Odio

Call me Ishmael.
Moby Dick
Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship.
Casablanca
(…) porque lo más bonito es empezar.
Kiko Veneno
UNA PEQUEÑA INTRODUCCIÓN, LO TÍPICO

En 1989 Peter Bagge (1957, Peekskill) es una figura emergente en la escena del underground norteamericano. Seis años antes, Robert Crumb le había confiado la edición de Weirdo, la cabecera que junto al Raw de Art Spiegelman acogía a la plana mayor de autores del cómic alternativo del momento, labor que abandonó finalmente en 1986. En 1985 comenzó la publicación de Neat Stuff en Fantagraphics, un comic book protagonizado por un amplio plantel de personajes. Entre ellos, destacaban The Bradleys, una familia disfuncional de New Jersey que Bagge utilizó para torpedear el clásico way of life americano.


El gran hombre visto por sí mismo

Pero con la nueva década, el autor decide dar carpetazo a Neat Stuff y comenzar una nueva serie. Para ello recurrirá a un personaje de The Bradleys, Buddy, el hijo mayor de la familia, que había adquirido cada vez más relevancia en las últimas historietas de la saga. Las aventuras de Buddy Bradley en solitario llevarán el contundente título de Hate (Odio) en su portada. Con el tiempo, Odio se convertirá en uno de los cómics más importantes de la década y en la obra más celebrada de su autor… y en mi tebeo favorito de todos los tiempos.

DE ESTO VA LA COSA

Ya que nos hemos situado, paso a contaros cuáles son mis intenciones con este texto. Odio tiene la mezcla justa de humor, amor, verdad, mala hostia y crónica generacional que lo convierte en el tebeo de mi vida. Quizás no sea el de la vuestra, pero esto es perfectamente comprensible, claro. Yo soy Pablo Ríos, y usted no lo es.

Odio me conquista desde su primer número gracias al impresionante despliegue de recursos técnicos, chistes pasados de vueltas y certezas urbanas contemporáneas que Peter Bagge ofrece en sus páginas. Pienso firmemente que es un número uno perfecto. Y la verdad es que me gustaría contaros por qué. Aviso: el material de ¿estudio? es el Hate #1 de Fantagraphics, edición original americana, 1990. En España está editado por La Cúpula.

Bueno, pues allá vamos. Poneos cómodos, nenes, que nos va a llevar un rato.

IN HATE WE TRUST

Toca echarle un ojo a la portada. La ilustración de la cubierta del Hate #1 es una provocación en toda regla, un esplendoroso vacile que Peter Bagge orquesta en torno al dibujo de un enorme monster truck ocupado por un Buddy Bradley out of bounds. Un tartazo en la cara de los compradores habituales de cómic alternativo, porque si leemos la portada de manera literal… bueno, la conclusión es que este tebeo no sería el más adecuado para ellos. Ahora os lo explico.


Born to be wild

Creo que para empezar, debemos detenernos en el nombre del autor, justo sobre el título. Bagge decide incluir su nombre completo, Peter Christian Paul Bagge, que revela su ascendencia católica. Tendríamos pues a un autor orgulloso de su fe, que presenta un comic book (como deja claro en el subtítulo, aún falta bastante tiempo para la explosión de la novela gráfica) recomendado para “lectores maduros y patrióticos”. In God We Trust.

Junto a la numeración del cómic, Bagge señala la importancia de que se trate de un primer ejemplar, y hace un llamamiento a los posibles “inversores capitalistas” que adquieran el cómic, no ya lectores, sino coleccionistas que especulan con este tipo de material sin echar siquiera un vistazo a su contenido, un espécimen bastante frecuente entre los compradores de cómic americano. Finalmente, un nuevo chiste sobre el orgullo nacionalista del tebeo: tiene un precio de dos dólares, pero sólo en los EE.UU. En Canadá es de dos dólares con cincuenta centavos, pero es que Canadá “no son los números 1”, qué os creíais.

La ilustración del monster truck y los lemas reflejados sobre el mismo, realizan dos funciones: continúan con el juego de equívocos propuesto por Bagge, y nos informan sobre el protagonista del tebeo y sus circunstancias (la matrícula del estado de Washington, y la alusión a los Seahawks, el equipo de fútbol americano de Seattle, nos ofrecen un par de pistas). Buddy conduce un vehículo utilizado en espectáculos destinados a un espectador muy concreto. Los shows de monster trucks, muy populares en el sur y medio oeste americanos, tienen un alto componente de exhibición de poderío de la industria nacional del motor (el que conduce Buddy tiene nada menos que cinco enseñas americanas, tres sobre la carrocería del vehículo y dos en sus tapacubos). Bagge se encarga de subrayar esto incluyendo las sentencias “fabricado en los Estados unidos”, “todo americano” y “dureza Chevy (Chevrolet)” por toda la carrocería. Por si esto no fuera suficiente, incluye una pegatina que reza “que comience el rock n’ roll” y varias frases de contenido reaccionario inscritas en los enormes neumáticos del pickup, amén de dibujar a dos pobres desgraciados (“perdedores”) que son arrollados por el monstruoso armatoste. Por supuesto, sólo un paleto conduciría un coche así fuera de un circuito cerrado. Y, por supuesto, solo un paleto americano y orgulloso de serlo.


Bill nos saluda antes de instalar su nueva adquisición en su pickup

No olvidamos el rótulo que nos presenta al protagonista: ese hollywoodiense “con la actuación de Buddy Bradley” nos prepara para lo que vamos a encontrar en el interior del cómic. Buddy, que lleva una gorra de Coors (la marca de cerveza redneck por antonomasia), una enorme mano de espuma que proclama que “somos los números uno” (otra vez) y fuma desafiante un cigarrillo, será el protagonista de esta serie que, si nos atuviéramos a una traducción de todo lo anterior, contaría los devaneos de un feliz miembro de la Asociación Nacional del Rifle machacando culos jipis.

Pero no es ese el caso. He dejado para el final lo más importante: el título. No olvidemos que este cómic se llama Odio. Y no es un nombre cualquiera, no. En una rotulación escalofriante, y en amarillo chillón: Hate. No es el sentimiento más adecuado para acompañar a ese despliegue de arrogancia americana, ¿verdad? Pues ese es el cómic que vas a comprar. Y ahora, a leer.

MY PAD AND WELCOME TO IT!

Bagge incluye dos historias en el tebeo, la primera se titula My pad and welcome to it! (¡Bienvenido a mi choza!), así que con ella empezamos. Sobre la primera viñeta, Bagge escribe “The lighter side of bohemia Dept.”, un juego referencial que alude, por un lado, al libro Mr. Punch in Bohemia, or the lighter side of literary, artistic or professional life, que recopilaba los dibujos satíricos del caricaturista inglés Phil May; y por otro, a los clásicos “departamentos” que se encargaban de elaborar las historietas del Mad de Harvey Kurtzman (en realidad, una presentación cómica del capítulo que anunciaba el tema de la historieta). Un guiño a la tradición, un reconocimiento de los viejos maestros del tebeo de humor. Sus maestros.


Siempre es buen momento para recordar a Harvey

Y en esta primera viñeta, dos hechos remarcables. El propio Buddy Bradley saluda al lector con un sincero “¡Cuánto tiempo sin vernos!”, con el que Bagge busca complicidad con el habitual de The Bradleys, y a su vez genera interés al recién llegado que se encuentra con Buddy por primera vez. Con este saludo del primogénito de los Bradley, Bagge fija el punto de vista: es al lector mismo a quién Buddy saluda, y toda la historieta estará contada desde el punto de vista subjetivo de este.

La inclusión de este recurso en una historieta había sido utilizada anteriormente como un efecto pirotécnico, un intento de romper con lo establecido en un discurso narrativo cada vez más anquilosado por las necesidades de una industria que no dejaba mucho margen a las piruetas artísticas. Gracias a la colaboración de los sospechosos habituales, el Tío Berni, Pepo Pérez y Santiago García, hemos podido rescatar algunos comics que usaban el plano subjetivo, (tiramos de memoria): The Spirit: Through a killer’s eye, de Will Eisner; Colorama, de Bob Powell o Star light, star bright de Johnny Craig. Sin embargo, en estas historias, el punto de vista pertenece siempre a un personaje central de la trama. En My pad… Bagge juega con el concepto de manera nunca vista, y transforma al lector en el intermediario real de la información que suministra Buddy, transmitida por tanto en dos niveles: uno, narrativo (en definitiva Buddy se dirige a otro personaje que está junto a él), y otro cognitivo a través de la experiencia lectora. Por tanto, si Bagge utiliza este recurso, más que para provocar extrañamiento, lo hace para aportar familiaridad y cercanía. Porque Buddy es uno de los nuestros, no el tarado filofascista que nos presentaba la portada.


Un buen chico

La puesta en página de Bagge es clásica. Utiliza la retícula 3×3 e incluso la 2×3, tan frecuente en el cómic industrial americano, pero también muy usada por los artistas underground de los 60 y 70 que homenajeaban así a los tebeos de su infancia. Su dibujo está muy lejos de ser experimental, fundamenta su trabajo en la caricatura y en la figura cómica, que es la protagonista absoluta de sus viñetas. Y divertido, es a rabiar. Sus personajes son plásticos y expresivos, aunque muy trabajados. No da mucho margen a la improvisación, y se nota en su férrea planificación. Tampoco tiene mucha mano para los fondos, pero se esfuerza en que no se note.

Volvamos a la historia, va. Buddy se convierte en nuestro cicerone, nos enseña su nuevo hogar y conocemos su vecindario. A continuación, en una larga secuencia de diálogo de dos páginas (recordemos, con nosotros, su interlocutor-lector), Bradley se revela como un tipo contradictorio, bebedor, fumador y que arrastra graves problemas con las mujeres. Bueno, más de uno se sentirá retratado. Yo lo hice.

Bagge recurre al flashback para explicarnos cómo ha conseguido Buddy su nueva “choza” tras un lamentable peregrinar a través de los extrarradios urbanos del Estados Unidos del mandato de George H.W. Bush, codeándose con jóvenes artistas y músicos tan desnortados como él mismo. Finalmente, acompañado de “Apestoso”, un viejo amigo de su Nueva Jersey natal, Buddy llega a Seattle, el sitio-dónde-hay-que-estar en los primeros 90, meca del grunge y de una efervescencia cultural que, como veremos más adelante, más bien se la refanfinfla a nuestro héroe.

A continuación, Bradley nos pone al día (curra en una librería de segunda mano) y elucubra sobre su futuro (convertirse en propietario de una tienda especializada en mercadería pop); también comenta que no le importaría poner en marcha un fanzine (Bagge homenajea a Motorbooty, clásico de la escena punk de los 90 que Buddy recomienda explícitamente), aunque señala lo mucho que odia la escena musical y sus aledaños. Recordemos, estamos en la Seattle de Subpop. Bradley es un pez fuera del agua, un chico del suburbio que se encuentra con graves problemas de adaptación en una ciudad tan cosmopolita y con una agitación cultural de ese calibre. Mucho odio viene de ahí.


¿No queríais grunge? Toma grunge

Rápidamente, Bagge cambia de tercio y deja de lado la introspección para presentarnos a George Hamilton III (una broma a costa del clásico actor norteamericano), uno de los compañeros de piso de Buddy. Aparece sentado en su cama en la penumbra, proclamando “lo mucho que odia a su padre”. Buddy explica que su compañero es un tipo bastante raro, pero no se mete en asuntos que no son de su incumbencia y “se lava sus propios platos” (de nuevo la vieja decencia del suburbio). George edita un oscuro fanzine conspiranoico, Zygote, con titulares tan impactantes como La muerte como una alternativa viable.


¡Ese es mi George!

Un sonoro y casi onomatopéyico «Barge!» (una traducción aproximada sería “entrar a empujones”) antecede a la entrada de Leonard “Apestoso” Brown en escena, el otro compañero de piso de Buddy, que como ya señalamos anteriormente, conoce desde su infancia en New Jersey. “Apestoso” es un cerdo (a nadie se le llama “Apestoso” por nada) y un tacaño miserable. Al contrario que Buddy, se ha adaptado bastante bien a la movida local (“la ciudad es mi hogar”, proclama orgullosamente), un escenario bastante adecuado para un personaje de esa calaña.


El Dios del Amor

De hecho, tras una breve bronca con Buddy (“Apestoso” le guinda cervezas de su “privada reserva de birra de calidad”), Brown intenta engatusar a Buddy con su nuevo plan, realizar una película underground. Obviamente, la idea de “Apestoso” está más cerca de la estafa que del arte, aunque consigue captar brevemente la atención de Buddy con la mención de una posible escena sexual… protagonizada por su chica. Finalmente, Buddy le toma el pelo y le insta a que dirija una peli porno, idea que, como no podría ser de otra forma, a “Apestoso” le suena de maravilla. Bagge se encarga de recordarnos con un rótulo que no nos perdamos “Leonard el Dios del Amor”, próximamente disponible en nuestro videoclub más cercano. Fin.

La sensación es que hemos asistido al piloto de una sitcom que no podremos dejar de seguir. La puesta en escena, las bromas, las onomatopeyas… Todo es absolutamente tangible. Hemos conocido al protagonista, a los secundarios, sus motivaciones, su pasado, su presente y estamos en la parrilla de salida de su futuro. Y lo hemos visto, porque estábamos allí.

No me digáis que no es una manera cojonuda de empezar.

BAGGE, EL ARTISTA

Si la primera historia del número nos presenta la serie, la segunda, Prisoners of the Hate Island! (¡Prisioneros de la Isla del Odio!), es una pequeña coda que sirve a Bagge para que le conozcamos a él mismo. En el cómic, Bagge se encuentra junto a Kim Thompson y Gary Groth, sus editores de Fantagraphics, en una isla desierta, dándole vueltas a cuál va a ser su próximo tebeo, justo antes de dibujar Hate. Resulta curioso lo anticuada que se ha quedado esta parodia, ya que Fantagraphics ha dejado de ser una “isla” solitaria para convertirse en una institución del cómic actual.

Bagge se revela como un quejica lastimero, y confiesa que no le vendría nada mal hacer dinero con su nueva obra. Por otro lado, quiere dejar de dedicarse al humor descerebrado de su juventud para dedicarse a algo con más enjundia. Tanto Groth como Thompson le aconsejan que vuelva a The Bradleys, tal vez la serie que más se ajuste a sus propósitos.


Los fantagráficos

El cómic finaliza con una gran explosión simbólica, Groth hace estallar un retrete que contiene a los “años ochenta” para dar la bienvenida a la nueva década, y los tres saltan por los aires. Entonces descubrimos que fue Kim Thompson quién dio el último empujón a Bagge para que comenzara Hate, y que Buddy fuera su protagonista. Un auténtico documento histórico de un tiempo pasado. Es significativo que el propio Bagge indique en el tebeo que lo más sensato sería convertir Hate en un “comic book estándar”, a fin de cuentas el formato con más potencial de venta en los primeros 90.

CON ESTO Y UN BIZCOCHO

Lo dejo ya, socios, que es tarde. ¡Espero que os haya parecido interesante, al menos! A los viejos amigos de Buddy, poco más os puedo decir. Y si hay alguno que se haya decidido a conocerle tras leer este mamotreto (ojalá), adelante: encontrará mucho amor entre tanto odio.