Un medico novato (Sento)

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Un medico novato (Sento). Sins Entido, 2013. Rústica. 17 x 24 cm. 152 págs. Bitono. 20 €


En la obra de teatro Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán-Gómez, estrenada en 1982, y pronto trasladada al cine, una familia madrileña de clase media ve truncado su prometedor veraneo –como símil de la vida futura, con sus hijos ya criados, un buen piso y el padre con un empleo estable– por el estallido inesperado de la guerra. Como a los personajes de este drama, el alzamiento militar pilló con el pie cambiado a la mayoría de la población civil urbana, que afrontaba un nuevo periodo vacacional sin demasiadas nubes en el horizonte y creyendo que la inestabilidad política de los meses previos se había conseguido corregir. Eso mismo le ocurre al joven médico Pablo Uriel, protagonista de Un médico novato, recién licenciado, que escudriñaba su futuro con esperanzas, y al que, tras una breve sustitución y el obligado servicio militar, se le abría un amplio abanico de posibilidades. Por desgracia ese porvenir no llega, en su lugar aparece un destino incierto. Lo que para muchos –entre ellos el propio Pablo– era un incidente que el gobierno pronto lograría controlar devendrá en un largo y desesperante conflicto armado que socavará los anhelos y las vidas, en suma, de mucha gente.

Reflejar esa desesperación, esa inseguridad respecto al futuro, ese desconcierto ante unas circunstancias incomprensibles que superan a la persona como individuo, es posiblemente el mayor logro de Sento en este trabajo. La historia que aquí se nos narra se desarrolla a lo largo de cuatro meses y medio, entre julio y mediados de noviembre de 1936, y se basa en las memorias del propio Uriel. En dicho periodo de tiempo no llegará a conocer el frente, ni siquiera será incorporado a ningún batallón, lo cual no quiere decir que no sea, a su pesar, un testigo directo de las desgracias que toda contienda bélica trae consigo. Permanecerá en la retaguardia, sin que eso le libre de la sombra de la muerte. Ese desgarrador verismo acerca el presente cómic, en cuanto a propósitos y objetivos, a Un largo silencio, aquel magnífico trabajo firmado por Miguel Gallardo a partir de las vivencias de su padre, al tiempo que su diferente naturaleza los distancia (Gallardo padre ejercía como narrador escribiendo él mismo los textos, mientras que ahora hay un único responsable de la adaptación). Esta última condición parece dotar a Sento de mayor libertad creativa a la hora de abordar el testimonio de su suegro. Libertad que aprovecha, no para especular, sino para buscar otros puntos de vista que complementan a la perfección el argumento principal, lo enriquecen y lo ayudan a transcurrir de un modo más natural. E incluso en los capítulos más reflexivos, cuando traslada a viñetas los pensamientos y preocupaciones de Uriel, su estado de ánimo, sus pesadillas, en las que los contornos de los paneles se ondulan, no deja de ser fiel al espíritu memorístico, consiguiendo que encajen con soltura en el conjunto.

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En una entrevista concedida precisamente a Entrecomics, Sento confesaba que este era un proyecto que venía de lejos, y que por fin ahora, cansado de su paso por otros sectores y habiendo madurado como artista, se atrevía a retomar, gracias también a la concesión del VI Premio Internacional Fnac-Sins entido de Novela Gráfica. En algunos trabajos anteriores, como Ruinas (1995) o el cuaderno de dibujo Viaje a Bosnia (2000), ya había manifestado plenamente una enorme capacidad de transformación, adaptando su grafismo en virtud del tono del relato. Lamentablemente tras esos títulos no habíamos podido comprobar si esa versatilidad tendría un mayor desarrollo, desde entonces tan sólo había aparecido en el mercado la reedición de algunas de sus historietas cortas en el álbum El cartero audaz (2003). Pero la aparición de Un médico novato viene a consolidar esa idea. Pues pese a que el tratamiento del guión es muy tradicional en sus planteamientos, Sento sabe hacer suya la historia, se la apropia consiguiendo que su dibujo, moderno, estilizado, caricaturesco, parezca el más apropiado, algo muy similar a lo que logró Kim en El arte de volar. Historietistas como ellos, relacionados durante gran parte de su carrera con publicaciones muy populares, deben lidiar con la imagen predefinida que de ellos se tiene, y despojarse cuando es necesario de todas las etiquetas que les hayamos podido colgar.

La trayectoria de Sento arranca a mediados de la década de 1970, y tras colaborar con diversas publicaciones locales dará el salto primero a El Víbora y después a Bésame mucho. Su encaje en la primera de dichas revistas será complicado, tanto por sus intenciones experimentales como por sus preferencias estilísticas, con lo que pronto la abandonará en beneficio de la segunda. A partir de ahí su posterior traspaso a Cairo le convertirá en uno de los pilares estéticos de dicha cabecera, que será el órgano de expresión de la llamada línea clara, heredera tanto de la historieta clásica franco-belga como de los semanarios españoles de posguerra (no sólo del TBO, también de los productos de la escudería Bruguera o de Editorial Valenciana). Allí se le adscribirá inmediatamente a la llamada “Nueva Escuela Valenciana”, junto con Micharmut, Mique Beltrán, Daniel Torres o Javier Mariscal, un apelativo –el de “Escuela”- polémico (podían tener referentes comunes, pero no por ello los mismos intereses) que, de acuerdo, con Álvaro Pons y Vicente Sorní sería más adecuado cambiar por el de “Generación”. Su trazo llamativo y moderno, tan atractivo en obras como Velvet Nights (1984), parecerá durante demasiado tiempo ligado a unas temáticas determinadas, un sambenito del que se desembarazó con facilidad a finales del siglo pasado y que ahora entierra definitivamente.

El retorno de Sento al panorama tebeístico nacional ayudará sin duda a reivindicar y recuperar a uno de los autores más olvidados del boom ochentero. Después de una década de silencio ha vuelto con su historieta más ambiciosa, y posiblemente más personal, digna heredera de todo su recorrido artístico previo, al que, lejos de renunciar, toma como impulso.