Paseo astral (Max)

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Paseo astral (Max). La Cúpula, 2013. Cartoné. 24,5 x 34,5 cm. Color. 64 págs. 23 €

En la edición de ARCO de este año el diario El País encargó a Max que dibujara un cómic para su stand en dicha feria. El propio Max comenta que le dio bastantes vueltas al encargo, para decidir finalmente hacer «lo que siempre he hecho: tebeos». El resultado de ese encargo fueron 46 planchas A3 que ahora La Cúpula recupera en un formato lo suficientemente grande como para hacer justicia a su contenido.

El modo de trabajo que ha escogido es muy poco habitual. Es totalmente artesanal, para empezar: «tijeras, pegamento, lápiz y tinta, eso es lo que he empleado». Pero además experimenta con el collage de una manera que rara vez se ve en la historieta. Emplea un ejemplar de la edición de El País de 2 de enero de 2013 por cuyas páginas el protagonista va avanzando, y las recorta y las rompe para crear diferentes efectos. Al principio son meros fondos, pero en algunos momentos el protagonista se relaciona con el papel, por ejemplo dibujando una viñeta en él en la que puede refugiarse, o inspirándose en la viñeta diaria de El Roto. A partir de determinado momento, el periódico se convierte en marco arquitectónico y los recortes de Max simulan —o son, porque el simulacro en el arte es realidad— escaleras y columnas. El resultado final no es sólo tremendamente original y estético, sino que ofrece diferentes niveles de lectura y permiten el desarrollo de ciertas cuestiones.

Porque como es habitual en la obra de Max, este cómic es más profundo de lo que parece y trata más temas de lo que podría pensarse en una primera lectura, aunque lo haga con la falta de pompa y boato que en él es habitual. La falta de pedantería es de las virtudes de Max que más le agradezco, porque es fácil caer en ella tratando según que temas. Ya el propio título sugiere este tono: Paseo astral, no Viaje. Una cosa de andar por el barrio más que de grandes epopeyas.

Indirectamente trata de la condición de cómic como arte, o de forma más concreta, cómo se inserta la historieta en el discurso del arte contemporáneo. Paseo astral no habla de eso, pero el contexto, el hecho de haber sido un cómic pensado primero para ser expuesto como colección de originales y haberlo hecho en ARCO, ponen sobre la mesa irremediablemente la cuestión. Tampoco podemos olvidar que, al fin y al cabo, la historia que se cuenta es la de un creador en busca de inspiración, materializada en la clásica musa. No es el único motivo reconocible: Max, siempre con un ojo puesto en los clásicos, emplea a Pinocho, preso en la barriga de Leviatán, y situa al demonio en un cruce de caminos. Apunta también un concepto que desarrolla en Vapor con más calma: el de la sombra como parte oscura de uno mismo.

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Y, por supuesto, el uso del periódico da pie a muchas cosas, algunas más claras, otras sólo insinuadas. Como reza el tópico, ante la falta de inspiración el protagonista recurre a la realidad, encarnada en el diario, pero, paradoja, lo que obtiene es un viaje alucinante. Lo cual no significa que el periódico no siga estando siempre ahí, no sólo como marco, no sólo para ser recortado y crear efectos, sino también físicamente. El protagonista es consciente del periódico y puede leerlo mientras avanza, y además se genera un juego intertextual muy interesante, del que una lectura atenta revela cada vez más detalles. No parece ser casualidad, por ejemplo, que el personaje del creador exclame «¡Puaj! ¡Menuda charca tóxica y pestilente…!» en una página cuyo titular es «Hacienda ve posible que el déficit de las comunidades baje al 0,7% en 2013», aunque por supuesto puede ser sólo mi interpretación. O que se quede encerrado y rodeado por una maraña de espinos justo en la página de economía, o que cuando está a punto de traspasar una trampilla que le hará caer en las garras del demonio un titular parezca advertirle: «De un abismo a otro».

Es lo interesante de Paseo astral: seguir las pistas de Max, interpretar, jugar con el cómic del mismo modo que él ha jugado haciéndolo. Resulta increíble la capacidad que tiene para seguir estando siempre fresco e inquieto; ha hecho justo lo contrario de lo que era habitual en su generación. En lugar de encontrar un estilo propio y luego perfeccionarlo, conseguir eso que en la profesión se llama «oficio», nunca ha parado de cuestionarse a sí mismo sus postulados. Max siempre está buscando algo y no tiene pirsa por encontrarlo. Y precisamente porque en eso fue un pionero, y su visión del cómic como un arte fue adelantada, ahora se encuentra totalmente a gusto e inserto en la contemporaneidad. De su generación, pocos más pueden decir eso. Paseo astral exhibe además todo su humor, y estilísticamente se encuentra en la línea sintética de Vapor, aunque la síntesis no le roba el alma a su trazo: la excelente reproducción de estas planchas permiten ver cada pasada del pincel, cada imperfección de la línea manual. Cada página muestra la pasión de Max por su trabajo, la inquietud perpetua, y la sabiduría que da una carrera como la suya.