Extraños (Javier Sáez Castán)

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Extraños (Javier Sáez Castán). Sexto Piso Ilustrado (2014). Rústica. 25,3 x 37 cm. 48 págs. Color. 24 €

Con Extraños de Javier Sáez Castán Sexto Piso se une al grupo de editoriales literarias que se lanzan a la publicación de cómic, un fenómeno cada vez más frecuente y cuyo alcance está aún por ver, pero que cuando resulta en una mayor variedad en el mercado es doblemente interesante.

Es el caso de este cómic de gran formato y aspecto atípico, obra de Sáez Castán, ilustrador de estilo clásico y querencia por el grabado del XIX y las vanguardias. Extraños trasluce esas influencias pero sobre todo se entrega sin disimulo al homenaje a la serie B cinematográfica y a los programas televisivos con historias breves de terror. De hecho, así está estructurado el cómic: son tres historias presentadas y narradas por Vincent Price con retranca y con ironía autoconsciente, propia, claro, de la visión revalorizadora del pulp que hoy está más extendida. Aunque Extraños no es pulp, en mi opinión; es demasiado sofisticado para eso, demasiado estudiado, demasiado único en el panorama actual. El buen dibujo de Sáez Castán, rico en detalles y texturas propias del grabado, funciona bien en los dos primeros relatos porque sitúa en un entorno realista y concreto —Nueva York y la Escocia rural— y se pierde un poco en el tercero, donde la ambientación es más difusa. En los tres la premisa es la misma, sin embargo: un ser extraño que aparece en nuestro mundo, vinculado a un color —rosa, azul y verde respectivamente— que rompe la monotonía del blanco y negro. Extraños explora, como reza el texto promocional, la naturaleza del Otro, el choque entre lo que conocemos y lo que no, y el concepto de monstruo como marginado social, aunque todo tiene bastante humor y no se sobreexplica lo que, por otra parte, es un punto de partida obvio y confesado ya en el título.

Mi historia favorita de las tres es sin duda «El horror de Loch Lambton», donde una especie de serpiente marina que vive con su mamá y su hámster en un apacible pueblecito decide cambiar de look para intentar salir de una depresión. La prosopagnosia de los habitantes del pueblo provoca que el monstruo cotidiano se convierta en el monstruo extranjero, y demuestra que el miedo no está tanto en lo diferente, sino en lo diferente extraño. Los míos y los otros. La diversidad es admitida únicamente como rasgo de nuestra comunidad; fuera de ella, todos son enemigos.

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La conclusión a la que llega Sáez Castán es la única posible, si seguimos ese razonamiento: si todos somos diferentes… todos somos monstruos. Y en la conclusión del programa, con anuncio de patrocinador incluido se dan cita los tres monstruos de colores de las historias previas y llega el monstruo más extraño de todos para unirse a la reunión, con un recurso efectivo, que no desvelaré, pero que me temo que vi venir, aunque no por falta de habilidad del autor, sino porque, casualmente, ya lo había visto en ¿Quién es el gilipollas?, un pequeño fanzine de Diego Núñez y Timoneda.

Pese a que en algunos momentos uno no sabe a dónde quiere llegar exactamente Sáez Castán, la propuesta me ha gustado y me ha resultado interesante. Cuando un autor se entrega al pastiche —y este cómic creo que lo es, y de hecho me ha recordado, más por intención que por estilo, a cosas de Keko como Cuatro botas— se corre el riesgo caer en el mero ejercicio de estilo, o de perderse en el mar de referencias. Sáez Castán no supera siempre esos peligros pero sí logra un cómic original y personal, donde la frialdad no debe verse como un defecto sino como un rasgo buscado por su parte.