Planeta tierra (Aisha Franz)

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Planeta tierra (Aisha Franz) La Cúpula, 2014. Rústica con solapas. 13,2 x 17,5 cm. 212 págs. B/N. 16 €

Las narraciones de mujeres de una misma familia pero distintas generaciones que conviven en una casa son en sí mismas un género. En estos discursos, la mayor de las mujeres –una madre o una abuela– ve en sus descendientes los errores que cometió de joven, y cómo aquellas decisiones que en un principio parecían banales son más importantes de lo que hubiesen podido parecer en un primer momento. Son relatos que suelen mirar hacia dentro, de carácter íntimo y que utilizan la casa como una excusa para interiorizar en los personajes.

Dentro de este género que nos hemos inventado, aunque quizás lo podamos definir mejor como transgénero ya que en este cabe todo tipo de géneros, podemos incluir Planeta tierra, la primera novela gráfica de Aisha Franz. En esta obra de la autora germana se percibe la pervivencia del modelo narrativo comentado en el primer párrafo. Sin embargo, destaca la importancia de los espacios externos como un elemento catalizador y catártico de lo que sucede en el interior de la casa. Si la casa materna se configura como una especie de gran útero en el que la madre pretende tener a salvo a sus dos hijas de las “agresiones” del exterior, la calle, el campo y los descampados se convierten en factores que dan pie a la casualidad como un elemento que puede conducir al caos o al orden interior de los personajes.

En el entorno emocional narrado por Aisha Franz tiene una característica que afecta a todos los personajes: la decisión más nimia afecta a las protagonistas de forma devastadora. De manera que lo casual pasa a convertirse en causal, de ahí el sentido protector de la madre hacia las hijas. Doris, la madre, es una mujer cuya vida ha venido determinada porque en un momento muy concreto fue a comprar a un supermercado al que no solía ir y en el cual conoce al padre del que será sus hijas. De esa especie de conjunción de momentos que no deberían afectar a la vida de las personas surge en el presente una especie de fantasma de la persona en la que podría haberse convertido.

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Sin embargo, es la madre en sí misma la que es un fantasma vigilante de sus hijas. La mayor fantasea con huir, con salir de casa para vivir la vida, aunque parece que no es capaz de abordar tal misión con la entereza que debería o la que tiene planeada en un primer momento. Se convierte en un manojo de dudas que le impide salir de la casa materna. En cuanto a la hija pequeña, sucede todo lo contrario, utiliza la casa y más concretamente su habitación para refugiarse del mundo exterior e incluso de ella misma, temiendo el cambio que va a sobrevenirle en pocos años. Para evitar esa angustia en una casa tan claustrofóbica, crea o se le aparece, todo depende el punto de vista, un alien sobre el que proyectará sus ansiedades y que servirá como mediador hacia una adolescencia que se prevé difícil dentro de ese entorno familiar.

Pero el mundo de Planeta tierra no está solo poblado por mujeres; los hombres, en cierta manera son los “responsables” de la situación, no por acción directa sino por la situación en que se han desarrollado a través de las relaciones interpersonales que aparecen de manera desdibujada pero siempre están presentes. En el caso de la madre, a través de varios flashbacks que remarcan la importancia de las pequeñas decisiones, y porque en cierta manera la aparición de este al final del relato supone uno de los elementos que produce crispación en ese entorno familiar. La hija adolescente empieza a flirtear con hombres –en su caso un tipo que siempre lleva calzadas una gafas de sol y cuyo único interés es salir con chicas–, definiendo un eperfil un tanto reduccionista pero que en cierta manera representa los temores de la madre hacia el género masculino. Para acabar, está la niña pequeña con su alien (macho) que, en ciertos aspectos, la incita a empezar a reconocerse como mujer.

Planeta tierra busca ahondar en ciertos aspectos intimistas de la mujer sin caer en conceptos decimonónicos de la mujer débil cuya vida esta encauzada a casarse por amor. Aquí se acentúan aspectos completamente diferentes, son las mujeres las que toman sus propias decisiones, correctas o incorrectas, y las que dirigen su propia vida. En el apartado gráfico destacan los desgloses narrativos, en algunas páginas hay hasta 12 viñetas, que implican cierta pulsión por la acción de las protagonistas. En definitiva, un buen título aunque a veces volver una y otra vez al pasado de la madre centrándose en los mismos momentos hace que se lastre la historia.