Grandes preguntas (Anders Nilsen)

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Grandes preguntas (Anders Nilsen). Fulgencio Pimentel / Sins entido, 2013. Rústica con solapas. 17 x 22 cm. 602 págs. B/N. 42 €


He tenido la suerte de realizar la traducción en la edición española de Grandes preguntas. Y digo suerte porque no ocurre todos los días que a uno se le permita trabajar sobre un material de partida tan impresionante. Si en mi lectura original de la obra magna de Anders Nilsen ya quedé muy favorablemente impresionado, las posteriores relecturas me han conducido hasta el enamoramiento.

En mi escena favorita de Grandes preguntas, hacia la mitad del libro, una serpiente conversa con un búho. Racionalmente, no es fácil destacar esa escena sobre otra, pero esa es precisamente una de las cualidades del libro de Nilsen. A pesar de que las “grandes preguntas” se plantean de forma lógica, filosófica, su impacto es emocional. En esta escena, la serpiente, desafiando su naturaleza depredadora, departe sobre la belleza del mundo y del canto de los pájaros, al tiempo que reconoce saber que le queda poco tiempo sobre la faz de la tierra, insinuando que conoce de antemano su destino. Por su parte, el búho se muestra pragmático y cruel, en el sentido en que el ser humano considera cruel el comportamiento animal natural. Esta tensión sobre el orden natural, la existencia o ausencia de un destino prefijado y la posibilidad de cambiarlo es uno de los temas centrales de Grandes preguntas. Sin duda se trata de un tema complejo y profundo, pero que nadie se asuste, porque Nilsen toma todas las precauciones –ya desde el irónico título y sibtítulo del libro– para desnudar de pedantería o solemnidad su trabajo.

Grandes preguntas es la historia de un grupo de gorriones. Un buen día, una bomba cae entre ellos sin llegar a explotar, y con sus limitados conocimientos del mundo consideran que es un huevo y que, al haber caído del cielo, se trata de una especie de señal divina, de una dádiva de los dioses. La bomba/huevo como símbolo de nacimiento y de muerte, por cierto, es una afortunada figura simbólica en un libro repleto de figuras retóricas. El elenco de personajes se completa con una serpiente, un búho, unas ardillas, una bandada de irónicos cuervos, algún perro, un piloto militar extraviado y narcoléptico, y un idiota. El protagonismo de todos estos animales parlantes podría hacernos pensar en una fábula de Esopo, pero el tono y el sentido de la obra se acercan mucho más a la antigua Grecia, con su mezcla de tragedia teatral y relato mitológico. Nilsen no pretende establecer un juicio moral y de hecho se muestra a sí mismo incapaz de responder esas grandes preguntas que su obra plantea, como el sentido de la vida o el libre albedrío. Nilsen, que ya ha abordado en otras ocasiones la mitología griega –baste comprobar que el primer libro del autor publicado en España se tituló Mitologías–, establece relaciones directas con ésta en Grandes preguntas: tenemos al pajarillo cantor que como Orfeo desciende a los infiernos para recuperar a su amada, tenemos un coro de negros cuervos que ofrecen el contrapunto cínico que tiende el puente entre el resabiado lector y los inocentes pajarillos, tenemos cisnes, ríos y bosques frondosos, y los dos personajes humanos son una especie de dioses para los pájaros: el piloto que desprecia las ofrendas de sus adoradores y descarga su ira sobre ellos, y el idiota que permanece ajeno a quienes creen en él. Dos modelos de deidad que, bien pensando, resultan igual de decepcionantes para quien pone su esperanza en ellos, y no solo porque sean refractarios a las oraciones de sus fieles, sino porque a su vez dependen de una pobre vieja y de unos militares superiores en la cadena de mando.

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Nilsen ha necesitado más de una década para completar Grandes preguntas. Durante ese período, su novia enfermó de cáncer y murió, hecho reflejado en otro de sus libros, Don’t Go Where I Can’t Follow y que, evidentemente, tuvo que alimentar el número y naturaleza de las preguntas que hace en el libro que nos ocupa. Ese largo proceso de gestación de Grandes preguntas y las muchas vivencias padecidas por el autor durante ese tiempo nos hablan de una obra de aprendizaje, de prueba y error, de constantes digresiones, matizaciones y puntos de vista contrapuestos. Nos hablan de un autor que trata de entender la vida, pero también trata de entender el funcionamiento del cómic y sus capacidades expresivas. Grandes preguntas crece de forma orgánica, como un ser vivo. Si las primeras páginas son simples chistes sin demasiado trasfondo, poco a poco los personajes van adquiriendo personalidades propias y muy definidas. Nilsen juega en primer lugar a la despersonalización que universalice a sus personajes, como hiciera Art Spiegelman con sus perros, gatos y cerdos en Maus, pero hay una diferencia. Los pajarillos de Nilsen están prácticamente libres de connotaciones humanas. No son depredadores o víctimas, no son animales con los que el ser humano establezca un vínculo afectivo fuerte o una identificación. Son envases vacíos que solo adquieren sentido a través de sus palabras y sus acciones, y tienen la ventaja de que se les atribuye una sencillez y una fragilidad necesaria para tratar con honradez el desconocimiento y temor que nos embarga ante temas tan profundos como la vida y la muerte.

A pesar de todo lo comentado, este pesado tomo es de lectura ligera. Nilsen no intenta convencernos de nada, sino hacernos llegar sus propias inseguridades, y lo hace con un dibujo simple y bello, eliminando todo lo superfluo. En su representación del mundo, el decorado es mínimo. Tal vez porque no quiere contaminar demasiado las ya de por sí equívocas representaciones de la realidad que son los dibujos, tal vez porque entiende que, en su calidad de demiurgo, la complejidad solo puede aportar confusión a unos temas suficientemente complejos por sí mismos. Hay que tener en cuenta que Nilsen, en un alarde de inocencia, llega a poner en boca de uno de sus gorriones el mito de la caverna de Platón, y en cierto modo toda la obra se puede leer como una reinterpretación de El gran teatro del mundo, de Calderón de la Barca. Su despojamiento gráfico y sus grandes preguntas planteadas desde un desconocimiento humilde me han recordado también mucho al Vapor de Max, autor que también comparte la preocupación existencial y la búsqueda de respuestas en los mitos del pasado. Casualmente –o no– Órficas de Max cayó en mis manos en las mismas fechas que el libro de Nilsen. En Órficas, centrado –obviamente– en el mito de Orfeo y que también contiene una página desplegable, se plantea la figura del espejo como fundamental para la comprensión de los mitos, que al ser contemplados nos devuelven nuestra propia imagen. Dice, “El secreto del espejo no puede comunicarse, solo se puede experimentar. Cuando el hombre comprenda su imagen en el espejo, experimente su verdadero rostro, no habrá ya ilusión, engaño ni secreto posibles. Solo el hombre, el mundo, dios, todo uno y lo mismo, puro canto brotando de la garganta cortada del poeta”. Por eso, Grandes preguntas no es un cómic para mirar o leer, sino un cómic en el que mirarse o leerse. Las respuestas a las grandes preguntas no están en su superficie reflectante, sino en nuestro interior.