Lo indispensable de Unas lesbianas de cuidado (Alison Bechdel)

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Lo indispensable de unas lesbianas de cuidado (Alison Bechdel). Reservoir Books, 2014. Cartoné. 400 págs. B/N. 27,90 €

Alison Bechdel es una de las autoras americanas más importantes del cómic contemporáneo. Su Fun Home (Reservoir Books, 2008) es una novela gráfica clave para entender la autobiografía de las dos últimas décadas, e incluso la denostada ¿Eres mi madre? (Reservoir Books, 2012) me parece una obra significativa e interesante, digna de atención como parte del conjunto de la obra de Bechdel.

Pero quién me iba a decir a mí, tras esas dos obras monumentales, que la verdadera obra maestra de Bechdel estaba en la página quincenal que desde 1987 ha realizado bajo el nombre de Dykes to watch out for. A pesar de que en España conocimos la tira como Unas bollos de cuidado en la edición de La Cúpula, Reservoir Books descartó el título en el último momento —en internet puede encontrarse con facilidad una versión inicial de la portada con él— y se decidió por uno más políticamente correcto y más neutro: Lo indispensable de Unas lesbianas de cuidado.

Se trata de una antología que incluye la mayor parte de las páginas publicadas entre 1987 y 2007. En ellas vemos crecer a Alison Bechdel como dibujante, desde unos balbuceantes inicios a un estilo sólido y versátil, igual de efectivo en el drama y en la comedia, que centra sus esfuerzos en la representación de personajes. Hay muy pocos dibujantes que conseguirían, en un espacio tan reducido, dotar de todo un lenguaje gestual propio a cada una de las protagonistas de la tira, un reparto coral que va envejeciendo y cambiando con el paso del tiempo.

Es algo unido indisolublemente al desarrollo del grupo de amigas lesbianas que empezamos a conocer en su juventud y acompañamos hasta su madurez. La tira parece empezar centrándose en anécdotas más o menos divertidas, incluso con gag final, pero muy pronto el costumbrismo centra el interés de Bechdel y el cómic se enfoca a la crónica vital de Mo, Lois, Clarice, Toni, Ginger, Sparrow… Todas son en manos de Bechdel personas reales, con sus defectos, con sus virtudes, con su propia manera de ver el feminismo y la homosexualidad, a menudo contradictoria. Crecen, maduran, se enamoran, se desenamoran, tienen aventuras, enferman, cambian de trabajo, tienen hijos… Son, por decirlo de un modo rápido, humanas. Bechdel las maneja con soltura, y las hace evolucionar a través de sus actos y sus decisiones, de sus relaciones personales. Gracias a eso consigue alcanzar la dimensión universal que sólo está reservada a las obras que entienden que lo verdaderamente universal es, siempre, íntimamente personal.

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Es imposible leer este libro sin preocuparte por sus protagonistas, sin sentirte ligado a ellas y sufrir con sus problemas y derrotas. Por supuesto, tampoco es posible leerlo sin saber que detrás hay una autora con su propia biografía, que va madurando al mismo tiempo que sus personajes y que modifica su propia manera de ver las cosas. Pero además hay siempre en Unas lesbianas de cuidado una dialéctica entre la vida privada de las personajes y la situación política y social de su momento.

Así, comenzamos en los años 80, en plena era Reagan con el auge neocon y el retroceso en los derechos civiles. Son momentos de lucha, de marchas por la dignidad, en los que ser lesbiana era no sólo una opción sexual sino una cuestión de militancia política. Bechdel refleja su modo de vida como comunidad, y la forma en la que estaba ligado a la espiritualidad, el vegetarianismo, la terapia personal, el antibelicismo, el rechazo del capitalismo… Son días de gloria, en los que ni Mo, ni (la maravillosa) Lois se pierden una sola manifestación y los problemas sentimentales son un ingrediente más de la vida. La era Bush las mantiene en la brecha, luchando contra la represión y haciendo suya cada causa. Las relaciones internacionales y la agenda bélica de EE. UU. siempre están presentes en el cómic, al igual que las decisiones que afectan directamente a la comunidad LGTB. Bechdel emplea a menudo un recurso muy inteligente: mientras las protagonistas hablan de sus problemas, las emisiones de radio y televisión y los titulares de los periódicos le sirven para introducir un discurso paralelo de comentario de la actualidad política, frecuentemente con mucha ironía y mala leche. No se corta demasiado a la hora de retratar a Bush como un analfabeto funcional, por ejemplo.

Los noventa, sin embargo, llevan a los personajes a la madurez y al cinismo, pero de modo progresivo, muy natural. En el fondo, lo que se está explicando es el choque entre los ideales de juventud y la necesidad de vivir en una sociedad que no los comparte. ¿Cómo mantenerse fiel a unos principios pero al mismo tiempo comprar una casa, pagar impuestos, o buscar un trabajo en una perversa multinacional? Ese dilema constante entre el deber y el querer afecta a la mayoría de las amigas de Mo, y a ella misma, en un momento u otro. «Madwimmin», la librería alternativa de barrio, vive primero la competencia de las grandes cadenas de librerías y después la de una sosias de Amazon, que acaba por forzarla al cierre. Y es un impacto emocional, porque como lectores hemos vivido en esa librería desde la primera página, nos hemos acostumbrado a ella como escenario. De pronto cierra y su dueña, Jez, desaparece del reparto de la serie, mientras que Lois y Mo, sus empleadas, tienen que buscarse la vida. Ya no hay sitio ahí para los grandes ideales: hay que comer.

Es un discurso triste pero realista, en el que, además, caben los matices y la resistencia personal. Los pequeños actos también cuentan. Sin embargo, para Bechdel la era Clinton supone un gran desengaño, y así lo reflejan todas sus personajes. Promesas electorales que quedan en nada sobre los derechos de gays y lesbianas, y la continuidad con la agresiva política de guerra de la administración Bush llevan a muchas de las protagonistas de la tira al cinismo político. Algunas abandonan el activismo, muchas sin darse cuenta, simplemente porque la vida las desborda. Hay mucha melancolía a partir del año 2000, cuando algunas dejan de acudir a las marchas por todo el país, e incluso a los desfiles del orgullo gay —Mo comenta, agria, su mercantilización—. La victoria de Bush Jr. tras la era Clinton sume a Toni en una depresión de la que no llegará a salir nunca, y en la que es imposible no hacer una lectura autobiográficas. El shock del 11S introduce matices y disensiones en las opiniones de sus criaturas. Algunas desaparecen de escena, porque, como en la vida, uno no tiene durante toda su existencia las mismas amistades. Hay, en los últimos dos o tres años de material, una sensación muy amarga. Casi ningún personaje es feliz. Van a terapia, toman antidepresivos, las relaciones de pareja se estancan o se rompen… La vida es dura, y lo único que nos puede salvar, al final, es el amor de nuestros semejantes. Una de las cosas más importantes de la historia de este puñado de amigas es la forma en la que ese amor toma muchos caminos, la manera en la que se constituyen núcleos familiares poco ortodoxos, sin etiquetas, sin necesidad de ajustarse a ningún modelo. Por supuesto eso no garantiza la ausencia de problemas, y esa manera de vivir también provoca dilemas, pero es la que ellas han elegido, o, al menos, a la que les ha llevado sus vidas. La siguiente generación, los hijos e hijas del reparto original, llegan hasta la adolescencia, en las páginas finales, y le sirven a Alison Bechdel para mostrar al mismo tiempo que un adolescente siempre será adolescente —con todos los problemas de identidad y de autoridad que eso conlleva—, y que el entorno alternativo es tan válido como el tradicional para su educación. La naturalidad con la que todo esto —y cualquier otro tema familiar— se trata delata una clara intención militante por parte de Bechdel, que, aunque se diluya en el cinismo y cierta amargura, nunca termina de desaparecer.

Es una evolución, seguramente, lógica para quien ha centrado su mirada en lo cotidiano. En la épica de lo cotidiano, más exactamente, al convertir en heroínas a personas normales y corrientes. De hecho, los textos introductorios de los primeros años de la serie parodian el tono épico de los cómics de superhéroes. Es un enfoque deliberado que inserta la obra de Bechdel en pleno descubrimiento de lo costumbrista por parte del cómic independiente americano, y que la emparenta con las sagas de los Hernandez Bros o con Odio de Peter Bagge, aunque la forma sea más modesta. En Bechdel reside el mismo interés por plasmar el espíritu humano y los cambios que provoca el tiempo, y la misma poesía. La vida que se marcha, y cómo cambia el mundo mientras tanto.

En el magnífico prólogo de esta edición la propia Bechdel se dirige a nosotros y mira retrospectivamente su monumental obra. Expresa en voz alta las mismas dudas que la asaltaron cuando dibujaba Fun Home y ¿Eres mi madre?: ¿ha cumplido su objetivo, ha conseguido visibilizar a un colectivo, desestigmatizarlo? ¿O por el contrario ha contribuido a su banalización, a su estandarización dentro de la sociedad de consumo? Bechdel lanza el libro al lector en las viñetas finales y delega en nosotros la decisión. Yo digo, para terminar, que no sólo ha conseguido lo que se proponía en 1987 sino que además ha creado una obra impresionante, fundamental, sin duda, en el cómic de autor de su época, y testimonio de la misma irrenunciable. La vida, con todas sus miserias y sus alegrías, recogida durante veinte años en páginas de cómic vitales, chispeantes y divertidas, que leídas como un solo libro, de una sentada, permiten que todo el peso de nuestro tiempo caiga sobre nuestros hombros. Pocas veces he leído un cómic con tanta implicación emocional, con tanta empatía hacia este grupo de seres humanos que han sido parte de mi vida durante la semana que ha durado su lectura.