Subterfuge Comix. 25 años más allá del underground (VV AA)

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Subterfuge Comix. 25 años más allá del underground (VV AA). Autsaider Cómics, 2014. Rústica con solapas. 228 págs. B/N. 20 €

Los noventa fueron tiempos duros, ya lo sabéis todos. En los tebeos, aclaro. Fueron tiempos de guerra de guerrillas, de pequeños grupúsculos casi suicidas que se lanzaron a la aventura de la autoedición o la microedición en un mercado casi destruido. Cuando ninguna gran editorial apostaba ya por los autores españoles, antes de que la novela gráfica reactivara las cosas, la historia del cómic español fue la historia de un puñado de hombres y mujeres que mantuvieron viva la llama contra todo pronóstico por pura voluntad personal. Pasados los tiempos oscuros, no todos se levantaron entre los escombros —más de uno se quedó, lamentablemente, por el camino—, pero desde luego aquellos cómics son esenciales para entender la escena actual, incluso aunque muchos lectores no los recuerden y falten estudios teóricos rigurosos sobre el periodo, del cual sólo recuerdo un artículo de Santiago García en U, «Guerreros de antaño».

Para paliar ese olvido viene fenomenalmente bien este recopilatorio que conmemora los veinticinco años desde la creación del sello Subterfuge Comix editado por Autsaider Cómics. Tiene todo el sentido que sea ésta la editora, porque de alguna forma puede verse como la heredera de al menos una parte del espíritu de Subterfuge, que es, en realidad, el espíritu de lo underground. De lo underground no como género, pose o etiqueta comercial, sino como una filosofía de vida y de mercado. Una manera de entender la creación al margen de exigencias y de ataduras comerciales.

Lo interesante de este viaje al pasado tan bestial, en muchos sentidos, y que yo no viví como lector sino muy hacia su final, es comprobar cómo aunque a priori uno podría esperar encontrarse con los epígonos del underground —por la fecha: años noventa y principios de los dos mil— en realidad está más cerca al movimiento original americano de lo que podría pensarse. Está puro y sin cortar. Y Borja Crespo explica muy bien en su artículo introductorio cómo surge y cuál era el espíritu del fanzine que lo comenzó todo, y en el texto de contraportada se da la clave del underground: «el talento brutal de unos y la desinhibición amateur de otros». Eso es. No siempre la calidad es el único factor determinante, como tampoco lo fue en el underground americano—varios de los primeros dibujantes de los primeros Zap! No habían publicado nunca un tebeo, por ejemplo—. La temática, la ruptura con lo académico, el espíritu de la época… Lo underground aparece en épocas de crisis y apolillamiento, cuando los lectores —no tanto el mercado— necesitan un buen meneo. Da lo mismo lo que vendiera en su momento: Subterfuge publicó lo que en ese momento necesitaba publicarse.

Viendo la recopilación, me parece adecuado considerar a los integrantes de la Línea tremenda como el núcleo de Subterfuge y los más puramente underground. Un primerizo Crespo, Ladrón y Enrique Lorenzana hacen historias deliberadamente cafres llenas de violencia salvaje, vísceras, sexo enfermizo, pollas gigantes y perversión de iconos pop. Por supuesto, nada no ya impublicable por canales más tradicionales entonces, sino posiblemente tampoco ahora. Aunque fuera por cuestiones de copyright. Como decía antes, lo importante no es la calidad, sino la catarsis, lo cual no significa que todos apuntaban maneras, y especialmente Ladrón alcanza mucho nivel en «Un Wonder-bra» y Enrique está impresionante en «Prostatic Pain», deudor del Chester Brown más loco. Aunque no formaran parte estrictamente del grupo, Daniel García, Chema García y Koldo Serra siguen esa misma línea.

Paradójicamente, esos autores más puramente underground son los que o bien no han seguido publicando o bien han cambiado su estilo e intereses. Que es, por descontado, algo completamente lógico y que va unido al desarrollo personal y profesional.

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Quizás el caso más claro de esto, no obstante, esté en un autor que dio aquí sus primeros pasos y que ahora está consagrado: Paco Alcázar. Sus historias cortas son una de las razones más contundentes para leer este libro, y son tan negras —especialmente en lo que respecta al abuso infantil— que sólo el dibujo totalmente alejado de lo realista las hace tolerables. También se incluye un clásico, «Porque te gusta», ya más cercano a la línea más surrealista y extraña del Alcázar contemporáneo. Otro grande que tiene aquí publicadas historias primerizas es Fermín Solís, que ya se encaminaba por otra línea, decididamente más indie, con influjo americano pero de sus contemporáneos. En ese mismo marco hay que insertar el seminal «Freaks in love» de Sergio Córdoba, que a mí personalmente me parece muy inferior a las cosas que luego publicó en Malas tierras, pero cuya importancia es indiscutible. Córdoba es a día de hoy quizás la ausencia más triste del mercado español, una de esas víctimas de la travesía del desierto que merecería disfrutar de lo que hoy tenemos.

Miguel B. Núñez sí ha seguido publicando y su evolución desde su corte indie —aunque con un punto chungo— al minimalismo que practica hoy es interesantísima. Por el contrario, Miguel Ángel Martín ya era totalmente reconocible en breves historias como «Chernobyl Voice», tanto en su trazo como en sus temas / obsesiones: la música, la nueva carne, la deshumanización de la sociedad contemporánea. El universo de Martín es quizás el más sólido de entre los autores de su generación, y desde luego creo que es el gran hallazgo de los noventa. Su vigencia hoy, en nuestro mundo, sólo aumenta su relevancia.

Hay dos clásicos más que siempre han ido a su bola, y que hoy siguen publicando de una forma u otra. De Javirroyo se incluyen las primeras historias de la Cebolla Asesina, y de Elreydespaña varias historias cortas muy cafres, aunque, siendo sincero, puestas en perspectiva me lo parecen mucho menos que lo que hace Alcázar, que por otro lado es muy diferente.

La última aportación es la de los Gallego Bros., con un estilo que choca mucho con el resto de los autores y que me ha recordado mucho a cierto registro de David Ramírez, por la influencia cartoon: de hecho ahora se dedican a la animación.

La lectura de Subterfuge Comix. 25 años más allá del underground es una experiencia ineludible para conocer una época que queda perfectamente capturada no sólo en las historietas, sino también en los artículos que se incluyen. Al margen de la nostalgia, lo agradable e importante es comprobar que todo aquello no fue en vano, que su espíritu siguió vivo. Que aquella guerra mereció la pena librarla y hoy, por mucho que algunos piensen que esto se va al carajo, disfrutamos de aquella victoria.