Pétillon se burla del arte contemporáneo (y de los snobs)

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René Pétillon es uno de los nombres más respetados del cómic humorístico europeo y ahora regresa junto a su personaje fetiche. ‘Palmer en Bretagne’ («Palmer en Bretaña») muestra a un autor más preocupado en retratar a la sociedad de nuestro tiempo que en lograr una acumulación de chistes.

Visto con la perspectiva que da el tiempo, El archivo corso marcó el fin de una etapa. En realidad, René Pétillon nos tiene acostumbrados a los cambios. Desde que creó al detective Jack Palmer en la década de 1970 las variaciones en el dibujo y en el humor han sido constantes. Primero abrazó un estilo cercano a la revista Mad. Luego, en los años 80, hizo un giro hacia la línea clara y el ejemplo más notable fue El caso del pekinés de París (Ediciones B). Poco después su dibujo se volvió más suelto y su humor más afilado, fue la época de Narco-dollars, Un privé dans la nuit o El caso de la top model. Basta una escena para explicar el humor de Pétillon a quien no lo conozca: en un episodio, el detective Jack Palmer toma un taxi y le dice muy serio al taxista: “Siga a ese avión”. Maravilloso nonsense.

Pero tras El archivo corso algo pareció cambiar (de nuevo) en Pétillon. En los siguientes álbumes el autor no parece ya tan interesado en el humor por el humor y convierte el tema (que siempre es un tema de actualidad) en el verdadero protagonista del episodio.
Así, El caso del velo (2006), más que por sus ráfagas de humor explosivo, destaca por atreverse a tratar de forma desinhibida el debate sobre la prohibición del velo islámico en Europa. Los temas son de calado: la tolerancia, el racismo, el desconocimiento de las minorías étnicas o la instalación de mezquitas en las ciudades occidentales.

Investigación en el paraíso (2009) se acerca a la cuestión de los paraísos fiscales, del dinero negro, de las mafias internacionales y Pétillon denuncia la permisividad (y la connivencia) de las autoridades. El relato está sólidamente construido, con un magnífico crescendo que va desde la anécdota aparentemente trivial del inicio hasta el gran galimatías final. Una progresión que le acredita como un hábil guionista, aunque se echa de menos una mayor mordacidad (cuando Pétillon escoge un asunto no se espera que lo despache con arañazo sino con un contundente zarpazo).

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Con el álbum número 15 de la serie, Palmer en Bretagne (Dargaud, 2013), Pétillon dirige su mirada al mundo del arte contemporáneo y a los ricos que están más interesados en el valor económico de la obra que en su valor artístico. Es la excusa para hablar del dinero (una vez más), pero sobre todo de la avaricia y de la especulación en torno a las obras arte, y de una clase social acomodada que adquieren piezas de arte moderno para exhibirlas como un trofeo.

Palmer es contratado como guardaespaldas de un multimillonario (Maroilles) que pasará un fin de semana acompañado de su rival (Livarot), en casa de una mujer de la alta burguesía francesa que es el vivo retrato de Christine Lagarde (la directora del FMI). La tensión entre Maroilles y Livarot recuerda la rivalidad real entre dos conocidos coleccionistas de arte contemporáneo: Pinneau y Arnault. Todas esas pistas (Lagarde, Pinneau, Arnault) confirman que el álbum debe leerse más para encontrar la crítica hacia una cierta clase social (rica y esnob) que buscando el chiste.

¿Significa esto que estamos ante un álbum fallido? No, simplemente, que el álbum se ha cocinado con más ingredientes de sátira que de comicidad en el gag. Más que la risa, parece buscar la sonrisa burlona del lector. Y visto así, como una sátira de varios colectivos (los marchantes de arte, los millonarios, los periodistas, los bretones), ahí sí, es todo un acierto.

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Por supuesto, hay momentos para reír con Palmer en Bretaña. Especialmente cuando contemplamos a ese detective inepto, superado por las circunstancias, que pasa casi toda la aventura aislado en una roca esperando a que baje la marea. Esa imagen es el vivo retrato de fracaso.

Otro logro de este episodio son sus referencias al mundo del cómic. Si el título puede evocar un álbum de Uderzo y Goscinny (Astérix en Bretaña), es Hergé quien se lleva la mayor parte de menciones. Primero por el tema escogido, el mundo del arte contemporáneo, como en Tintín y el arte Alfa; segundo, y más evidente, porque aparecen personajes cuyos apodos son Tintín, Haddock y Milú (en Bretaña, los apodos son habituales), lo que da lugar a jugosos diálogos.

Con motivo de la presentación de Palmer en Bretagne, Pétillon explicaba en Radio France Internacional (el pasado 11 de septiembre) que las referencias a Tintín van más allá de la anécdota: “Es una obra que me marcó profundamente de niño y que todavía hoy releo con placer. Para un autor de cómic de estilo francobelga como es mi caso, es un modelo que todavía hoy sigue siendo muy pertinente”. Pétillon considera a Hergé como una referencia desde el punto de vista de la construcción del relato, de la composición de la viñeta y de la claridad de la lectura. «Palmer en Bretaña», con un relato perfectamente construido, puede presumir también de esas cualidades. Y eso, simplemente eso, ya lo convertiría en un álbum interesante.