Entrevista con Manuele Fior

Manuele Fior era un desconocido para el público español hasta hace bien poco. Primero, a finales de enero, llegó su nombre, como ganador en el Festival de Angoulême del premio al mejor cómic por Cinco mil kilómetros por segundo, y no ha sido hasta hace unas pocas semanas que hemos podido disponer en las librerías de una obra suya, La señorita Else. Su editorial española, Sins entido, nos facilitó el camino para entrevistar a este italiano residente en París durante el pasado Saló del Còmic de Barcelona.

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Creo que has estudiado arquitectura. ¿Utilizas en tus cómics lo aprendido en esa disciplina?

Sí. No muy directamente, pero creo que de alguna manera sí. Estudié arquitectura porque mis padres no estaban muy de acuerdo con que hiciera cómics de forma profesional [ríe]. Dejé de hacer cómics durante un tiempo bastante largo, durante los cinco años que duraron los estudios. Mis padres eran muy… [hace un sonido de estrangulamiento]. Cuando volví, de alguna manera estaba limpio de los estereotipos del cómic, del mundo del cómic. También empecé a interesarme por otras cosas distintas del cómic. Muchas veces, el problema de los autores de cómic es que siempre miran dentro del mundo del cómic. Así que en ese sentido, sí, mis estudios me sirvieron.

¿Y por qué decidiste hacer cómic, centrarte en el cómic?

En realidad hago cómics desde que era niño, es algo que siempre está muy presente. Pero en aquel momento yo estaba en Berlín y había una fuerte crisis en el sector de la arquitectura, así que tenía mucho tiempo libre y me puse a trabajar de nuevo en ilustraciones y en enviar historias cortas para ser publicadas. Pensaba que en un par de años volvería a mi actividad profesional.

¿Hay una escena del cómic grande en Berlín?

No, en realidad no es muy grande. Por aquel entonces yo conocía una editorial llamada Avant Verlag que estaba publicando cómics italianos en Alemania. Eran el tipo de cómics que a mí más me gustan, como Valvoline, Igort, Mattotti… Así que cuando vi que publicaban eso fui a enseñarles mi material. Por aquel entonces en Alemania había una escena alternativa bastante potente, con autores muy buenos, como Atak. Ahora hay buenos autores, pero no hay una gran tradición del cómic. No hay una serie de autores que puedas considerar tradicionales, como pueda ser por ejemplo en Italia Hugo Pratt.

Entonces no has formado parte de ningún grupo artístico…

No. Soy un lobo solitario [ríe]

En España se acaba de publicar La señorita Else, y espero que pronto veamos tu trabajo más reciente [Cinco mil kilómetros por segundo]…

Sí, sale en octubre.

¿Tienes otros trabajos largos previos a La señorita Else?

Sí, hice otros dos libros que se publicaron en Francia. Uno se llama Les gens le dimanche, la gente en domingo, y el otro se llama Icarus. Pero no han salido en España.

La señorita Else está basado en un texto de Arthur Schnitzler. ¿Qué es lo que te atrajo de este texto, lo que te impulsó a adaptarlo al cómic?

En realidad me encantar este escritor. Otros trabajos suyos se han adaptado a otros medios. Por ejemplo, Stanley Kubrick lo adaptó en Eyes wide shut, que está basado en una novela de Schnitzler. Es difícil de explicar. En cada libro que lees, al principio piensas que de ahí se puede hacer un cómic. Es como una deformación profesional. Cuando empecé a leer este libro vi claramente las imágenes pasar por delante de mis ojos, lo cual ya era una buena pista de que la adaptación era posible. Después, lo que me atrajo mucho, es que el libro original es un monólogo interior, con los pensamientos del personaje protagonista todo el tiempo. Pensé que era un reto interesante tratar de trasladar eso al cómic. El monólogo interior en literatura es un invento del siglo XIX, y el cómic también se inventa más o menos en ese siglo. Fue un buen ejercicio hacer esta adaptación. Y, por supuesto, la historia en sí me encanta.



La historia trata temas muy interesante, como el ambiente social, la burguesía, el sexo… ¿Crees que el uso de estos temas confiere profundidad a tu cómic?

En general, los cómics que hacemos con Igort en Coconino tratan de llegar… por supuesto, son para gente joven, pero no solo para ellos, son para todo el mundo. A mí me gusta hablar de temas complejos. Tal vez no interesa a los lectores de cómics más tradicionales, como los aficionados a Marvel o el mainstream… Yo vengo del cómic Marvel, he leído todas las historias… Pero lo que nosotros intentamos es decir que con este medio puedes hablar de cualquier cosa. Puedes hacer una adaptación, puedes hacer cómic autobiográfico, puedes hacer reportaje, ciencia ficción… Así que no es que yo quiera dotar de profundidad al mundo del cómic, tiene que haber todo tipo de libros, pero cuando se trata de mí, me gusta hablar de temas complejos, y a lo largo de la historia y junto al lector, trato de comprenderlos.

He visto cosas tuyas en internet, en blanco y negro y en color, y en ocasiones parece que intentas ser un poco abstracto en tu dibujo, que tratas de transmitir el sentido más que la imagen en sí, que prefieres sugerir.

Sí, creo que eso es bastante cierto. Lo que pasa es que, en el aspecto gráfico, la mayoría de las veces trato de no fijarme en los cómics. En lugar de fijarme en viejos cómics, me interesa más la pintura, por ejemplo. Esto no es algo nuevo. Autores como Alberto Breccia o Lorenzo Mattotti, que para mí es un gran maestro, también empezaron así. Yo, con mi humilde trabajo, trato de romper convenciones icónicas del cómic, como por ejemplo en el tema del entintado. En Cinco mil kilómetros por segundo son más relevantes las manchas de color, no las líneas que delimitan las figuras. Creo que podemos intentar hacer mezclas con la tradición gráfica del cómic.

En La señorita Else me ha parecido ver homenajes a Klimt, Munch, Schielle, pero nunca son muy explícitos…

Entiendo que haya escenas que parezcan homenajes, pero no era mi intención. Los pintores que has mencionado son tan, tan grandes, que no hay conexión posible con mi dibujo [ríe]. La cuestión es que la historia está ambientada a principios del siglo XX, así que me pregunté qué lenguaje debía emplear para contar la historia. En la época aparecieron las primeras fotografías, pero no había películas, así que intenté usar una iconografía que fuera fácilmente reconocida. Al dibujar usando este código, abres el libro y entiendes perfectamente que se trata de esa época. Por supuesto que hay mucho que aprender de esos pintores, pero en mi caso no pretendía hacerlo en forma de homenajes. Fue más como usar su lenguaje.



¿Muestras tu trabajo a otros autores o a gente que consideras maestros para escuchar sus consejos?

Muestro mi trabajo a mis colegas en Francia, pero no se lo enseño a los maestros porque me da demasiado miedo [ríe].

Bueno, ahora que has ganado en Angoulême ya no tienes por qué tener miedo…

No funciona así [ríe]. En París hay una comunidad de autores de cómic bastante grande, y nos animamos mucho los unos a los otros. Hacer cómics es algo muy solitario, así que necesitas de verdad el apoyo.

Has hablado del monólogo interior en la novela orignial de Snitzchler. ¿Te resultó muy difícil llevarlo al cómic?

No, no fue para nada difícil. Es una característica curiosa del cómic, porque el cómic ya funciona como un monólogo interior. Incluso si lees El Pato Donald, tienes bocadillos con esa forma que quiere decir que está pensando, no hablando. Es una forma de monólogo interior. Funciona muy bien en el cómic, mejor que en la literatura. Me resultó muy curioso encontrar que no había ninguna dificultad en pasar del lenguaje hablado al pensamiento. Pero aún así, puedes experimentar. Por ejemplo, en La señorita Else hay textos que atraviesan las viñetas, la distancia entre viñetas empieza a fluir… Los cómics están hechos de estas cosas. No hay un millón de instrumentos. Tienes la página, la doble página, el ritmo, las viñetas, el texto y el dibujo y es un juego que consiste en ver lo que puedes expresar con eso.

Una de las cosas que más me han gustado de tu libro es la ambientación, pero no me refiero solo a los escenarios, sino a esa especie de ambientación psicológica que transmites con el dibujo.

Creo que el truco es que cuando tengo que hacer una historia sobre algo, me documento mucho, pero después dejo todo eso a un lado. Por ejemplo, en La señorita Else está ese otro gran personaje que es el hotel, el edificio. Al leer el libro me pareció que el hotel era una presencia muy poderosa, que podía llegar a ser temible, como en El resplandor de Kubrick. Así que estudié el hotel desde el punto de vista de la arquitectura, y después lo dejé a un lado y simplemente lo recordé. Cuando dibujas de memoria cambias un montón de cosas. Te olvidas de muchos detalles sin importancia y te quedas con las cosas más emotivas. Por ejemplo, al final del primer capítulo, cuando ella está delante del hotel, es como un retrato de sentimientos. Humildad, hay una luz muy fría… Muchos autores de cómic usan fotografía, copian fotografías, y con eso puedes lograr otros efectos, pero cuando dibujas de memoria, el dibujo está repleto de tensión psicológica, porque la imagen no es realista, está filtrada por tus impresiones. Creo que eso es lo que le da ese punto atmosférico.



Has mencionado la pintura, a Kubrick, a Schnitzler, la arquitectura… ¿estás más influido por otros medios que por el mismo cómic?

Sí. Me encanta leer cómic, leo los cómics de mis colegas y otros cómics que descubro, pero para mí, lo importante es incorporar todo lo que sea bueno, independientemente del medio de donde venga. Por supuesto, la arquitectura es una influencia muy importante para encontrar el marco, la ambientación adecuada. Con la arquitectura, con la ambientación, puedes contar muchas cosas. Incluso cuando tiene que comenzar la acción, tienes que emplazarla en un escenario que la explique. Y por supuesto la música es una fuente de inspiración enorme. Aunque no escucho música cuando dibujo, pero sugiere ideas muy vívidas. Es lo bueno de este trabajo, poner en la página todas esas fuentes de inspiración.

Hablando de Cinco mil kilómetros por segundo, ¿qué pensaste cuando te dijeron que habías ganado el premio en Angoulême?

Me enteré en el mismo momento, a la vez que todo el mundo… Es algo que no olvidas nunca [ríe]. Fue algo muy grande. En realidad no soy capaz de verbalizar ese sentimiento. Si tengo que hablar de mi trabajo, está bien, pero cuando me preguntan por el premio, me quedo atascado [hace un gesto de ahogo]. Fue una satisfacción enorme.

¿Puedes hablarnos un poco de este trabajo?

Es un trabajo muy personal que me llevó casi cuatro años. En realidad no es autobiográfico, es inventado, pero transcurre en todos los lugares donde he vivido. En Noruega, en Egipto, porque he hecho varios trabajos allí. Lo curioso del libro es que hay tres personajes y que abarca veinte años en la vida de esos personajes, así que los vemos envejecer. Cuando empieza tienen unos diecisiete, están en la adolescencia. Y después vemos momentos muy banales de sus vidas, pero que en cierto modo suponen un giro en su vida, aunque no sean especiales.

Tanto en La señorita Else como en Cinco mil kilómetros por segundo, el color es muy importante. ¿Nos puedes contar como trabajas con el color?

La técnica en La señorita Else y en el nuevo libro es bastante diferente, pero la base es que siempre empiezo con el color. En Cinco mil kilómetros por segundo, muchas veces empezaba con el color incluso antes de hacer el boceto. Trato de usar el color de una manera estructural. No como algo que viene después, algo decorativo, sino como algo que constituye el dibujo. He aprendido mucho de Mattotti, porque él fue el primero que le dio tanta importancia al aspecto narrativo del color. Puedes usar el color simplemente para poner este rojo y este negro [señalando nuestras camisetas], pero también puedes usarlo de una manera más simbólica, pintando una habitación con colores fríos o cálidos. En La señorita Else empiezo con varios colores y después los voy quitando hasta llegar al final, que es negro, ausencia de luz y color. Digamos que trato de imaginar una historia también para el color. Como desarrollarlo de una página a otra, como hacer que acompañe a la historia de los personajes…

Para terminar me gustaría preguntarte por tus artistas preferidos de tu misma edad, aproximadamente.

Hay muchos. Ahora mismo en Italia está Gipi. Es un autor que ha abierto la puerta a muchos otros, yo incluido. Y estoy agradecido por ello, porque comenzó a hablar de cosas de las que no se había hablado en el cómic. En este momento en Italia hay una escena bastante potente, hay gente con mucho talento. Tal vez no son muy conocidos en España, pero están los nombres de Francesco Cattani, el grupo de Canicola. Y por supuesto, en Francia hay gente que cuando ves su trabajo te quieres morir, como David Prudhomme, un dibujante increíble. O Blutch… Bueno, no es muy joven… Si empezamos no acabaríamos nunca.