Steve y Stan, el azar y el destino

Stan Lee y Steve Ditko no necesitan presentación: ambos formaron unos de los tándems artísticos más importantes del arranque de la era Marvel. Eran una pareja perfecta, de una manera diferente a la que formaba el propio Lee con Jack Kirby, pero igualmente productiva: el sonriente Stan, un vendedor nato que, en ese momento, estaba en sintonía cósmica con lo que quería su público, y el adusto Steve, un genio incansable con una ética del trabajo inviolable. Stan era feliz bajo los focos; Steve y Jack también lo eran, pero bajo unos muy diferentes: los de sus respectivas mesas de dibujo.

Steve y Stan

Los primeros 38 números de The Amazing Spider-man me parecen en conjunto insuperables. Diría que me parecen mejores incluso que los Fantastic Four de Stan y Jack si no fuera porque, en realidad, se parecen como un huevo a una castaña. Fantastic Four era pura imaginación desbocada, una fuerza imparable, con ua cantidad tal de ideas por número que casi no daba tiempo a respirar. Y estaba la Cosa, claro, ese maravilloso ser humano. Pero Spiderman era diferente. Su serie podía ser épica, y estaba llena de acción, pero lo que la hacía diferente a todas las demás era que además de eso era una sátira del género. Se habla mucho del realismo de The Amazing Spider-man, de sus problemas cotidianos, pero a veces nos olvidamos del humor, y de la autoconsciencia posmoderna que llena sus páginas, donde los figurantes podían burlarse de las pintas horteras de los supervillanos.

En buena medida, creo que eso es fruto de la constante tensión entre las visiones contrapuestas de Lee y Ditko. Una vez sentadas las bases del personaje y su entorno, y presentados sus principales antagonistas, la serie tiene un hito fundamental en su número 18. En él, Peter Parker deja de ser Spiderman por un breve lapso de tiempo, no porque pierda sus poderes —maniobra clásica del género que incluso vimos en su segunda película— sino porque sus circunstancias lo castran. La enfermedad de su tía y sus propias dudas son las que le impiden desarrollar todo su potencial, pero, finalmente, Peter se alza de nuevo, por pura voluntad. Y este concepto es esencial, precisamente, en el objetivismo de Ayn Rand y su La rebelión de Atlas que ya comenzaba a investigar Steve. Para Lee, la comedia de las situaciones domésticas vistas desde la óptica del superhéroe eran lo principal, pero para Ditko era cada vez más importante que los superhéroes transmitieran un mensaje muy claro: la voluntad del individuo debía alzarse por encima de la sociedad, rompiendo sus cadenas. Así lo muestra el dibujante en una espectacular viñeta del número 27, y es la idea que subyace bajo el momento clave de toda su etapa en la serie: el clímax de la trilogía del Planeador Maestro, cuando alza varias toneladas de escombros que lo aprisionan.

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Sabemos que Steve Ditko hacía mucho más que dibujar los tebeos, y que su equipo con Lee se rompió definitivamente porque cuando llegó el momento de desenmascarar al Duende Verde no se pusieron de acuerdo sobre su identidad. Pensadlo bien y os daréis cuenta de lo extraordinario de la situación: un tipo que abandona su serie por diferencias creativas, en un momento en el que la inmensa mayoría de la profesión veía su trabajo como un curro alimenticio, y que lo mismo daba qué se dibujara en esas páginas de pulpa. Pero a Steve sí le importó, y mucho. Stan quería que el Duende fuera alguien conocido previamente, para que el impacto de su desenmascaramiento fuera mayor. Quería que fuera Norman Osborn, que llevaba pululando varios meses por la serie. Pero Steve prefería que fuera alguien completamente anónimo, porque consideraba que eso era mucho más realista y lógico: hablaba a través del objetivismo. Pero Lee concebía las cosas de otra forma: para él  Peter Parker era un imán que atraía los problemas, y sentía el impulso constante de enredar a todos los personajes y asociar las tramas en coincidencias imposibles, para acentuar el sentido de la fatalidad que lo acompañaba siempre. De hecho, ya se había usado varias veces la metáfora de «la telaraña de Spiderman» atrapando a todos los secundarios de la serie. J. Jonah Jameson es el responsable de la creación del Escorpión, el hermano de Betty Brant tiene líos con la mafia, el de Liz Allen es el Hombre Ígneo. Y así hasta el infinito.

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En aquel momento, ganó Lee, que para eso era el jefe además del guionista. Posiblemente, Steve estaba ya demasiado cansado como para ceder —y la historia posterior ha demostrado que es un tipo bastante inflexible—. Pero hay un precedente en el que las cosas fueron de otra forma.

En los números 26 y 27 de la serie se desarrolla una historia bastante diferente a lo que habíamos visto hasta entonces. En ese momento, las relaciones entre Stan y Steve estaban prácticamente rotas y el segundo producía las páginas sin guión previo del primero, que luego añadía los diálogos. Hay muchos indicios que demuestran que Ditko se ocupó del argumento de esta historia. Para empezar, es una historia de gánsteres, algo que a Steve le encantaba porque le permitía dar rienda suelta a su querencia por los ambientes sórdidos y oscuros, pero también porque daban lugar a aventuras más realistas. Los villanos de la historia son el Crime Master —un tipo sin poderes armado con una pistola normal y corriente, de aspecto muy parecido al Mr. A que luego creará Ditko— y el Duende Verde, que, sí, es un colorido supervillano, pero que en el fondo puede entenderse, en este momento, como un aspirante a capo de la mafia un poco estrafalario. Otra pista es el papel que juegan las fuerzas del orden. Hasta ahora, los policías habían sido o bien un incordio para Spiderman, o testigos de excepción de sus proezas. Pero Ditko, que los tiene en alta consideración, al igual que a las fuerzas armadas, los hace ayudar al superhéroe en la captura de los gánsteres, y no sólo haciéndose cargo de los prisioneros, sino activamente, abatiéndolos a puñetazos. Y por supuesto, está esa viñeta que comentaba antes en las que Spiderman rompe sus cadenas y se libera.

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Pero lo más interesante de esta historia es que en el destino del Crime Master sucede exactamente lo que Ditko quería que pasara con el Duende Verde, tan sólo unos meses más tarde. Toda la historia parece esquivar el culebrón y las reglas del melodrama. Ditko quiere que su ficción sea realista, y que las cosas sucedan sin la lógica de un guión previamente escrito. Para él, las historias no debían tener su propia lógica artificial. El Crimen Master no es apresado tras una épica pelea con Spiderman, sino que es simplemente abatido a tiros por la policía mientras espía las oficinas de Daily Bugle desde un tejado. No hay última frase grandilocuente, no hay una viñeta espectacular en el que el villano caiga, y no sucede en el clímax del tebeo, sino en sus páginas centrales. El Crime Master muere al fondo de una viñeta, y ni siquiera vemos su cara. Da lo mismo, porque resulta ser un john doe cualquiera. Spiderman, sorprendido, explicita las opiniones de Ditko: «¡En la vida real, cuando un villano es desenmascarado, no es siempre el mayordomo o el que sospechabas! ¡A veces era un tipo que ni siquiera conocías!». Es exactamente lo que pretendía hacer con el Duende Verde y lo que provocó su salida de The Amazing Spider-man.

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Si nos guiamos por la lógica pura, efectivamente Steve Ditko tenía razón. Pero la ficción no es la vida real, ni tiene por qué serlo. Y por eso su resolución de la trama del Crime Master no funciona bien. Consigue sorprender, porque se habían dejado pistas claras de que el villano podía ser el periodista Frederick Foswell —que ya se ocultó bajo la identidad del Gran Hombre—, pero es insatisfactoria y desconcertante para un lector infantil o juvenil, y deja un sabor extraño, quizás también por la forma en que lo cuenta. Un tipo capaz de plantar cara a Spiderman y al Duende Verde, abatido por la espalda: demasiado chocante, demasiado real.

Si Ditko fue el responsable único de esta historia, es muy posible que Stan Lee tomara buena nota de ella, y cuando llegó el momento de desenmascarar al Duende Verde, se negara en redondo a repetir la jugada. El Duende llevaba apareciendo por la serie desde su número 14. Era un personaje popular y los lectores le habían visto ya varias veces en su guarida, sin la máscara y con la cara velada en sombras, amenazando con el puño en alto a Spiderman. Demasiada expectación para que la gran revelación fuera que el Duende Verde era un don nadie. Esa viñeta en la que John Romita muestra al fin la cara de Norman Osborn ante un incrédulo Peter marca el inicio de una historia perfecta, porque el Duende Verde no es sólo un villano más: su rivalidad con Spiderman será el eje sobre el que gire la serie, que va construyendo poco a poco, primero con Stan, y luego con Gerry Conway una tragedia griega donde el destino inevitable es la muerte de uno de los dos. La idea de Stan no era realista ni estadísticamente verosímil, pero sirvió para convertir la serie en la historia de superhéroes definitiva. Norman se convirtió en una amenaza siempre presente, en el único enemigo que conocía la identidad secreta del héroe, y por tanto el que más daño podía hacerle. Y el que más daño le hizo, finalmente.

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Steve Ditko es un genio absoluto. Probablemente Stan Lee no lo es, no al menos en el sentido artístico del término. Pero en aquellos años tenía un olfato comercial insuperable. Sabía dotar a sus historias de un drama que siempre funciona, porque en el fondo remite a las historias que siempre nos hemos contado unos a otros. La suma de ambos daba frutos raros y únicos, que no se han vuelto a repetir jamás en la historia del comic book —y no será porque no se ha intentado—, pero generaba una tensión que imponía un fin cercano a esa química, al contrario de lo que sucedió con Kirby, con más aguante que Steve. Y es muy significativo que conforme más se tensara la situación mejor fuera The Amazing Spider-man. En el fondo, el conflicto entre Steve y Stan era tan viejo como el hombre: la razón chocando con el mito, lo objetivo contra lo subjetivo, lo racional contra lo irracional. El azar frente al destino.

ACTUALIZACIÓN IMPORTANTE: Alberto MdH ha dejado en los comentarios un enlace a la web Comic Book Resources donde se recogen declaraciones de Steve Ditko que desestiman la tesis de que abandonó la serie por diferencias creativas en cuanto a la identidad del Duende Verde, y por lo tanto también desestiman parte de lo que expongo yo en este texto.
Todas las imágenes de este artículo han sido extraídas de Classic Spiderman y Spiderman de John Romita, ambas editadas por Planeta.