Fantasmas (VVAA)

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Fantasmas (VVAA). El verano del cohete, 2014. Rústica con sobrecubiertas. 27,5×21 cm. 64 págs. Color. 20€

Las historias de fantasmas remiten casi invariablemente a la memoria oral y al inconsciente colectivo, porque no hay un solo grupo humano que no haya imaginado que hay algo en nosotros que trasciende lo carnal y, por tanto, que no haya contado historias protagonizadas por espíritus. El folclore codificó el relato de fantasmas y, a través de los grandes clásicos del romanticismo, la temática entró en la alta literatura, pero también en el folletín y el pulp. Que es, como todos sabemos, de donde más ha bebido el cómic durante la mayor parte del siglo XX. Por eso se entiende que por regla general la historieta que ha tratado esta temática se haya mantenido muy fiel a los esquemas del cómic industrial de género, aunque sea con las particularidades regionales lógicas—pienso en el manga, por ejemplo, donde hay abundantes ejemplos.

El cómic de autor se ha caracterizado principalmente por traer nuevos géneros al cómic, pero también es importante recordar que ha reformulado en clave contemporánea todos los géneros clásicos del medio. Entre ellos el terror, claro. Sin embargo, esta antología de historias breves, Fantasmas, parece ir un paso más allá de esa operación. No hay autoconsciencia posmoderna, ni ironía, ni pastiche: el tema es más bien una excusa, o un punto de partida, para desarrollar obra eminentemente gráfica, donde la trama es mínima y no importa demasiado. La mayoría de los autores implicados —muchos muy jóvenes— pertenecen a una corriente reciente dentro del cómic de vanguardia cada vez más nutrida: la de aquellos que desafían las fronteras tradicionales entre diseño, ilustración y cómic y, más que dibujantes de historieta, son artistas de lo gráfico. Es una corriente heterogénea y poco cohesionada, donde no hay demasiados puntos en común más allá de ése, aunque sí elementos que predominan: la influencia de las vanguardias pictóricas, el alejamiento del realismo y el academicismo, la querencia por lo naif… Luego, en la práctica, yo incluiría a artistas tan dispares como Bretch Evens, Los Bravú, Martín López Lam, Camille Vannier… y a varios de los participantes en Fantasmas.

Publicado por una editorial novísima, El verano del cohete, Fantasmas es un libro de edición cuidada y tirada corta —seiscientos ejemplares— compuesto de varias historias cortas, a veces con texto, a veces mudas. El inteligente diseño mantiene ciertos elementos de cohesión, por ejemplo la tipografía. Como decía antes, la temática fantasmagórica es excusa para la experimentación y la creación estética. Los resultados, de calidad dispar, sirven en primer lugar para echar un primer vistazo a nuevos ilustradores, tanto españoles como extranjeros. Mayte Alvarado, que es corresponsable de la editorial y la diseñadora de este libro, dibuja «El fantasma y el cuervo», una de las historias que más me ha gustado. Sabe dibujar un mundo propio y sólido, con simbología totémica quizás no muy original pero atractiva, y un color casi fauvista excelente. Del ruso residente en EE. UU. Roman Muradov me ha resultado interesante el uso de la mancha y la rabia de los brochazos, pero más allá de lo estético, no hay mucho. Lo cual, en realidad, no tiene nada de malo porque es precisamente eso lo que se busca. Algo parecido sucede con la primera historia, la fría «Regreso a casa» de la italiana Daniela Tieni, aunque aquí sí haya un relato más al uso.

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Hay dos historias fruto del trabajo colaborativo de dos autores. Es así por ejemplo en «El verano del río», con guión de José Luis Forte y dibujos de un inspirado Fermín Solís en su vertiente más ilustrativa e infantil. La historia es simpática y el dibujo de Solís —uno de esos dibujantes que uno no se termina de explicar por qué no ha triunfado en el mercado español— la humaniza y ata a referentes mucho más concretos que casi todos los demás dibujantes, pero no pasa de ser una anécdota sobrenatural. También lo es «Aniversario» (guión de Rui Díaz y dibujos de Irati Fernández), un cuento sobre amor y sexo más allá de la muerte con humor y con un dibujo limpio y fresco muy efectivo.

La aportación de Owen Gent, «La búsqueda», es una de las más cercanas a la ilustración tradicional, y por eso la historia no pasa de ser un microrrelato sugerente pero sin profundidad. Tampoco la busca ni la necesita Gent, entregado al dibujo de cuatro planchas fantásticas. «Primeros días con Carmen» de Carla Besora es naif y desconcertante, por lo enigmático de su final. Me ha gustado el acabado y el color, aunque no sea original. Por último, la historia que cierra Fantasmas, «Concierto de medianoche» de Borja González, me ha parecido fantástica. Como me sucede con casi todos los demás autores, no conocía su trabajo, pero intentaré subsanarlo. Es junto con Solís el más cercano al cómic, aunque sólo sea por el uso que hace de la línea, bastante tradicional e incluso, en cierta forma, catalogable como línea clara. Su historia muda alcanza tintes poéticos sin perder de vista el humor y recrea un paisaje natural nocturno precioso.

En conjunto Fantasmas tiene el interés de todas las antologías —que a priori siempre me interesan— y el valor añadido de dar  a conocer a varios autores y autoras con escasa obra publicada pero muy prometedores. Como objeto es exquisito, y tanto eso como la elección de autores habla muy de sus editores.