Alicia en Sunderland (Bryan Talbot)

¿POR QUÉ ME GUSTA ESTA COSA? HOY: ‘ALICIA EN SUNDERLAND’, DE BRYAN TALBOT.


Alicia en Sunderland (Bryan Talbot). Randon House Mondadori, 2010. Cartoné. 336 págs. Color. 24,90 €

Bueno, bueno ¿a quién tenemos aquí? A Bryan Talbot: dibujante inglés, de Wigam, autor de un par de tebeos de ciencia ficción de estos duros (Las aventuras de Luther Arkwright y El corazón del Imperio) y de una novela gráfica así como sensible (Historia de una rata mala). Para un servidor, tres rollos macabeos. Y lo que es peor, tres rollos macabeos ingleses. Truffaut decía que el cine inglés era el peor de Europa. ¿Y los tebeos ingleses? ¿Esos qué, eh?


Si tú, no te escondas, Bryan.


Aparquemos este vergonzoso intento de crear polémica (me batiría en duelo gustoso con todo aquel que se atreviera a hablar mal de, un poner, Strontium Dog, así que no os enfadéis, hooligans) para hablar del mamotreto que nos ocupa, una novela gráfica de trescientas veintipico páginas titulada Alicia en Sunderland, cuyo autor es (claro) Bryan Talbot. Cogedla con cuidado, no os hagáis daño en la muñeca. ¿Ya? Sigamos entonces.

La portada es lo suficientemente horrible como para echar para atrás al más pintado, pero ya que estamos, mejor la abrimos, ¿no? Si la hojeamos rápidamente, tal vez nos provoquemos un daño irreversible en las córneas, así que hagámoslo despacio. Los abigarrados diseños de página y la paleta de colores usada por Talbot coinciden con las visiones que me han asaltado en mis peores pesadillas: filtros fotográficos usados sin ton ni son, dibujos que parecen garabatos de un adolescente heavy en su pupitre mientras escucha a Manowar e infinidad de cajas de texto dispuestas con la misma elegancia que tiene un gag de Benny Hill.


¿Veis lo que os digo?


En este punto cabe detenerse un momento y reflexionar sobre la naturaleza de la historieta. Si el cómic fuera sólo un arte visual, nuestro buen juicio nos recomendaría quemar inmediatamente la copia de Alicia… que tenemos en nuestras manos. Sin embargo, los tebeos se miran y se leen. Y ahí enfrente hay mucho escrito, nenes. Algo nos querrá decir el bueno de Bryan. Así que al lío. Si a la Alicia de Lewis Carroll le horrorizaban los libros que sólo tenían texto, para nosotros, lectores de Talbot, el texto es una esperanza.

Aquí se obra el milagro. Porque lo que leemos en Alicia… es un viaje sensorial a través del tiempo y del espacio, un alambicado manifiesto que emerge del especiado potaje cocinado por Talbot con un mensaje desconcertantemente claro: las cosas no son como parecen. Tampoco este cómic lo es.

Así, cuando leemos Alicia… descubrimos que es una guía turística de Sunderland, una semblanza biográfica de habituales de la memoria popular británica como George Formby o Jack Crawford, una reflexión histórica sobre el cómic inglés, un curioso artefacto híbrido con espíritu teatrero y guasón, un grimorio experimental, una lección de historia del arte y hasta un anecdotario futbolístico… Una vidriera enajenada en honor de la obra de Carroll, verdadero motor de todo este apabullante tinglado. Porque, ¿quién fue el verdadero Lewis Carroll? ¿Podemos saberlo, o sólo creemos que lo sabemos? ¿Es posible la certeza de una fábula? ¿Y de nuestra vida?

Y lo que es más importante. ¿Cómo es posible que al final este tebeo mole tanto?