El pequeño Christian (Blutch)


El pequeño Christian (Blutch). Norma, 2011. Cartoné. 112 págs. B/N y bitono. 18 €


Si te gustan El pequeño Nicolás de Goscinny y Sempé y el Calvin y Hobbes de Bill Watterson, hay muchas papeletas para que disfrutes de ese término medio que es El pequeño Christian. Blutch emprende su particular viaje a la infancia y lo hace no por medio de la máquina del tiempo, sino del espiritismo. Porque de lo que se trata aquí es de volver a ser niño, de recuperar aquella mirada. Y de paso, hacernos partícipes de ello a nosotros. Es decir, que, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de cómics autobiográficos sobre la infancia, Blutch no recuerda con añoranza el tiempo pasado desde su adultez -pienso en algunos tebeos de Fermín Solís, en la más reciente Pirueta, de Charles Dutertre-, o desde la ironía como Riad Sattouf, sino que lo vive de nuevo, y esa es la mayor virtud de esta obra. Esa, y el humor con que se plasman los anhelos infantiles, las sensaciones que uno no alcanza a explicar hasta tantos años después, los amores y desengaños, la esquizofrenia que uno empieza a cultivar ya en la niñez. Escoltan al pequeño Christian, John Wayne, Steve McQueen, Marlon Brando y otros héroes del cine, la televisión y el cómic, tan reales como el mundo real y a veces más. Es curioso cómo Blutch modula el estilo de dibujo para que estos héroes de ficción tengan una presencia más definida que sus propios personajes, pero es que realmente la tienen, y su imagen es en muchos casos un monolito indeformable en nuestros recuerdos. Para sus propios personajes, el dibujante reserva una mano más suelta, más caricaturesca, cargando de intención y gracia los gestos y las posturas (como para no reírse con la caracterización de Christian a lo McQueen). Que Blutch es un dibujante excepcional ya lo sabíamos, pero este nuevo registro, más caricaturesco que cualquiera de los que le hayamos leído antes en España y que a ratos recuerda a Manel Fontdevila, le sienta como un guante. A la historia y al propio Blutch, al que encontramos ya maduro en la segunda parte del libro, realizada diez años después de la primera.



Hace un par de años Blutch se llevaba el Gran Premio de Angoulême a toda una carrera. En España hay ya editadas cinco obras suyas y sigue sin cuajar, o al menos eso es lo que parece indicar el hecho de que Norma sea la tercera editorial en pocos años en probar suerte con la publicación del francés. ¿Es esta la buena, la definitiva, el momento de la consolidación de Blutch en nuestro país? Sinceramente, si no lo es, nunca lo será. No creo que El pequeño Christian sea superior en calidad al resto de sus obras publicadas por aquí, pero es menos hermética que La voluptuosidad, Velocidad moderna o Péplum (lo mejor que le he leído), y desde luego que el protagonista de esta nueva historia puede ganarse las simpatías que no se ganó el de Blotch. El pequeño Christian no ofrece ningún tipo de desafío al lector, es un cómic amable e inofensivo que juega a la identificación, pero lo hace con el suficiente talento como para que su recreación de la infancia sea de todo menos artificial.