Battling Boy (Paul Pope)

BATTLING-BOY

Battling Boy (Paul Pope). DEBOLSILLO, 2014. Rústica. 15 x 21 cm. 208 págs. Color. 14,95 €

Lo que le sucedió a Paul Pope con los directivos de DC Comics es la demostración más reciente y demoledora de que las grandes editoras norteamericanas de superhéroes han dado por perdido al público juvenil desde hace mucho tiempo. Pope propuso una nueva serie de Kamandi, la creación de Jack Kirby, que estaría orientada a chavales de doce años o así. Anda que no habría molado, ¿eh? Pues a los editores de DC parece que no mucho, porque le soltaron a Pope que se olvidara de ese público, que sus lectores eran varones cincuentones en su mayoría. Lo cual explica en buena medida el descenso de ventas progresivo de los comic-books, aunque no es ése un jardín en el que me quiera meter ahora.

La cuestión no es tanto que los críos hayan ido desinteresándose por los tebeos de superhéroes con el paso del tiempo —no es un proceso nuevo, ni mucho menos— sino si esto se aplica a la totalidad de los tebeos. Si el cómic como medio no tiene nada que decirle a los menores de, pongamos, dieciséis años. Yo creo que no, y ahí están las toneladas de manga que se venden en EE. UU. —estamos hablando de ese mercado, recordemos—. Decimos muy a menudo que los niños de hoy en día «no leen» y aunque yo no voy a entrar a discutir aquí si eso es cierto, o si la superioridad intelectual que se atribuye nuestra generación es real o una creencia que aparece sistemáticamente en todas las generaciones, sí voy a señalar que, pese a todo, cada año hay varios pelotazos editoriales en la literatura infantil/juvenil de mayor o menor intensidad.

Y Pope parece haberse fijado mucho en esto para dibujar su Battling Boy, una serie que, argumentalmente, ya no guarda demasiada relación con Kamandi. Pero sí lo hace precisamente con esa literatura juvenil contemporánea, en la que desde Harry Potter siempre aparece una constante: el elemento fantástico. Hombres lobos, vampiros, magos, elfos… Lo sobrenatural está de moda, y, de hecho, es muy complicado encontrar una novela juvenil que funcione bien y sea costumbrista. O sea que ahí hay un mercado, y si hablo de mercado es porque creo que Pope se ha propuesto firmemente hacer un tebeo comercial, que venda de verdad —no, vender 100.000 copias en un mercado de más de trescientos millones no es vender de verdad—. Pero esto no lo digo con ánimo peyorativo, ni mucho menos. Lo comercial, o lo infantil, ya puestos, no están reñidos a priori con la calidad. El problema es que a fuerza de imponer plantillas y estrechar los márgenes, lo comercial ha acabado siendo sinónimo de formulaico, neutro y procesado. Sólo hace falta leer la gran mayoría de esa literatura de la que hablaba antes.

Y por eso lo que propone Pope es tan interesante. Battling Boy es una obra de autor, en el sentido de que él la controla y posee sus derechos, pero también porque no es un producto prefabricado. Pope, que es uno de los dibujantes más interesantes del mercado americano en los últimos diez o quince años, no deja aquí de serlo, y la adecuación de los contenidos a un público en una franja de edad determinada no implica una rebaja de las aspiraciones artísticas. Battling Boy está muy bien dibujado, y Pope se luce tanto en las escenas cotidianas como en las —abundantes— escenas de acción. El diseño de personajes es sobresaliente, y parte del pulp y del steampunk para crear un mundo de ficción heroica pero sin una influencia directa de la tradición del género de los superhéroes —algo parecido a lo que hizo Alan Moore en Tom Strong, por ejemplo—. Quizás lo más interesante de la serie, por lo visto hasta el momento, sea esa reformulación de conceptos que se aleja de los tópicos sin renunciar a los arquetipos que siempre funcionan.

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No he dicho nada del argumento, a estas alturas. Chico Batallador es un chaval hijo de un poderoso héroe, que vive en un mundo lleno de ellos, y que, al cumplir trece años, es enviado a la Tierra —a una muy parecida a la nuestra, pero diferente— para que pueda realizar su primera gran gesta y descubra si él también es un héroe. Ahí Pope ha dado totalmente en el clavo: como cualquier buena novela para adolescentes, ésta cuenta un rito de paso. Luego hay monstruos, y héroes de la fantaciencia, y otro personaje, Aurora West, a través del cual se desarrolla el concepto del legado, y la carga y responsabilidad que ello supone. Ah, y también tenemos una idea genial: ¡camisetas con animales de poder!

Lógicamente, a mí me pilla ya mayor Battling Boy, pero no lo suficiente como para no disfrutarlo mucho, sabiendo que si me coge con trece años seguramente se habría convertido en una lectura de las que marcan, como pudieron serlo los primeros superhéroes que leí. La apuesta de Paul Pope es ésa: ofrecer un tebeo que los chavales compren como compran la nueva entrega de cualquier heptalogía de fantasía juvenil. Y por eso la apuesta debía hacerse con el formato de tomo de bolsillo, claro, porque esto en comic-book no habría tenido sentido. El tiempo dirá si Pope ha acertado. De momento, ha conseguido dejarme con ganas del siguiente tomo, en el que se adivina una interesante relación entre Chico Batallador y Aurora West: el poder frente al entrenamiento. Por no hablar de una serie centrada en Aurora, dibujada por David Rubín.