Caballero Luna: De entre los muertos (Warren Ellis, Declan Shalvey y Jordie Bellaire)

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Caballero Luna: De entre los muertos (Warren Ellis, Declan Shalvey y Jordie Bellaire). Panini, 2014. Rústica con solapas. 136 págs. Color. 12,50 €

Caballero Luna es un personaje de derribo, uno de tantos creados en los setenta en el seno de Marvel con la intención de ocupar más cuota de mercado y generar otra marca registrada más que poder vender al cine o la televisión. Sólo el talento de los responsables originales de su primera serie regular —Doug Moench y Bill Sienkiewicz— dotó de interés al que en origen no era sino una copia más o menos descarada de Batman aderezada con unas gotas de misticismo egipcio. Sólo las dinámicas propias del género y de la industria —continuidad y fandom— podían dotar de seriedad a Caballero Luna.

Quiero decir con esto que tomarse en serio la historia de Caballero Luna, llena de contradicciones, cambios locos en su origen y resurrecciones a granel es labor de exégetas de la continuidad, como mucho, pero no tiene sentido desde el punto artístico en este caso. ¿Para qué puede servir entonces Caballero Luna? Precisamente lo interesante sería utilizar su condición de secundario y clon de personaje de éxito para que los autores pudieran liberarse de las normas que necesariamente tienen que respetar cuando tratan con los personajes importantes de la compañía. Convertirlo en un cascarón más o menos hueco, perfecto para experimentar y para ofrecer cómics que se salgan de la norma.

Todo eso es lo que encuentro y lo que me ha gustado de la breve pero intensa etapa de Warren Ellis, Declan Shalvey y Jordie Bellaire en la nueva cabecera del personaje. En los seis números que ha guionizado Ellis no se olvida de la historia de Moon Knight, pero la reduce al concepto básico, resumido en el texto que abre cada número y que es toda una declaración de intenciones: básicamente viene a decir que Marc Spector se murió, resucitó como avatar del dios Khonshu y se volvió tarumba. Para cualquier observador externo —y Warren Ellis lo ha sido siempre respecto a Marvel— la locura es la única consecuencia posible al caos de continuidad de cualquier personaje de la editorial, sólo que con uno como Caballero Luna esto puede llevarse a la práctica y convertirlo en el motor de una etapa del personaje.

Porque la nueva Moon Knight no trata de ordenar la historia del personaje ni recupera su pasado —más allá de un par de secundarios en el último número—. Simplemente toma lo que le interesa: un tipo sin poderes pero con buenas habilidades de combate y un arsenal de armas y vehículos molones, que está lo suficientemente loco como para no importarle ponerse en peligro enfrentándose a amenazas urbanas. En los seis episodios autoconclusivos se enfrenta a casos ayudando a la policía —tiene hasta su comisario Gordon particular—, ya sea con su traje de guerra de siempre o con un traje de chaqueta y pantalón completamente blancos.

Ellis, que siempre me interesa, suele moverse en dos registros muy diferentes. Uno denso y serio, en el que vuelca todas sus ideas sobre política, sociedad y tecnología. Es el Ellis de Black Summer, Planetary o Transmetropolitan. Y luego está el guionista de acción, mucho más visual y ligero en cuanto a contenido explícito, que es además un escritor que se mueve perfectamente en el relato breve de 22 páginas. Ése es el que encuentro en Moon Knight: episodios de ritmo perfecto, tan redondos como las mejores entregas de Global Frequency, basados totalmente en la acción y en la potencia gráfica.

Ellis escribe lo justo, ni una palabra más. La mayor parte de los comic-books que contiene el tomo consisten en una larga escena de acción, que funciona por la espectacularidad atípica de Shalvey, todo un descubrimiento, capaz de encontrar nuevas soluciones para las escenas de combate —parémonos un momento a pensar qué valor tiene esto hablando del género del que hablamos— y jugar con toda la iconografía de Caballero Luna, especialmente con su capa, con la que consigue efectos muy interesantes. El color de Bellaire, seguramente una de las dos o tres mejores coloristas de la industria ahora mismo, acompaña con unos tonos oscuros y sobrios —realistas— que se contraponen a la figura inmaculadamente blanca del protagonista.

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No es casual que el primer editor de la serie fuera Steven Wacker, responsable también de Daredevil y Hawkeye, entre otras. Así es mucho más fácil entender por qué se le permitió entregar a Ellis unos guiones tan atípicos —y provocadores— como éstos. Básicamente hace lo que quiere. En el segundo número, los créditos que marcan el inicio de la acción aparecen en la página once. En el tercero, Caballero Luna se enfrenta a unos fantasmas punkis. El argumento del quinto se resume en que unos tipos han secuestrado a una niña y Caballero Luna entra donde están, les pega y la salva. En el cuarto viaja a la dimensión del sueño, que parece más una excusa para que Shalvey y Bellaire se desmadren y entreguen algunas de las mejores páginas de la serie. En el sexto, finalmente, la venganza de un poli resentido le sirve a Ellis para ofrecer, al fin, su verdadera visión de Moon Knight.

Seguramente haya lectores que consideren que Ellis ha sido vago, o incluso que les está tomando el pelo. Sin embargo, en cada uno de estos episodios hay más trabajo por parte de todo el equipo creativo que en muchos tebeos llenos de texto y enrevesados giros de guión. Y en las pocas y medidas palabras que encaja el guionista en medio del despliegue de violencia gráfica puede haber, si se saben entender, más profundidad que en una tonelada de bocadillos de texto de algunos guionistas que no voy a mencionar porque no es momento ni lugar.