Hablando del diablo (Gilbert Hernandez)

Reseña publicada originalmente en la revista Dolmen, ligeramente ampliada para su publicación en Entrecomics.


Hablando del diablo (Gilbert Hernandez). La Cúpula, 2009. Cartoné. 132 págs. B/N. 18 €


Hace tiempo que me acerco a cada nueva obra de Gilbert Hernandez con la esperanza de encontrar nuevas muestras genio creador tras obras magistrales como Distrofismo humano o Pies de pato. Quiero que Beto me vuelva a gustar. Desde que las aventuras de Luba se convirtieron en culebrones soporíferos, puse la esperanza en las obras autoconclusivas y alejadas del universo Palomar en las que se ha embarcado en los últimos años, y en la posibilidad de que este cambio de aires le devolviese su capacidad para auscultar esa dicotomía humana que nos hace movernos entre el bien y el mal, entre la desidia y la alegría de vivir. Sin embargo, Beto se ha decantado por el lado oscuro. Tanto en su anterior Una oportunidad en el infierno como en este Hablando del diablo y en el posterior e inédito aún en España The troublemakers, remeda intencionadamente una serie de películas ficticias del tipo exploitation donde el sexo y la violencia –tirando a gore- campan a sus anchas.



En estos micro universos (si los comparamos con el expansivo universo Palomar) no hay sitio para desarrollar excesivamente entorno y personajes, y Hernandez ofrece una visión pesimista y desencantada sobre el género humano basada en clichés. Para lo que sí hay sitio es para explotar con bastante salero y -a estas alturas- ganas de probar nuevos recursos estilísticos, la estética cutre de la serie B cinematográfica, que se conjuga perfectamente con sus delirios argumentales destinados a epatar al público. En ese sentido, se puede afirmar que Beto ha conseguido lo que se proponía, porque Hablando del diablo despide claramente un aire a producción barata y apresurada tras la que algunos han visto una profunda reflexión sobre la propia violencia y la condición humana. Lamentablemente, y lo digo sintiendo compasión de mí mismo, yo no soy uno de ellos. Precisamente el problema radica en que Beto se ha metido tanto en su papel de director de película de serie B que ha perpetrado un tebeo de serie B… Un relato obvio y desangelado, con personajes planos y “actuaciones” poco convincentes, pero sin el tono de ironía necesario –Beto llega a reírse abiertamente de la posibilidad en una secuencia- para que ni público ni autor se tomen la cosa demasiado en serio, elemento fundamental y necesario para disfrutar aquellas cintas setenteras. Por supuesto, Beto encadena como ya he comentado algunos aciertos gráficos, algo que ya se le da por supuesto, pero no es lo suficiente como para convertir este cómic en una lectura satisfactoria. Y yo quiero que me guste Beto, de verdad…