Logicomix (Apostolos Doxiadis, Christos H Papadimitriou & Alecos Papadatos)


Logicomix (Apostolos Doxiadis, Christos H Papadimitriou & Alecos Papadatos). Sins entido, 2011. Rústica. 17 x 24 cm. 352 págs. Color. 24 €


Aunque no es la tónica habitual por aquí, queremos comenzar esta reseña con un apunte personal (si Álvaro Pons puede hacerlo, nosotros también), la descripción del modo en que entramos en contacto, hace ya un año, con Logicomix. Fue en un viaje a Grecia, y encuentro fue tan poco glamouroso como entrar en un Public (equivalente a un Fnac) y encontrarnos con pilas y pilas de Logicomix, en sus ediciones inglesa y griega, expuestos en lugares de privilegio. Grecia no tiene un mercado comiquero especialmente potente, y de hecho podríamos decir que la producción propia es casi inexistente, salvando el caso de Arkás, equivalente heleno a Francisco Ibáñez. Así que, de algún modo, la ingente cantidad de ejemplares puestos a la venta daba una idea de que aquello era algo especial, algo que, a pesar de haber sido producido en un mercado extranjero, llenaba de orgullo a los griegos por el origen de sus autores (y, posiblemente, por la representación de algunos de sus paisajes). Por supuesto, cuando alguien quiso regalarnos un cómic griego, no encontró mejor candidato que este Logicomix, y se lo agradecemos enormemente.



Lo cierto es que, en una primera hojeada, Logicomix no resulta especialmente atractivo. Su factura gráfica es correcta pero sin demasiado gancho. Cuando además se descubre que la vocación del libro es, al menos en parte, pedagógica, y que el tema es la evolución en Occidente de los sistemas lógicos, matemáticos y hasta cierto punto filosóficos durante la primera mitad del siglo XX, la sensación inicial no mejora. Por resumir, Logicomix se estructura en tres capas: el relato “autobiográfico” de los autores que comentan el desarrollo de su propio proyecto, un primer nivel de ficción en el que Bertrand Russell imparte una charla, y un segundo nivel de ficción histórica que abarca lo narrado por Russell. Una especie de juego de muñecas rusas que prefigura problemas lógicos como el infinito o la teoría de conjuntos, relevantes en la narración que nos ocupa. Pues bien, resulta que cuando uno comienza la lectura, la fluidez del relato, la claridad narrativa, la alternancia de capas, la ficcionalización de los hechos, y la narración en primera persona, añaden un punto de interés poco habitual en un cómic de este tipo. Casi diríamos que, a su manera, Logicomix no deja de ser una reinterpretación de la aventura por antonomasia, La Odisea, como ya da a entender ese subtítulo que contiene los términos «búsqueda épica». Una vez que conseguimos dejar de ver a Russell como Hergé (¡el parecido es asombroso!) y nos centramos, la historia del pensamiento abstracto que relata nos lleva al terreno de la aventura pura, con un marco temporal marcado por referencias a los movimientos sociales y artísticos de la época y con una serie de clichés del «entretenimiento» (amor, desengaño, locura, terror, enfrentamientos) adaptados con bastante gracia. No en vano los autores nos recuerdan en un par de ocasiones a lo largo del libro que Logicomix no es historia, sino que es una historia. Al fin y al cabo, resulta casi irónico pero bastante ilustrativo de cómo funcionamos a nivel mental que para explicar los principios que rigen la lógica, que explican nuestro entorno, recurramos una vez más a contarnos historias. En este caso, como decíamos, una historia con una factura sumamente competente y cuya mayor virtud, más allá del propio interés en la historia de la lógica, es demostrar que esto se puede hacer. Que puede existir un cómic didáctico para adultos. Que ese cómic puede adoptar la forma de la ficción y resultar atractivo a un amplio abanico de lectores. Y que no había nadie más indicado que unos griegos para mezclar en la coctelera la lógica, las matemáticas, la filosofía y la aventura de proporciones míticas. Porque esta historia es su historia.