FIRMADO MR. J (XII) En busca del arte perdido

portada white cube


White Cube es el primer álbum del belga Brecht Vandenbroucke (Veurne, 1986), un artista multidisciplinar cuya “heterogénea producción artística comprende los ámbitos del cómic, la ilustración, la escultura, la pintura y el cortometraje”, según reza la biografía presente en el sitio web de Fulgencio Pimentel. La editorial riojana, sinónimo de excelencia en la publicación patria de historietas, ha vuelto a aliarse con los valientes francotiradores de Entrecomics Comics para ofrecer a los lectores este álbum esteticista e irreverente, divertido a más no poder, que hace mofa del arte contemporáneo –o, mejor dicho, de la percepción contemporánea del arte– con la sutileza y convicción propias de un verdadero connoiseur.

De los building cuts de Gordon Matta-Clark al arte performativo de Marina Abramovic, pasando por el noise, el pop o el cubismo, Vandenbroucke no deja títere con cabeza en esta colección de historietas mudas de no más de dos páginas cada una. Los protagonistas son dos gemelos calvos que visitan incansablemente museos, exposiciones, festivales y cualquier espacio ocupado por el arte, armados con un espíritu crítico inquebrantable y el sencillo mecanismo de sus pulgares para expresar si algo les gusta o no. Tienen también la continua necesidad de intervenir el arte ajeno, y es que los gemelos poseen una arrolladora vena creativa y muy pocos miramientos.

Como si de una tira clásica se tratase, el humor de White Cube es recurrente, nace del ingenio, pero sobre todo de la repetición de esquemas. El autor exhibe un asombroso dominio de la narrativa y recicla o inventa recursos por doquier, y no menos sobresaliente es el uso del color, que convierte cada página en un espectáculo. White Cube tiene deudas con el arte y la historieta, y no es casualidad que el libro esté dedicado al artista Hannelore Van Dijck y al singularísimo historietista Brecht Evens, de quien ya hemos podido disfrutar esa otra fenomenal y divertida elucubración sobre las miserias del arte contemporáneo titulada Los entusiastas.

En dos palabras: muy recomendable.

portada todo y nada


Y todavía no me he recuperado del impacto que me causó la lectura de Grandes preguntas, de Anders Nilsen, cuando cae en mis manos Todo y nada, de Sammy Harkham, otra rutilante joya del tebeo independiente estadounidense publicada por Fulgencio Pimentel, ahora en solitario.

Harkham (Los Ángeles, 1980) es el enésimo milagro de una cantera que parece no tener fin, y viene a sumarse a la nómina de autores imprescindibles del tiempo actual, con su meditada mezcla de vanguardia y clasicismo al servicio de un universo puramente personal. El título de la recopilación española amplía el original, Everything Together (todo junto), y lo completa, aportando una dualidad que está en el corazón del trabajo de Harkham. He mencionado antes la preocupación por lo nuevo y lo antiguo, que es a la vez formal y temática, pero hay muchos otros pares en esta recopilación de relatos en viñetas: hermosura y feísmo, crónica y sueño, trascendencia e intrascendencia, magia y realismo. El artista alardea de un estilo aparentemente sencillo, pero que es realmente complejo, sofisticado, y la libertad y espontaneidad que se derivan de la lectura nacen de un trabajo minucioso y ordenado. Dice la contraportada que Harkham es preciso y elocuente, y es justamente la precisión –narrativa y plástica– la que provoca el carácter expansivo del discurso.

Napoleón, Daniel Clowes, Gary Panter, el hombre elefante y el propio autor son personajes de este fenomenal volumen que transporta al lector a L.A., Ucrania, el sur de Australia, el territorio fantástico de Maurice Sendak o el simple y llano espacio de la vida cotidiana, con sus pesadillas reales o imaginarias. Hay piezas cortas, cortísimas, y otras más largas como “Somersaulting” o “Pobre marinero”, que anuncian la maravilla que vendrá cuando Harkham dé al fin a luz las novelas gráficas en las que anda ocupado. Por lo pronto, esta recopilación ha merecido el premio de Los Angeles Times al mejor libro de 2012. Y no es de extrañar, pocas veces tiene uno la oportunidad de acercarse a una obra tan bella, fascinante y satisfactoria.