno, cuatro años, éramos tan sólo unos aprendices.
-Exacto, tú lo has dicho, y mira, mira otra vez el mapa y date cuenta de lo que hemos conseguido. Selecciones se ha hecho adulta. ¿Qué importancia tienen tres o cuatro años? No serás más, ya lo verás. Lo veo claro como el agua. Haremos que los yanquis muerdan el polvo, como hicieron los ingleses y los nórdicos.

Fernando hizo un último e inútil intento por frenar el ímpetu del inflamado Toutain.
-Perdona, pero pienso sinceramente que los americanos no tienen nada que ver con los ingleses o con los otros a los que nos hemos enfrentado. Sé sincero, tú también lo sabes en el fondo.
-Estás equivocado, los yanquis no son todos Caniff, Foster, Robbins o Stan Drake y nosotros tenemos, e imagínate lo que pueden llega a hacer con la fuerza que llevan, Miralles, Pepe González, Luis García, Félix Mas, Aldomá, López, De la Fuente, Longarón, Petronius, Sanjulián… Seremos imparables. Tanto tú como todos ellos haréis portadas, ilustraciones e historietas para los mejores editories de EEUU. Me juego una docena de cenas en el Rosalert. Y por cierto, ¿has empezado un serial para Valentine? Ya te los envían de una forma regular, ¿cómo lo tienes?
-La verdad, un poco atrasado.
-Fernando, lo que no puede fallar si queremos llegar a América es la facturación. Ese serial se ha de enviar, facturar y cobrar a final de mes.

Fin de la conversación.

De vuelta a su mesa de dibujo enfrentado a la dura realidad de la viñeta romántica, Fernando recibe la visita del impertinente Prunés, celoso porque aún no ha visto el despacho del boss.
-Por lo visto hay preferencias hasta en eso. Pues mi padre se ha puesto al volver de Alemania un despacho estilo inglés, de madera tallada, que ya quisiera Toutain tener su gusto para poder elegir algo tan elegante.
-Mira Carlos, no me hinches las pelotas con las carrozadas de tu familia, bastante tengo con acabar este guión.
-Hay que ver cómo te pones porque quiero saber qué te ha parecido.
-Te lo voy a decir. Tiene un sillón mullido de piel negra como el del presidente de la Paramount, de cojones, se lo han traído directamente de Los Angeles.

Y dejando a Prunas de lado siguió entintando el resto de la viñeta.