María cumple 20 años (María Gallardo y Miguel Gallardo)

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María cumple 20 años (María Gallardo y Miguel Gallardo). Astiberri, 2015. Cartoné. 17 x 24 cm. 64 págs. Color. 12€

En el año 2007 se publicaron dos cómics que resultaron muy importantes para el mercado del cómic español. El primero es Arrugas, de Paco Roca, y el segundo es María y yo, de Miguel Gallardo. Estoy cada vez más convencido de que ese año fue clave, y que como tal se estudiará en la historia del cómic español, para asentar definitivamente el fenómeno del cómic de autor. Antes, por supuesto, había habido muchas obras publicadas con esa intención, pero Arrugas y María y yo fueron las primeras que alcanzaron al gran público y atrajeron los focos de los medios. Demostraron que era posible publicar una novela gráfica que saliera de los círculos habituales y, sobre todo, marcaron el camino para muchas que llegaron después. Más allá de su calidad, había varias diferencias interesantes entre ellas. Arrugas era en cierto modo una obra a medio camino entre dos modelos. Se publicó originalmente en Francia y luego se tradujo, y el dibujo de Roca es relativamente ortodoxo, y muy vistoso, aunque la temática de la obra sí fuera ya propia del cómic de autor contemporáneo.

El caso de María y yo me parece aún más sorprendente y a la vez más significativo, porque no tiene una estructura narrativa al uso, ni es exactamente lo que uno podría esperar de un cómic en 2007. Rompió con muchos prejuicios y se adelantó a su tiempo, como ya se adelantó el mismo Gallardo con Un largo silencio en 1997. Pero mientras entonces se anticipó tanto que su propuesta pasó prácticamente inadvertida, María y yo llegó justo en el momento preciso para calar en un público receptivo y demostrar que ahí fuera había mucha gente a la que el buen dibujo y las narraciones clásicas no le parecían tan importantes como aquello que se les estaba contando y la manera en que el dibujo podía transmitírselo. Ese libro un tanto híbrido, con textos, dibujos, viñetas, las listas de María, contado a modo de diario sin ser exactamente un diario, escrito con un tono sincero y directo, llegó más lejos que muchos maestros que podían hacer cómics excelentes, pero ensimismados en la dinámica de la industria y en los gustos de un fandom cada vez más reducido y aislado de la sociedad y de nuestra época.

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María y yo, simplemente, hablaba de cosas relevantes para cualquier persona. Porque más allá de contar el día a día de María y profundizar en la verdadera realidad del autismo, clichés aparte, es un cómic que trata sobre la paternidad, el paso del tiempo y, en definitiva, el ser humano. Que suena tópico y hasta cursi decirlo, pero es algo que demasiadas veces se olvida.

Por todo esto me parece interesante que Gallardo haya decidido continuar esa obra con María cumple veinte años, y su análisis nos revela muchas cosas sobre cómo ha cambiado el panorama. Previsiblemente esta segunda parte no tendrá el impacto en el mercado que tuvo la primera, porque hoy no es la excepción, claro. En estos siete años largos se han publicado muchas obras con éxito de público y que han tratado temáticas sociales. Pero, desde luego, la voz de Gallardo sigue alzándose como una de las mejores del panorama nacional. En María cumple veinte años mantiene el tono íntimo y sencillo con el que cuenta unas vacaciones de verano con su hija, pero además profundiza en ese camino que precisamente ella le abrió pidiéndole dibujos. Así se dio cuenta de que la inmediatez del trazo improvisado puede ser más directo y efectivo que el dibujo estudiado y elaborado —y obviamente sería capaz de ello: hablamos de uno de los ilustradores españoles más reputados—, y trasladó esa urgencia a sus cómics. En esta segunda entrega emplea solamente el color azul plano, y algún toque de rojo, para matizar su trazo desnudo y se mantiene siempre en un registro poco cerrado, donde el dibujo puede fluir y transformarse para mostrar no el escenario ni el entorno de la acción, sino las emociones que suscita. El mejor ejemplo de esto son dos páginas impresionantes en las que Gallardo se desatada y alcanza una dimensión psicológica en en el dibujo de sí mismo muy infrecuente: se trata de «Bucles», que explica cómo en ocasiones María repite una y otra vez durante horas la misma pregunta, incapaz de salir de esa dinámica, para desesperación de Gallardo, cuyo dibujo se deforma mutante hasta alcanzar la abstracción.

Y sí: a veces Miguel se puede desesperar, porque esto no es un relato edulcorado ni pretende decirnos que todo es maravilloso en la convivencia con María. María sí lo es, por supuesto. Pero, por ejemplo, su costumbre de dar fuertes pellizcos supone un problema y es un tema importante del libro, aunque éste se centra, sobre todo, en qué supone la madurez para María. Ha encontrado, como cualquier adulto, sus pasiones: la música y el dibujo. Se reproducen algunos de sus enigmáticos retratos, que puede pasar haciendo horas, caras con la boca abierta, hablando, según un amigo de Gallardo, que representan a toda la gente que quiere, esa gente que consigna en sus listas, que ya vimos en María y yo.

Hay humor, porque Gallardo es un humorista, y hay amor, amor por la vida y por las personas que nos rodean. Hay un agradecimiento sincero a toda la gente que vive alrededor de María, y casi diría que a la propia María, que tanto le da. Por eso, y porque los lectores llevamos con ella desde hace ya años, el final es especialmente emotivo, en el buen sentido. Se trata de la duda inevitable que acompaña la llegada de María Gallardo a la edad adulta, momento en el que ya no podrá acudir al colegio, y en el que tanto Miguel Gallardo como May, la madre de María, se empiezan a preguntar qué pasará en el futuro, quién cuidará a su hija cuando ellos ya no estén, y sobre todo, si será feliz. Es un pensamiento tan lógico y tan humano al mismo tiempo, expresado con la concisión y la sencillez desarmantes del dibujo, que es imposible no sentirse identificado y hacerse la misma pregunta. Porque, como dice Gallardo, no hay finales felices. Sólo incertidumbre.