Jerusalén, un retrato de familia (Boaz Yakin y Nick Bertozzi). La Cúpula, 2013. Cartoné. 15 x 21 cm. 404 págs. B/N. 28 €
Hace unas semanas hablamos de la obra póstuma de Harvey Peckar, una especie de hagiografía de su ciudad filtrada a través de unos apuntes autobiográficos del autor. El título que nos ocupa hoy aborda la lectura histórica de una ciudad pero desde otro punto de vista. Estamos hablando de Jerusalén, un retrato de familia de Boaz Yakin y Nick Bertozzi. En una pequeña introducción a la obra se recoge la importancia de esta metrópoli de Oriente Medio, ahondándose en su carácter inmortal y en cómo se ha convertido en un ejemplo, forzado, de la coexistencia entre diferentes culturas, creencias y razas, lo cual se ejemplifica en el conflictivo barrio de Machane Yehuda, cuna de convivencias de familias de distintas procedencias y creencias.
Es en ese plano en el que los autores sitúan el contexto del libro, los años previos de la independencia del Estado de Israel y los conflictos generados por la relación entre musulmanes, judíos y el ejército de ocupación británico. Se nos muestra la historia del momento clave en el que los judíos que habitaban en Israel estaban levantados en armas contra el ejército británico. En principio se desarrolla la idea de desplegar una lucha abierta en varios frentes: el político, el ideológico, el militar y el territorial, todo ello articulado a través del día a día de una familia judío-israelí en el que un padre indolente y flemático no hace nada por solventar los problemas de la familia ni involucrarse en la lucha contra el invasor y tan solo se deja llevar. Eso provoca, en cierta forma, la actitud combativa de todos y cada uno de los hijos que luchan de una manera u otra a favor de la independencia.
En el primer acto de Jerusalén se nos plantea una historia que juega a pasar de la ficción a la realidad para articular un relato sobre una contienda, no solo contra el invasor, sino por el espacio vital que ocupa cada uno de los personajes. Se trata de un primer acto que acaba con dos acciones catárticas: un acto terrorista que acaba en masacre, y el encarcelamiento de ese padre que no hace nada por mejorar su contexto vital. En el capítulo que lleva por título “La ley” se desarrolla una intensa refriega contra las propias leyes judías y el proteccionismo de las propias familias, enmarcando el proceso de liberación del pueblo judío y la separación de Palestina en dos naciones separadas por las creencias religiosas. Sin embargo, esa pelea no es única. Elías, un personaje ajeno a la familia protagonista establece otro tipo de lucha que no tiene que ver con la nacionalista, sino contra los estigmas socioeconómicos que lastran la sociedad capitalista. Esta lucha y la organización comunista que la lidera son en cierta manera los únicos que establecen unos parámetros de convivencia. Dicha asociación está integrada por árabes y judíos, y se rompe con la separación en dos estados.
En cierta manera este cómic es una cuenta atrás de uno de los momentos más convulsos vividos en esa zona, un periodo que podríamos denominar como seminal, en el que los planteamientos del pasado están destinados a morir. En esa traslación de épocas los árabes quedan completamente desdibujados, son una masa que pasan a convertirse en un tumulto de personas sin individualizar que actúan con odio exacerbado. En ese sentido el odio de la familia judía está gestionado y canalizado buscando un sentido a las roturas de la sociedad multicultural del momento y a las fragmentaciones familiares debidas a la exacerbación ultranacionalista del bando judío.
En resumen, Jerusalén es un retrato crudo que ofrece pocas concesiones al sentimentalismo ya que va a la raíz de la historia, y a los antecedentes del sangriento nacimiento del actual Israel. Tampoco es un relato sobre lo heroico, es más una historia sobre las miserias de la guerra que ronda lo histórico y en el que pesan mucho las fechas y los eventos oficiales. Son estos los que desencadenan las reacciones intrafamiliares que representan de forma paradigmática ambos lados del conflicto, causan mucho dolor con sus acciones pero también lo sufren, son un germen de verdugos y de víctimas.
Resulta curioso como en esta radiografía queda en un tercer plano la religión, y más cuando uno se plantea leer un relato de estas características creyendo que ese factor va a tener un gran peso. Esta permanece en cierta manera ajena a todo el conflicto. En ese sentido esta novela gráfica se convierte en imprescindible para entender la situación entre ambos pueblos y los desencadenantes de la situación de desigualdad actual dejándonos el juicio a nosotros. Los narradores nos cogen de la mano y nos dejan allí, para que echemos un vistazo a la vida de esas personas anónimas que lograron cambiar el sentido y la dirección de un país sacrificando sus vidas. Otra cosa es plantearse si el actual Estado de Israel es aquel por el cual lucharon en su momento.