Entrevista con Riad Sattouf




Riad Sattouf es pequeño, habla con voz delicada y agradable y, según él mismo, se parece a sus propios dibujos. Su afán por resultar simpático, agradable, y facilitar las cosas al entrevistador casi parecen impropios de alguien que gana premios en Angoulême con sus cómics y premios Cesar con sus películas. Nos acercamos a la cafetería del Saló del Cómic de Barcelona para realizar la entrevista que hemos concertado gracias a La Cúpula y escoge una silla concreta, «es que desde aquí puedo ver a la chica disfrazada de Princesa Leia mientras hablamos». Como hay bastante ruido de fondo, propone salir a la calle. Sentados en un banco y observando el desfile de variopintos visitantes del Saló, comenzamos el intercambio de impresiones.

La entrevista, tras el salto.



¿Por qué has elegido el humor? ¿Has pensado alguna vez en cambiar de registro?

Sí, empecé dibujando cómics realistas. Estaba obsesionado con la fantasía heroica. Dragones, bárbaros… Estuve dibujando eso durante toda mi adolescencia, y un día miré mis dibujos y eran tan serios, la gente con esos músculos enormes, que pensé que eran ridículos Así que me dije, “vamos a hablar de cosas serias pero una manera divertida”. Ahora no soy capaz de dibujar en serio. En francés tenemos un término que es premiere degree, primer grado. El primer grado son las cosas muy serias. Yo no soy capaz de hacer eso. Lo intento, pero creo que me queda ridículo. Aunque hay mucha gente que no cree que mis cómics sean graciosos. Es una interpretación.

¿Por qué siempre te centras en la gente joven y en los adolescentes?

Por el tipo de libros que hago, mucha gente me hace esta pregunta, y cada vez intento pensar en algo inteligente que contestar, pero en diez años no se me ha ocurrido nada interesante que decir. Lo único que se me ocurre decir es que son graciosos. Si te fijas en ellos… [señala a una pareja de jóvenes que pasa] una chica con el pelo rojo, y un chico con guantes verdes… creo que son graciosos. Porque esas cosas les parecen tan molonas, se lo toman todo tan en serio, tratan de aparentar… me encanta describirlos. [Vuelve a señalar a un grupo de chicos y chicas que pasa] Fíjate en esos que hay enfrente, mira. Ese chico se tiene que creer muy ingenioso, porque va con esas dos chicas tan guays, pero, si te fijas, la chica tiene el culo gordo y él es muy bajito. ¡Es ridículo! [Ríe]

Hablando de La vida secreta de los jóvenes. Creo que es un cómic bastante sarcástico, pero al mismo tiempo me parece que hay una especie de ternura. ¿Crees que esto es así, tratas de ser un poco compasivo?

[Ríe] Todas las historias de La vida secreta de los jóvenes son historias reales que he visto en el metro o en la calle. Simplemente trato de describir a los jóvenes de la forma más honesta que puedo. Si hay cierta ternura, no se debe a mí. Las situaciones a veces son agresivas, a veces son embarazosas… Y a veces son la expresión de sentimientos, donde también cabe la ternura. Pero no es algo que yo haga adrede, es simplemente la situación.

He leído que pones en tus historias lo que has oído, pero supongo que eso requiere cierta adaptación para encajarlo en la página. ¿Hasta qué punto adaptas?

Sí. En el primer volumen de La vida secreta de los jóvenes, estaba obsesionado por la idea de encajar la historia en una sola página sin un gag al final de la página. Ya sabes, con la típica última viñeta [hace un sonido gracioso con la voz]. Es una tradición en el cómic dibujar una historia en una página y que al final “¡ja, ja, ja!”, y que pases la página. En la realidad, a veces, la mayor parte de las veces, no hay un chiste al final de la situación. Así que adapto, pero no demasiado. Simplemente dibujo lo que recuerdo, porque nunca tomo notas. Recuerdo, “¿qué decía este tío?” y lo dibujo. Pero a veces, lo que recuerdo puede estar muy lejos de la realidad, no sé. Simplemente dibujo lo que recuerdo.



En los pequeños capítulos de La vida secreta de los jóvenes que haces para televisión, ¿cambias muchas cosas respecto al cómic?

No soy yo quien los hace…

Ah, perdona, pensaba que eran tuyos.

No, todo el mundo piensa que los hago yo. La gente viene y me dice, “he visto la serie, no es muy buena”, y yo contesto, “¡no es mía!”. Las hace otro tipo, ha dirigido 120 episodios, de los que creo que 80 son buenos y 40 son malos [ríe]. La idea fue suya, y yo me sentí muy halagado de que quisiera adaptar mi obra, así que le dije “vale, hazlo”.

Así que tú no lo supervisas…

No, no lo superviso.

En tus cómics abundan los musulmanes, y a menudo eres bastante duro con ellos. Bueno, no es que tú lo seas, porque se supone que son ellos mismos quienes hablan, pero… Tú tienes raíces musulmanas, pero, ¿crees que si esto mismo lo hiciera otra persona podrían considerarlo racismo?

No, porque cuando ves a… ¿cómo se llama? El tipo que hizo Borat… Describía una situación más violenta que mis cómics, y no creo que sea racista en absoluto. No sé, tal vez, tal vez. En realidad yo no me centro en los musulmanes, simplemente me fijo en lo que veo en la calle. He vivido doce años en Siria, en una familia musulmana, he ido a una escuela musulmana, he hecho todos los rezos y todas esas cosas. Así que los veo como gente normal. Cuando dibujo a un musulmán que está, yo que sé, pegando a otro tipo, no es que yo diga, “mira, los musulmanes golpean a la gente”. Simplemente pienso que está diciendo al resto de la gente que es creyente, y a la vez está haciendo cosas estúpidas. Puede ser igual con otros… A veces en mis cómics puede pasar lo mismo con católicos o con fans de Star Wars, creo que es el mismo proceso. En realidad veo muchas situaciones así, de manera que las describo, pero me preocupa que… Los musulmanes que me he encontrado que han leído mis cómics, piensan que son divertidos. Los únicos que me han dicho [con voz recriminatoria] “¿no piensas que…?”, son no musulmanes. Creo que es normal, porque con la situación que tenemos en Europa, y con toda la crispación. Pero yo creo que es mejor amar a toda la gente, intentar amarla. Yo amo a todo el mundo, no juzgo.

¿Es el metro de París tan emocionante como parece en tus cómics?

[Ríe] Yo lo odio.

¿Lo usas a menudo?

Sí, lo cojo todos los días para ir de mi casa al estudio. Durante tres años he cogido el metro a diario, y todavía lo hago. Y siempre veo situaciones interesantes y escucho cosas. Y me digo a mí mismo, “oye, tienes que hacer algo con toda esta paranoia que ves por todas partes”. No es un sitio muy agradable el metro de París. Es un sitio bastante malo, muy sucio, caro…



Para ti, ¿La vida secreta de los jóvenes es tan solo una serie de páginas aisladas, o tienes un plan maestro, una visión global que quieres transmitir al lector?

Tal vez es como… Me encantan los libros de animales, donde ves una página donde describen a un animal, y en otra a otro animal distinto… Yo intento hacer lo mismo con distintos tipos de personas y distintas situaciones. Simplemente una descripción, como un diario. Lo que pasa es que es bastante siniestro y desesperanzador, porque son tres años de historietas en un libro, pero esa es la forma en que yo veo las cosas.

Es como “El gran libro de las personas”.

[Ríe] De lo que yo veo en las personas. Tal vez, no sé.

Los dibujos que haces, las expresiones faciales, ¿tratan de reflejar la personalidad de la gente? Lo digo porque todos tienen personalidad, todos parecen reales. Son caricaturas pero parecen reales. ¿Es esto espontáneo o te lo piensas mucho cuando dibujas una cara?

[De nuevo señala a alguien que pasa] Si te fijas en esa chica de enfrente, parece prácticamente un dibujo, es muy fácil… O esa otra mujer, ¡es uno de mis dibujos! [ríe] Es algo natural, no tengo que pensar mucho. Recuerdo que cuando era joven leí una anécdota sobre Leonardo Da Vinci. Cuando volvía a su estudio por la noche, cogía un papel y dibujaba de memoria a toda la gente que había visto durante el día. He visto los dibujos y son increíbles, porque la gente está como… [hace un gesto dando a entender que aparecen deformados]. Creo que es una idea genial dibujar aquello de la gente que se queda en la memoria, me encanta. Pensando así, es muy fácil dibujar a la gente.

Tengo una pregunta muy simple sobre otro de tus libros, Manual del pajillero. ¿Eras tú?

No es exactamente autobiográfico, pero creo que podría haber sido amigo del protagonista. Es un falso manual.



Bueno, yo también me he visto reflejado. ¿Y en Mi circuncisión?

Sí, ese sí es autobiográfico.

¿Y has pensado en hacer más autobiografía?

Sí, ahora estoy haciendo un cómic autobiográfico más largo sobre ese tema. Es que la gente me pregunta mucho por mi educación musulmana, así que voy a hacer un gran libro dedicado al tema [ríe].

Tú pareces bastante consciente de tu propio dibujo. Lo digo porque el dibujo de La vida secreta de los jóvenes es muy distinto del dibujo de Pascal Brutal, y éste es distinto de otros libros, también. ¿Piensas en eso cuando empiezas un nuevo libro, “este libro requiere este estilo de dibujo”?

Sí, sí. Para mí es muy importante, porque la gente que ve mis libros dice, y tal vez tiene razón, “el dibujo no es bueno”, “esto lo hace un niño”, “prefiero Superman”. Pero para mí es muy importante que los dibujos encajen con lo que quiero contar. En Pascal Brutal intento deliberadamente dibujar mal. Porque es mucho más divertido cuando un tipo tiene una cabeza enorme, unas piernas torcidas, la calle tiene una perspectiva errónea… Y creo que es una buena elección para esa historia. A veces, en La vida secreta de los jóvenes algunos personajes son mucho más realistas. Sí, pienso mucho en eso. Trato de ser preciso.

¿Tomas referencias de otros dibujantes? Por ejemplo, hay algo en la fealdad de la gente en La vida secreta de los jóvenes que a veces me recuerda a Daniel Clowes. Esos dientes…

No creo que lo haga, pero tal vez lo esté haciendo sin saberlo. Porque es cierto, adoro el trabajo de Daniel Clowes. Pero no pienso en sus cómics cuando dibujo. No sé, es muy… Cuando era más joven tenía maestros y referencias, pero creo que ahora no. No sé, es una pregunta muy complicada. Tal vez tengas razón, sí, Daniel Clowes, sí, sí.

¿Y cuáles eran esos maestros cuando eras joven?

Dibujantes de fantasía heroica, como Richard Corben. Lo adoro, es mi ídolo. Tengo un montón de originales suyos, los compro por internet.

Tienen algunos originales suyos en la exposición de Tarzan.

¡Oh, Dios mío, tengo que verlos! ¿Tarzan? Guau, tengo que ver eso. Era mi gran maestro, aunque lo que hago yo es muy diferente. Bueno, en realidad no demasiado, porque él dibujaba a la gente de una manera fascinante, cambiaba la forma en que dibujaba a la gente en función de la situación. A veces el tipo era más pequeño, a veces dibujaba la cabeza más grande, todas las expresiones estaban enfatizadas… Me encanta.

Una de las cosas que me fascinan del personaje de Pascal Brutal es esa especie de virilidad extrema que tiene que le permite momentos de homosexualidad. ¿Cómo se te ocurrió eso?

Hay una historia en Pascal Brutal en la que va a un gimnasio a hacer músculo y se encuentra a unos islámicos. Es una historia real. He estado una vez en mi vida en un gimnasio, y había un islamistas entrenando, un tipo que se parecía a Bin Laden, pero también a un Schwarzenegger supermusculado. Estaba con otros amigos como él y había también una chica guapa entrenando, jadeando. Y los tipos la miraban y se hacían gestos de complicidad, estaban completamente obsesionados con ella. Y después se fueron a los vestuarios y se desnudaron todos juntos. No es necesario ni obligatorio desnudarse ahí. Y empezaron a darse golpecitos con las toallas en el culo [con voz femenina] “¡ji, ji, ji!”. Y el tipo tenía una polla enorme y se sentaba así [abre las piernas y se recuesta] enfrente de sus amigos. Y estoy seguro de que ellos estaban completamente convencidos de no ser homosexuales, pero en realidad eran completamente homosexuales. Porque jugaban entre ellos, y el momento más feliz para ellos fue cuando estuvieron todos juntos desnudos en un sitio pequeño dándose golpecitos en el culo. Cuando un hombre busca su virilidad extrema, está buscando hombres. Ese es mi punto de vista.



¿Crees que Pascal Brutal vive ahora mismo en Francia, el tipo de persona que representa, o es más bien el futuro que ves en el horizonte?

Oh, veo muchos Pascal Brutal por todas partes. Desde que he llegado a España he visto 10 o 20 Pascal Brutal en la calle.

En España hubo cierta controversia cuando Pascal Brutal ganó el premio en Angoulême, “¿por qué le dan el premio a un cómic así?”. ¿Crees que hay un problema de consideración con respecto al cómic de humor?

Sí, es una interpretación muy común. Pasa lo mismo en el cine, en literatura, en cómic… Mi cosa favorita en esta vida son las películas, los libros, los cómics que me hacen reír. Porque para mí es muy difícil reír viendo algo, así que cuando algo lo consigue, para mí es lo mejor. No sé, a lo mejor la gente prefiere llorar, o historias sobre guerra… No sé, esa es mi postura. Entiendo lo que dicen, tal vez tengan razón. Pero no sé. En el Festival de Cannes siempre hay el mismo tipo de películas, gente que sufre en los países del Este, casi parece una caricatura. No sé, supongo que será verdad.

¿Qué humoristas admiras ahora mismo, tanto en cómic como en cine o literatura?

Admiro mucho a Blutch, creo que en el mundo del cómic es un tipo muy divertido, aunque no se prodiga mucho. Me encanta Berberian. En cine me gustan mucho los hermanos Farrelli, y también Will Ferrel. No siempre, pero a veces está muy bien. Me encanta el tipo que hace Borat.

Cambiando de tema, ¿qué está pasando ahora mismo en L’Association?

Oh, es muy difícil de explicar. Es una crisis familiar.

¿Has elegido tu bando?

En realidad no, creo que nadie ha elegido su bando, ese es el problema. Es como una familia, es un mundo muy pequeño… Es una crisis familiar, no sé cómo describirlo. Todo el mundo adora a Jean-Christophe Menu, pero todo el mundo adora también a los otros autores. Aparentemente ahora se ha arreglado todo y ya se lleva bien todo el mundo.

¿Crees que hay un relevo generacional tras la explosión de L’Association?

Sí, claro, claro. No tengo nombres en particular, pero sí. L’Association cambió completamente el panorama del cómic en Francia. Hace diez años había cientos de series de fantasía heroica en Francia, todas iguales, y ahora en Francia hay cientos de historias biográficas sobre gente que se suicida, todas dibujadas igual, en el estilo de L’Association, se ha convertido en una especie de cliché. Tal vez los nuevos cómics underground vuelvan a la fantasía heroica [ríe].

¿Tuvo buena acogida en Francia tu película, Les beaux gosses?

Sí, sí, fue un éxito. Ha estado en el Festival de Cannes y ha sido muy bien recibida.

¿Piensas hacer más cine?

Sí, estoy escribiendo otra película, una película de ciencia ficción.

¿Y por qué crees que tantos autores de cómic están haciendo cine ahora? Bueno, tal vez no tantos, pero están Joann Sfar, Marjane Satrapi, Riad Sattouf…

Es curioso, porque Joann, Marjane y yo somos muy amigos, nos conocemos muy bien, incluso Joann y yo trabajamos en el mismo estudio. Todos hemos hecho películas, pero ha sido por pura casualidad. Cuando yo empecé a hacer Les beaux gosses, Marjane Satrapi estaba produciendo Persépolis, así que no hubo relación. Y Joann empezó a trabajar en Gainsboug cuando yo estaba acabando Les beaux gosses. Es una cosa curiosa.