Sesión doble



Otra anécdota de la época de Selecciones Ilustradas narrada por Fernando Fernández en su libro Memorias ilustradas (Glénat, 2004).

———-oOo———-


José Toutain era un fabulador extraordinario, autor de historietas pero sobre todo guionista. Escribió muchas historias para otros dibujantes y creó numerosas series que luego continuaron otros guionistas.

Por eso no es de extrañar que cuando, a la vuelta de cualquiera de sus múltiples viajes, reunía al “estudio en pleno” para ponerlo al corriente de sus gestiones, consiguiera que lo que en principio podía ser un tema árido quedase convertido en una amena historia plena de incidencias curiosas, anécdotas divertidas y datos interesantes para casi cada uno de los presentes. Se ha de reconocer que Toutain tenía esa rara habilidad, propia de los hoy llamados “comunicadores”, de mantener el interés de la gente en cuanto abría la boca.

El encanto de Toutain, sus dotes de seducción, se localizaban, como las de Don Juan o Casanova, sin duda, en el verbo. En lo físico, sí es cierto que destacaba de lo corriente. Era alto, muy flaco, con guesas gafas de concha, de más gruesos cristales de aumento si cabe, (era tremendamente miope) que le aumentaban el tamaño de los ojos dándoles un enorme protagonismo. La vestimenta procuraba siempre que tuviera un toque informal, que en aquella época era mucho, tanto como llevar siempre botas vaqueras de tacón alto, pantalones vaqueros, chaquetas de piel, camisas de tonos poco serios sobre las que lucía un broche tejano con cordones y su inevitable pañuelito alrededor del cuello; más bien una franja alrededor de la nuez a modo de cinta que dejaba al descubierto el resto.

Para completar aquella imagen de joven y brillante manager de artistas españoles, Toutain, al enfrentarse a sus clientes europeos, lo primero que hacía era renegar de sus posibles orígenes hispanos. Él era catalán, de ancestros franceses, como bien atestiguaba su apellido, y “sus artistas” eran catalanes, de aquel pedazo de tierra que por desidia de los franceses pertenecía ahora a España, ese país atrasado, casi tercer mundista, de gobierno fascista, que les enviaba emigrantes incultos, gesticulantes y gritones a hacer de albañiles, peones o basureros que se hallaban desparramados por las principales ciudades de media Europa enviando remesas de divisas a sus familias que aliviaban la endeble economía franquista. Él hacía lo mismo pero a otro nivel, tratando a editores y agentes europeos de igual a igual. Si algún dibujante se llamaba González, Fernández o Gómez, no era más que el fruto de antiguas invasiones castellanas sobre el Principado, pero ahora eran catalanes de pura cepa.

Aquella tarde, a principios de los 60, estaba José en medio de un corro formado por la mayoría de los colaboradores de Selecciones explicando los pormenores de su reciente viaje a París, las entrevistas con los editores habituales y los comentarios de éstos respecto a los últimso trabajos enviados, la suma de nuevos encargos y las posibilidades de crear algunas series para un agente de Semic Press de los países nórdicos.

-Qudé con Ulrik, que así se llama el sueco, en que le enviaría muestras. Mañana cmentaremos con detalle quienes serían los más adecuados para ponerse a hacerlas. El precio, ya habéis visto, es muy interesante, y podría ser un trabajo regular para unos cuantos, en principio durante un año. Y si la revista funciona pues…

El rostro de algunos se iluminó de esperanza.

-Os prometí que esta vez traería algo especial, y lo he cumplido. Además de pasarme por el Crazy Horse, fui a un sex-shop que hay al lado y compré tres películas porno que podemos pasar esta noche si os parece bien.

La masa gritó al unísono como una jauría hambrienta.
-¡Bien! ¡Hurra! ¡Bravo!

Y como colofón alguien dio el disparo de salida.
-¡Al Pabellón, maricón el último!

Otro remató:
-¡No, el último paga!

Y salieron de estampida atropellándose. Aunque realmente todos sabían que quien pagaría aquella ronda sería, como siempre, Toutain.

La sesión de cine porno fue breve pero divertida. Se pasaron las pelis varias veces (eran de apenas un cuarto de hora cada una), celebrándose estentóreamente tanto los complicados números que efectuaban las parejas en el coito como el tamaño de los pechos y los penes de los ejecutantes. Fueron un capítulo más en la educación sexual de los muchachos de Selecciones.

El ron y la ginebra hacían estragos que ni el chorizo ni el jamón serrano podían atenuar. Algunos tenían ya la lengua de trapo, un par dormitaban en un rincón, sentados en el suelo y apoyados en la pared. El resto, también en el suelo, formó un semicírculo de espaldas bamboleantes en el centro de él. José Toutain tenía la palabra:
-No quiero exagerar, pero esa tía de la película, la que hace de enfermera, es clavada a Erika, la secre del sueco ese, os lo juro. Un poco menos de volumen pectoral, pero igualita.
-No querrás decir que te la afanaste- dijo Antonio Romero con cierta dificultad y la mirada perdida en el fluorescente del techo, a su derecha.
-Hombre, que yo… para ser más verridigoverridigo, bueno, a decir verdad, fue ella la que llevó la voz cantante. Sí, fue ella la que me llevó a la habitación de su hotel, en la rue de… de… de su hotel.

Aquella noche Toutain también tenía la voz estropajosa y la mirada turbia. Se había quitado las gafas y sus ojos no tenían el magnetismo habitual, pero aún así parecía sincero, la sinceridad que emana de una buena curda.

-Explica, explica cómo te montaste el ligue, que lo más dirfídrificil, cóño, es siempre el principrio-. Era Domingo, que hablaba aguantándose la cabeza con las dos manos.
-Fuimos a cenar a un pequeño… restaurante italiano… del barrio latino-. Toutain intentaba hablar lentamente para que no se le fundieran las palabras-… que yo ya conocía de otros viajes y… que me había dado muy buenos… resultados… ¿os acordáis de Yvette, aquella francesita de la otra vez…?
-¿A que ahora con la trompa que lleva nos repite la historia de Yvette? Yo me voy al lavabo, que no quiero ensuciar a nadie.

Dicho esto, Fernando se levantó con dificultad y apoyándose en la pared tomó el camino contrario a donde estaba el lavabo.

Iba murmurando entre dientes.
-Se tragan todo… lo que les larga… serán capullos, eso les pasa por no haber hecho la mili. Son unos re… recapullos, joder.

Lo encontraron al día siguiente en la otra punta del estudio, junto a los archivos, abrazado a una papelera, donde había realizado la devolución pertinente. Los demás estaban desparramados por doquier, pero por lo visto la mayoría oyeron la versión completa del flirteo, seducción y triunfo de Toutain con Erika, la sueca.