Carlos Gardel (Carlos Sampayo & José Muñoz)


Carlos Gardel (Carlos Sampayo & José Muñoz).Libros del Zorro Rojo, 2010. Rústica. B/N. 144 págs. 19,90 €


Muñoz y Sampayo han construido su carrera sobre las ruinas de los perdedores, desde Alack Sinner hasta Billie Holiday, y quizá por eso su retrato del triunfante Carlos Gardel, por mucho que las argentinidad los una, parece falto de cimientos y presto a desmoronarse a poco que sople el primer ventarrón. Hasta tres -o cuatro- veces se llega a mencionar en el libro -en el prólogo, en el propio cómic y en el epílogo- la calidad de Gardel de encarnación de una identidad nacional argentina hasta entonces inexistente, tema que sirve de hilo conductor pero que por uan parte, peca de redundante y por otra de axiomático. Ahora bien, ¿qué nos diría entonces este Gardel sobre la identidad argentina? Eso es lo que no queda tan claro, me temo. O, si acaso, lo que queda claro es que esta identidad nace del desconcierto y la ambigüedad, porque aquí -suponemos que con base real- Gardel es pura ambigüedad en lo político (deslizándose entre socialistas y adeptos a la extrema derecha), en lo sexual (¿murió virgen, era homosexual?), en lo anímico (ojos tristes y eterna sonrisa), en lo biográfico (¿qué es cierto, qué es leyenda?) e incluso en su origen (porque parece que su única patria es su madre). Sin duda todo este juego de contrastes es buen material literario, pero conviene, de vez en cuando, mojarse, decantarse por una visión concreta, y eso es lo que no encontramos en un libro que a ratos parece querer ser un tratado sobre la dualidad -lo cual, dicho sea de paso, tampoco me extrañaría en un trabajo plasmado por la tinta de Muñoz. En cualquier caso, Muñoz y Sampayo prefieren aclarar que Gardel es, al fin y al cabo, inaprensible: «Vamos, querido fotógrafo: ¡hágame de carne y hueso!», exclama la mitad de Gardel en una viñeta.



Es verdad que los autores tratan de justificar el papel de Gardel como mito a través de algunos pasajes interesantes, como ese pasado marcado por la derrota y la falta de atractivo físico que intensifican la gloria del Gardel del apogeo, como ese viaje transatlántico en el que se enfrentará -metafóricamente- con monstruos -de la música- y del que volverá crecido y reforzado, como esa muerte envuelta en la bruma del misterio. Pero si Gardel es un mito y al tiempo es la encarnación de argentina, el lector tiene todo el derecho a leer esta historia como un mito fundacional, y para resultar convincente le faltan épica y energía y le sobra indefinición. Ahora bien, los propios autores declaran que no están haciendo una hagiografía al uso, sino que ofrecen su propia variación artística sobre una vida artística, y por ahí es por donde salvan en buena medida los muebles. Y dentro del apartado del haber también hay que reconocer que Muñoz, directamente, se sale. Desde hace mucho tiempo ya, el blanco y negro expresionista de Muñoz ha trascendido las enseñanzas de sus maestros Hugo Pratt y Alberto Breccia para ser otra cosa. Lleva toda una carrera buscando el equilibrio entre la claridad narrativa del dibujo figurativo y el poder evocador de la abstracción, y creo que en este trabajo al fin lo consigue, y además con elegancia. Si Alack Sinner era la sombra, Carlos Gardel está esculpido en luz. Si en trabajos anteriores era a veces un trabajo titánico descifrar el contenido de las viñetas, aquí resultan diáfanas y comunicativas.

A lo mejor la excesiva cercanía de los autores al tema tratado ha jugado esta vez en su contra o a lo mejor, como decía al principio, las historias de ganadores -aunque acaben mal- no sean un buen material para esculpir sueños. En todo caso, aunque Carlos Gardel es un trabajo con alguna que otra sombra más de la cuenta, sus luces justifican la lectura.

Enlaces de interés

Muñoz habla en profundidad sobre la obra durante una charla en Madrid
Carlos Sampayo habla sobre la obra en esta entrevista
Justificación de Muñoz de la presente edición