Entrevista con Kaz



Recientemente, Autsaider Cómics ha lanzado Submundo, la puesta de largo de Kaz en nuestro país como dibujante. Submundo es un tebeo absolutamente imprescindible para cualquiera interesado en el humor surrealista y cafre y su autor es una pieza fundamental para acabar de componer el puzzle del cómic underground y de vanguardia norteamericano de los años 80 y 90. A continuación, la entrevista que mantuvimos por email con Kaz.

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Tú estudiaste en una escuela de arte. ¿Era como la que describe Daniel Clowes en Art School Confidential?

Sí, bueno, aunque la época de la escuela de arte me pilló en una fase menos cínica que a Dan. Yo me lo pasaba bien, me gustaba. La escuela a la que yo iba en Manhattan no era la misma que la de Dan, él iba a Pratt en Brooklyn. En la School of Visual Arts los profesores eran profesionales de las materias que enseñaban, con lo que mi sensación de poder hacer una carrera y vivir de ello era algo perfectamente factible.

¿Fue tu intención desde el principio de tus estudios dedicarte al cómic?

No, al principio pensé en hacer cosas de animación, pero después de ver el tiempo y la currada que llevaba hacer un corto de 3 minutos de dibujos animados redirigí mis pensamientos hacia el cómic.

El cómic norteamericano tiene una larga tradición de creadores con raíces familiares europeas, y de hecho tus padres eran emigrantes lituanos. ¿Crees que esto se refleja de alguna manera en tu obra?

Al principio me sentía un auténtico extraño mirando cualquier cosa relacionada con la cultura. No tenía ninguna relación con el mundo editorial, creía que todo lo que tenía que hacer era dibujar y escribir una tira que estuviera muy bien y que me la publicarían. Más o menos es lo que pasó. En los tebeos estás tú solo creando tus minimundos y cuando los tienes acabados es cuando toca tratar de convencer a alguien más de que valen la pena. Yo era un mal estudiante, mi inglés y mi ortografía eran muy malos porque mis padres se empeñaban en que en casa se hablara única y exclusivamente en lituano. Pero podía contar una historia con imágenes y pocas palabras, así que decidí centrarme en eso.



¿Cómo era la escena del cómic en New York a finales de los 70 y principios de los 80?

La escena del cómic alternativo en Nueva York tenía varios frentes. Por un lado Art Spiegelman y su revista Raw, por otro Peter Bagge con su Comical Funnies, también estaba la revista Punk de John Holmstrum, y luego los dibujantes políticos de WW3 que me parecían aburridísimos, una mierda. Yo tenía un pie en el bando arty de Spiegelman (me iba ese rollo artístico) y el otro en el frente lowbrow de Peter Bagge (también me gustaba ese humor). Del Raw recibí el impacto de mucho trabajo inteligente (Charles Burns, Gary Panter) y del grupo de Peter Bagge el impacto de muchas fiestas divertidísimas. Aparte, en Nueva York también estaba el enorme mundo de las grandes editoriales de cómic: Marvel y DC con las que no tenía nada que ver, pasaba totalmente.

En la generación de autores a la que perteneces hay un gran interés por la tira de prensa clásica y personajes como Popeye, Dick Tracy o Nancy. ¿A qué se debe?

Para mí, la energía más potente siempre está en los orígenes. Los inicios del cómic eran muy abiertos y creativos. Seguramente también me lo parece porque los leí siendo un niño. De alguna manera era más fácil sumergirse en esos tebeos que en lo que se estaba publicando en ese momento. Aunque cuando descubrí el cómic underground me di perfecta cuenta de que estaba ante algo realmente nuevo y alucinante.

¿Crees que ese interés por el arte popular de la tira de prensa tenía como objetivo, al menos en parte, un intento de elevarlo a una categoría artística?

La idea era más acercarlo al nivel de las películas, de la tele o de las novelas, no tanto al de categoría artística. El rollo de las bellas artes se cruzaba en la medida en que los cómics tienen la parte ilustrada, dibujos que puedes colgar en una pared, pero eso de exponer en galerías y vender originales a un pequeño grupo de coleccionistas ricos, incluso sin haberlas publicado, no era mi rollo.



Daniel Johnston, Joe Coleman, Henry Darger… Parece que hay cierta relación entre el outsider art y el cómic, ¿no?

El outsider art y el cómic alternativo o underground se juntan en el punto en que en ambos casos son artistas que plasman directamente de sus cabezas lo que dibujan o escriben, sin ningún tipo de filtro.

En tu obra hay referencias también al mundo de la pintura. Pienso en Philip Guston, que también ha sido un autor importante para Chris Ware. ¿Qué aporta a tus cómics esa mezcla entre lo artísticamente elevado y el submundo?

Le da un punto que creo que no tendría si mis únicos referentes fueran Batman o Superman. La conexión que siento con Guston es una vez más la del personaje escribiendo y dibujando solo, de noche –en el caso de Guston pintando, claro– reflejando lo peor y lo mejor de sí mismo. Las imágenes que pinta Guston tienen un aspecto muy de cartoon, con lo que entré en su trabajo de forma inmediata. A Rothko y de Kooning también los tengo muy en la cabeza.

¿Ha superado ya el cómic la barrera entre el low art y el high art?

Sí, ya se haya acabado con esa farsa y se pueden comprar cómics cojonudos en librerías grandes o leer sus reseñas en la prensa.

¿Qué significa para ti underground?

En su día significó que eran libros que tenías que buscar, que no los ibas a encontrar en librerías generalistas, nadie iba a hablar de ellos en la tele o hacer mención en una película. La gente de cierta edad y los no enrollados nunca habían oído hablar de eso. Era un micromundo secreto de libertad para los dibujantes.



¿Existe un underground en el cómic hoy en día?

No de la misma manera. Ahora a través de Internet todo el mundo tiene acceso al trabajo cualquier autor. Solo que a veces hay cómics de los que nadie ha oído hablar por la razón que sea.

¿Cómo se relaciona el cómic de finales de los 70 con otros movimientos de la época como la música punk?

Era la cultura del Hazlo Tú Mismo. Si no te gustan los tebeos que ves a tu alrededor, haz tú uno y publícalo. Si no te gusta la música que suena, pon en marcha un sello y saca tus discos. En ese momento era una idea totalmente nueva. Con poco dinero se pueden hacer cómics y música.

Dado que lo conociste personalmente, ¿crees que es acertado considerar a Harvey Kurtzman como el padrino, o uno de los padrinos, del underground?

Sí, el MAD significó mucho para la primera generación de dibujantes underground. Muchísimo. Kurtzman es el padrino, es la explosión que dio origen al universo del underground.

Muchos de los dibujantes de tu generación que comenzaron siendo experimentales o minoritarios han terminado convertidos en grandes figuras del cómic. Pienso en nombres como Charles Burns, Gary Panter o Art Spiegelman. ¿Qué es lo que ha provocado el cambio de percepción en el público?

Hay mucha gente inteligente y les gusta el trabajo inteligente. Algunos los han descubierto a través de las recomendaciones de la crítica. Otros nunca han dejado de leer cómics como hicieron las generaciones anteriores. Algunas cosas requieren su tiempo para que el público las entienda o cambie sus ideas preconcebidas. Cada vez hay más gente que tiene acceso a estos trabajos cojonudos.

Los fondos llenos de detalles de Submundo me recuerdan al “chicken fat” de Will Elder en MAD. ¿Hay alguna relación?

Sí. Yo era muy fan de MAD, repasaba y analizaba las viñetas, incluso mucho tiempo después de haberlos leído. Por algún motivo los niños se quedan con los detalles. Y yo siempre he querido conservar esa fascinación infantil.



Me gustaría que hablaras un poco sobre la relación entre forma y contenido. Por ejemplo, en Submundo casi siempre planteas un diseño de página muy ortodoxo de 4 viñetas con un gag al final, pero por otra parte consigues que cada página sea muy rica en matices y significados, es como si cada historia tuviera su propia personalidad. ¿Cómo se logra esto? ¿Tiene que ver con los personajes, con el dibujo, con los textos…?

Submundo fue diseñado para no tener que pensar en el diseño. Tengo que hacer una historieta a la semana, así que ya tenía suficiente curro con que surgiesen ideas y dibujarlas como para tener que andar pensando y diseñando la composición de las viñetas de cada página, cosa que hacía en mis cómics más largos. Simplemente me sumerjo en las viñetas como si fuera un explorador en esos pequeños mundos. Me encanta dibujar y me encanta hacer los textos y me gusta que se note lo que disfruto haciéndolo.

Si no me equivoco, Submundo es una serie de larguísimo recorrido, tal vez un par de décadas. ¿Cómo ha evolucionado desde sus primeras páginas hasta las últimas?

Sigo escribiendo y dibujando las historias de Submundo de la misma forma que las primera veces: ¿Qué voy a hacer hoy? ¿Cómo me siento? ¿Qué me haría gracia? ¿Me apetece hacer algo personal, u oscuro, o algo tonto, o chungo, o alegre y cariñoso? Mi humor no ha cambiado, sólo se ha expandido. He dejado entrar más parte del mundo exterior y supongo que eso se habrá reflejado en los cómics.

Lo absurdo, lo surreal, los estados alterados de conciencia, también juegan un papel importante en tu trabajo. ¿Cómo llegas a eso?

Hoy en día sólo dándole a la cabeza. En otro tiempo, con LSD y puesto de setas, recordando esos viajes salían muchas cosas, incluso tenía cuadernos con notas sobre las experiencias. Lo absurdo y lo surrealista estuvieron muy presentes en mi infancia. Filtrado a través de la mirada de mis padres, Estados Unidos nos parecía un lugar absurdo. De niño, mi programa favorito de la tele era The Soupy Sales Show. Un tipo mayorcito ya, con pajarita talla dibujos animados, hablaba con los peluches que tenía en su casa como si fueran reales. Contaba chistes malos y decía que nos quería. Los dibujos animados se movían y contaban historias, no eran de verdad pero se parecían a lo que yo tenía dentro de mi cabeza. Yo me sentía dentro y fuera del mundo al mismo tiempo. Aún practico lo de salirme de las situaciones y convertirme en cámara–grabadora.



¿Por qué el humor? ¿Lo consideras un fin en sí mismo, o una vía para lograr otro tipo de efecto en el lector?

Porque tiene algo de reto, de complejidad. Es mucho más sencillo cabrear a alguien o ponerlo triste. Pero sobre todo porque evita que me vuelva loco. Sin humor soy un desastre de persona cargada de nervios e inseguridades. Me ayuda a aliviar el estrés y a superarlo. De niño, cuando me sentía triste o asustado, leer tebeos o ver dibujos me servía para reírme y sentirme mejor. Eso nunca se me ha olvidado.

En Submundo, tus personajes son estúpidos y yonquis, y muchas veces se comportan de forma brutal. Sin embargo, en todos ellos se percibe una gran inocencia. ¿Qué aspectos tienes en cuenta para crear a tus personajes? ¿Por qué son todos inadaptados?

Porque yo aún me veo un poco así. Utilizo aspectos de mí mismo que me parecen bobos, ridículos o divertidos, a veces entrañables o inocentes, y moldeo a mis personajes con ellos. Estoy condenado a hacer humor negro por mi pasado.

¿Qué puede esperar el lector español de Submundo? ¿Qué le dirías para prepararlo para su lectura?

Les diría que disfruten del mundo absurdo y raro que me rezuma de la cabeza. Creé Submundo para que se divirtieran con ello. Y si algunos chistes parecen profundos, recordad que detrás hay un cerebro que quiere llegar a vosotros.

Por último, creo que al público que no lo sepa le interesará el hecho de que hayas trabajado en Bob Esponja. ¿Consideras esto como algo apartado del resto de tu producción, o crees que entronca con el resto de tu trabajo?

Bob Esponja es gracioso. Conecta con mi infancia. Podía escribir los capítulos de Bob Esponja porque soy capaz de meterme en mi mente de cuando era crío. Cosas más. También trabajé en Campamento Lazlo de Cartoon Network y en Phineas y Ferb para Disney. En este momento estoy trabajando en un programa de dibujos que he creado con un colega aquí en Los Angeles. Es un mundo diferente al de los tebeos underground. De lo que va la animación en televisión es de colaboración y de notas de los ejecutivos de la cadena y de plazos y de qué es apropiado o no para los niños. Yo lo definiría más bien como un trabajo para el que tengo las aptitudes necesarias. Mientras que Submundo es una versión de mí sin filtros: directa de mi cabeza a la tuya pasando por el papel.