Entrevista con Jacques Loustal

Hace ya más de medio año que Jacques Loustal se pasó por Madrid con una exposición de pinturas y carboncillos debajo del brazo. Nosotros, gracias a la cortesía del Instituto Francés y Sins entido, aprovechamos la ocasión para entrevistarlo brevemente.

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¿La pintura y el comic están completamente separados dentro de la cabeza de Loustal, o empleas técnicas o soluciones que encuentras en una de las disciplinas en la otra?

Durante mucho tiempo he tenido un taller dónde hacía mis pinturas y otro para el cómic y la ilustración. Hasta que un día conseguí un taller más grande donde podía pintar y dibujar cómics. A partir de ese momento hay mucha más interacción. Pero de todas formas la pintura me es necesaria para escapar de la monotonía del trabajo de cómic. ¡Y de mi mismo! [Risas]

Antiguamente se hablaba de la pintura como alta cultura y del cómic como baja cultura. Tú practicas ambas, y me gustaría saber si, a lo mejor, en el entorno de la pintura se te menosprecia o se te ve de alguna manera especial por ser autor de cómic.

No, en realidad el problema es que en Paris, en Francia, las cosas están muy separadas. Una vez que alguien se había hecho conocido como dibujante de cómic era imposible que se le reconociera por sus pinturas. Pero hoy, después de tiempo, hay galerías que exponen las obras de pintura de dibujantes cómic. Ahora, sobre mi trabajo hay gente que dice que mis viñetas son como pequeños cuadros de pintura y otros que piensan mis cuadros son como viñetas de cómic. Para mí, las pinturas son imágenes que proceden únicamente de mí sin tener nada que ver con las ilustraciones, mientras que los cómics son imágenes que sirven para apoyar una idea o un texto en un cómic.



¿Cuáles son tus influencias gráficas?

Mis influencias vienen de todas las imágenes que he consumido a lo largo de toda la vida. Es decir, de los comics que leía de pequeño, como Tintin y Blueberry. De las películas, que veía mucho. De los pintores, como los pintores fovistas y expresionistas como Gauguin, Matisse, Modigliani, muchos… Yo soy muy sensible a la imagen, porque en ella veo tres niveles: la impresión (idea, sensación), la “sorpresión” y la expresión. Y por eso tengo la necesidad de crear una imagen. Al principio me resultó difícil encontrar mi estilo personal porque no tenía una referencia evidente, pero poquito a poco conseguí crear mi propio estilo. Por el contrario, hubo gente de mi generación que en su trabajo siguió lo que hacían los grandes maestros de los años 50.

¿Te sentías como un bicho raro en aquellas revistas como por ejemplo (A Suivre) dónde eras tan distinto de todos los demás?

No, porque compartíamos también los mismos gustos, aunque ellos tuvieron un éxito más inmediato que yo. Yo hacía mis estudios de arquitectura y no estaba completamente implicado.

Actualmente en Francia, con la nouvelle bande dessinée, se ha dejado un poco de lado el concepto aquel de la serie, del álbum con un personaje definido, para hacer algo más parecido tal vez a lo que tú hacias ya hace muchos años.

Sí, es verdad que [Philippe] Paringaux y yo hacíamos una especie de novela en forma de cómic pero que todavía tenía la forma de un álbum. En aquella época no se podía hacer un libro gordo y a menudo la gente decía que lo que yo hacía no era un cómic. Sería lo que ahora la gente llama novela gráfica, que es como un libro pequeño, una novela.

¿Te gusta más este nuevo formato?

Sí, sí, me gusta mucho y ha tenido mucho éxito. Sin embargo algunas historias son muy largas y no necesitan ser así de largas, eso es una cosa distinta… la gente valora más el número de páginas que la propia página. A los de mi generación nos pagaban por página y ahora se paga por libro. [risas]

Has vivido en África, ¿verdad?

No, hice mi servicio militar como arquitecto en Marruecos, pero he viajado por África.



De hecho, tienes un libro que en España se llama Venganza en Marruecos, creo que es uno de los primeros.

Es un libro particular, porque es lo que se llama un reportaje ficticio. El escritor Tito Topin y yo hicimos un recorrido real a lo largo de la costa Atlántica de Marruecos, desde Tánger hasta Dajla, para basarnos luego en eso y contar una ficción. El libro no se tradujo en francés y se tituló V comme engeance, de “engeance”, que era un grupo de personas malas, y la “V” como un elemento componente de la palabra “vengeance” (venganza). Era imposible traducirlo. Sin embargo el título español es mucho más sencillo, Venganza en Marruecos.

Uno de tus libros de mayor éxito fue Barney y la nota azul. ¿Es también uno de sus favoritos?

Sí, me gusta mucho ese libro, sobre todo por la acogida que tuvo. Estaba inspirado de la vida del jazzman Barney Willem que había desaparecido y que volvió a tocar de nuevo en aquel momento, pero eso fue una coincidencia. El libro se puede leer en distintos niveles como una película de género negro, como una historia de amor, o como una historia de jazz. Además, el propio músico grabó un disco para este libro.



En la mayoría de tus trabajos no empleas bocadillos de texto sino que usa cajas de texto. Quería preguntar el porqué, y por qué en tus últimas obras estás empezando otra vez a colocar bocadillos, como en Hermoso mar de la China.

Esto simplemente va unido a la manera de escribir de cada escritor con el que trabajo. Por ejemplo, con Paringaux, que no utiliza los diálogos, metimos el texto abajo y eso nos permitía realizar unas imágenes que no quedaban afeadas por los bocadillos. En Hermoso Mar de la China, que es una adaptación de una novela y que tiene muchos diálogos, la historia es más importante que los diálogos, hay un lugar único, en fin, me gusta cambiar… En la última historia con Paringaux, La sangre de los asesinos hay mucho texto al pie de las viñetas, y sin embargo a veces me gusta poner pequeños diálogos como si fueran música, para hacer ruido, usar pequeñas palabras.

Hermoso mar de la China es bastante sorprendente dentro de su carrera porque es un libro con mucho humor y mucha ironía.

Sí, sí, sí. [Jean Luc] Coatalem, el escritor, es un amigo, y el texto que escribió me hacía reír. Su estilo de humor me gusta mucho, y además me gusta alternar las historias negras de Paringaux con cosas a veces más ligeras. Incluso hay ciertas historias de Paringaux que me negué a hacer por ser tan negras.



Bueno, de hecho La sangre de los asesinos a mí me parece tal vez de lo más negro que ha hecho Loustal.

Sí, sí. No he querido hacer cosas más negras que esta. [risas]

Quería saber también qué te aporta a ti como autor este género tan negro, o qué aportas tú a la historia.

Me aporta, me da placer, porque son mis propias historias las que pongo en escena. Yo me pongo en el lugar del cineasta. Yo veo muchas películas negras y me encanta tener la ocasión de crear ambientes y escenas fuertes en otras historias. Es lo más divertido. Y luego también la violencia, las relaciones… es un registro que me gusta mucho. Pero en todas estas historias hace falta tener una relación con el personaje, una atracción por el personaje odioso, una fascinación, como pasa en las películas negras, como en El Samurai, de Alain Delon, y hay que aceptarlo.



Si me preguntan una palabra para definir los comics de Loustal seguramente diría intensos, son muy intensos.

Sí, gracias, pero no sé si has leído todas las historias, porque en España no se ha publicado todo. Porque la última historia, que se llama Coronado es una adaptación de un texto de Dennis Lehane, autor de Shutter Island y de Mystic River. Es una historia muy fuerte sobre las relaciones, muy negra, pero también muy trágica y muy bella. También, para definir un poco el cómic, te diría que es un cómic literario. Es decir, me gusta que el texto tenga calidad y por eso trabajo con escritores. No escribo mis textos porque escribo peor que mis escritores.

Respecto a los textos que aparecen en tus cómics me resulta muy curioso que muchas veces no parece que estás ilustrando lo que pone en el texto, sino que estás ilustrando otra historia distinta u otra parte de la historia.

Sí, sí, con Paringaux hicimos este juego, esta relación entre el texto y la imagen. Contar a través de la imagen lo que pasaba en los alrededores de lo que se contaba en el texto.