Green Manor (Fabien Vehlmann & Denis Bodart)

La reseña de Green Manor corre a cargo de Javier López Menacho, firma invitada.

Green Manor Fabien Vehlmann Denis Bodart
Green Manor (Fabien Vehlmann & Denis Bodart). Dibbuks, 2012. Cartoné. 19 x 25 cm. 160 págs. Color. 24 €

El Green Manor’s Club es un selecto club formado por intelectuales londinenses que se reúnen con el fin de resolver los casos de asesinatos más rebuscados y macabros de la ciudad. Entre ellos se establece una competición por resolver los casos que se presentan en estas 16 historias criminales que reúne Dibbuks en un tomo hecho con mimo, con aspecto de libro antiguo encontrado la biblioteca de un anticuario. Analicemos sus claves de lectura.

Los más inteligentes
La supuesta superioridad intelectual de los miembros del club sobre el resto de la sociedad es el motor de la acción. Sin esa necesidad de autoafianzarse como los más inteligentes del lugar el cómic no existiría. Esto lleva, no sólo a estrujarse el cerebro a sus componentes, sino a cruzar barreras morales o saltarse su propia humanidad si con ello demuestran su condición superior. Se establece un cruel juego de rol entre los que narran el asesinato y los que tienen que solventar el misterio. Una carrera narrativa en la que unos tratan de llegar al final, y los otros ansían solucionar el caso antes de tiempo.

La irresistible belleza de la muerte
O la estética por encima de la ética. Como miembros de un club de intelectuales, la belleza está presente siempre que reluzca a través de la muerte. Un asesinato perfecto, que permanezca blindado ante cualquier investigación, es aquí un buen asesinato. Sus personajes lo consideran necesario para hacer evolucionar la inteligencia humana (en cierto episodio, se habla de las personas “asesinables” como rémoras sociales), situándose en un olimpo moral por encima de las reglas básicas de convivencia. Hay un darwinismo intelectual bastante evidente que derivan en escenas tan patéticas como memorables. En esta ambivalencia se mueve el cómic.

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El efecto Matrioska o La continuidad de los parques
Como hiciera Julio Cortázar en su célebre relato, en muchas ocasiones la historia salta a un primer plano narrativo, sorprendiendo al narrador y al lector. Los asesinatos implican a los propios miembros del club o su entorno. Así, se bifurca el efecto sorpresa hacia el lector, que puede recibirla por el hilo conductor de la historia o por encima de ésta. Es más, a veces sucede la historia sobre la historia de una historia, recordando a las muñecas rusas (en este cómic, al final, la narración se abstrae hasta un loco que, en el manicomio, le cuenta a un investigador psiquiátrico cómo son las entrañas del Green Manor. La locura de la humanidad, supongo).

El sentido lúdico del horror
Lo cierto es que estos lords sin escrúpulos consiguen aliarse con el lector tras las sucesivas narraciones. Sin darnos cuenta, testigos de sus charlas y uno más de ellos, cómplices de asesinatos. La experiencia de lectura establece un Cluedo literario, donde el lector, a medida que descubre las claves de caso intente anticiparse a la solución. El libro tiene mucho de juego.

Un marco ideal
La condición extremadamente piramidal de la sociedad londinense de la época (siglo XIX), sus claroscuros, su sentido del honor y su déspota ilustración suponen el escenario perfecto para estos crímenes y aportan verosimilitud a todos los relatos. Son los tiempos de Jack el destripador, Conan Doyle y Willy Fog. El estilo gráfico que imprime Denis Bodart, clásico en la distribución de viñetas y con un estilo que combina el realismo del escenario con lo caricaturesco en el tratamiento de los personajes, consigue atraparnos en las historias de principio a fin.