Mi puta vida. Unas memorias escritas, dibujadas y filmadas (Tom Roca)

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Mi puta vida. Unas memorias escritas, dibujadas y filmadas (Tom Roca). Astiberri, 2015. Rústica con solapas. 17 x 24 cm. B/N. 168 págs. 15 €

A Tom lo conocía mucho más por su labor en las revistas de la transición que por cualquier otra faceta de su carrera. Me he acostumbrado a ver su firma en Mata Ratos, El Jueves o Por Favor, en colaboraciones un tanto caóticas, con secciones que duran poco tiempo y viñetas independientes, a veces sobre política, a veces satirizando las costumbres de una España que cambiaba más despacio de lo que parecía. Aunque inspirado por los franceses de la escuela Hara-Kiri / Charlie Hebdo al igual que les sucedía a Ja o Ivá, su humor era algo menos afilado que el de éstos, más gamberro, también, quizá más cerca de Óscar Nebreda en intención, pero con un dibujo elegante y un sentido del humor moderno, que de hecho soporta el paso del tiempo muy bien. A mí me gustaba, y el hecho de que hoy no se le recuerde como a otros compañeros de esas revistas seguramente tiene que ver tanto con su propia personalidad como con la ausencia de personajes o series fijas, que al final es lo que suele recordar la gente.

La autobiografía de Tom que acaba de publicar Astiberri, además de explicar muchas cosas sobre el personaje, revela una vida de actividad frenética en prensa y televisión, y demuestra hasta qué punto el trabajo y la creatividad de la generación de Tom, la generación de la transición, en suma, ha sido capital en España, para bien o para mal. Fue, junto con gente como José Ilario o su amigo Romeu —cuyo propio libro de memorias, Ahora que me acuerdo de (casi) todo, se complementa de alguna forma con éste—, motor esencial de las revistas satíricas que conformaron el boom de la transición. Y aunque después siguió dibujando en semanarios y volviera en un par de etapas a El Jueves, se dedicó sobre todo a la televisión en diversos trabajos de guión y producción que son origen de algunas de las anécdotas más divertidas del libro.

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En el fondo Mi puta vida. Unas memorias escritas, dibujadas y filmadas funciona casi como un anecdotario ordenado cronológicamente en el que Tom escribe textos breves, divertidos, con la mala leche justa. Por momentos parece que además de balance de su vida profesional esté haciendo ajuste de cuentas con algunas personas: no ahorra pullas a Erviti, Manel, Hermida o algún otro directivo de televisión. Aunque hace mención a aspectos de su vida privada, especialmente en lo que respecta a sus cinco matrimonios y a su hija, no ahonda demasiado, de forma consciente: «Y quizá no he profundizado más porque pensé que no os interesarían los fantasmas, las inseguridades, las contradicciones, el sufrimiento de la soledad». Tal vez sin ese pudor habríamos conocido mejor a Tom, pero se habría perdido la frescura y la chispa de estas anécdotas contadas con un estilo directo e informal, casi como si nos lo estuviera contando en un bar mientras tomamos algo. También nos da apuntes, aunque sea en segundo plano, de un país que entraba en la modernidad a toda prisa, trastabillando, y en definitiva a medias.

Los textos van acompañados de abundantes fotografías que documentan lo contado, así como de muchas viñetas de Tom, de temas variados, aunque se intuye la intención de que sean más o menos atemporales, que no haga falta contexto, y por eso se pierde toda la faceta política del autor. Habría sido deseable —aunque quizá no era factible— fechar los chistes y consignar su publicación original. Como decía al principio, Tom me hace gracia; sólo por su estilo de dibujo ya me atrae. Y tiene algunos realmente buenos en esta recopilación, concisos y certeros.

Como persona interesada en la transición y en las revistas satíricas, Mi puta vida era de máximo interés para mí, en tanto que puedo usarlo como fuente. Pero más allá de eso, como mero lector, me parece que lo más interesante del libro es el retrato terriblemente contradictorio de su propia persona que arroja Tom, acaso sin ser consciente. Todos somos un poco contradictorios, e intentar no serlo a toda costa y totalmente suele generar problemas serios. Pero sí, es interesante acercarse a una personalidad como la de Tom, que se declara anarquista y tiene carné de la CNT, pero al mismo tiempo es un enamorado de los coches caros, le encanta viajar y vivir a todo tren, aunque haya pasado de especular, invertir o meterse en hipotecas. Es, al fin y al cabo, tal vez como Romeu, un pasota, alguien que quiere, ante todo, vivir la vida al máximo, disfrutarla, trabajar en lo que le gusta. No sé si eso es anarquismo —bueno, para mí desde luego no lo es— pero de lo que no cabe duda es de que Tom es un personaje fascinante y su vida un carrusel que merece la pena conocer.