El loro de Frida Kahlo (Jason)

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El loro de Frida Kahlo (Jason). Astiberri, 2015. Rústica con solapas. 16 x 21,5 cm. 208 págs. Color. 19 €

Hay pocos autores de novela gráfica tan prolíficos como Jason, y quizá por eso en algunos trabajos tengo la sensación de que si no se repite, a menos sí se queda en una zona de confort, donde explota y depura una fórmula personal e inimitable. Sin embargo, en otros se aprecia el esfuerzo por expandir los límites de esa fórmula y hacer cosas nuevas, más arriesgadas. En El gato perdido (Astiberri, 2014) exploró un estilo de dibujo más suelto e indefinido, por ejemplo, pero narrativamente donde siempre se ha soltado más el pelo es e las historias cortas, como es el caso de las contenidas en El loro de Frida Kahlo.

Lo más fascinante de Jason es su habilidad para tomar todo el material de derribo pulp, desde el género negro a los superhéroes, y recodificarlo según sus propios términos. Da lo mismo la temática o el material que sirve de inspiración: un cómic de Jason siempre es un cómic de Jason antes que cualquier otra cosa. Su dibujo y su ritmo no se mueven ni un milímetro para acomodarse al género, y tampoco renuncia nunca a sus silencios y a sus personajes inexpresivos, serios como muertos. Siempre impone un filtro inalterable entre el punto de partida y la obra terminada que leemos nosotros. Incluso cuando, como en este libro, se permite todo tipo de juegos y experimentos narrativos.

Los resultados son dispares, pero cuando son buenos, estamos ante el mejor de los Jasons posibles. La primera en la frente, de hecho: la simbólica y críptica «Quien roba», homenaje a Magritte, exhibe una narrativa de linealidad totalmente rota, que recuerda al David Sánchez de obras como No cambies nunca (Astiberri, 2012). Quizá sea mi favorita del volumen.

En otras historias juega a un juego que sus seguidores ya conocemos: tomar a un personaje célebre y situarlo en un contexto diferente, las más de las veces pop. Es el caso de Kennedy en «No preguntes», que funciona porque el relato entiende perfectamente que el presidente asesinado es ya un personaje pop, precisamente. «El loro de Frida Kahlo» convierte a la pintora en una agente secreta que cumple misiones de espionaje, y cuyo loro oculta un secreto muy perturbador. La mejor de este grupo, sin embargo, para mí es «Esperando a Bardot», un cruce entre la obra de teatro de Samuel Beckett y una Brigitte Bardot que, por supuesto, nunca llega a hacer acto de presencia.

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Otras historias tienen menos profundidad, son más lúdicas, pero también interesantes. De hecho «Lorena Velázquez» es una joya, de lo mejor del libro: la historia de un luchador mexicano que para rescatar a la actriz mexicana tiene que combatir a una interminable cola de iconos pop, desde Frankenstein a Conan el bárbaro, sin pausa, con la implacable narrativa de un beat’em up, sin variar la plantilla regular de cuatro viñetas por páginas y sin una sola palabra, fiando todo a la sorpresa de ver quién es el siguiente y al poder iconico del dibujo de Jason. «La noche del cazador de vampiros» es puro género, aquí sin dobleces ni giros, menos sorprendente por tanto.

De algún modo tampoco la hay en «Nuevo rostro» y «Karma Chamaleon» dos típicas historias de Jason de personajes extraños, que funcionan sobre todo porque la excentricidad no es nunca cuestionada, sino aceptada dentro del pequeño universo que crea a su alrededor.

Menos convencionales dentro de su obra son dos de las mejores piezas: la soberbia «Nada», donde ensaya una alegoría sobre la demencia senil estremecedora y muy imaginativa: una de esas ideas que marca la diferencia entre los buenos y los genios. Y la otra historia de la que hablo es una alucinante recreación de varios de los temas del álbum de Van Morrison Moondance, de forma que cada uno se transforma en una portada inspirada en comic books de los cincuenta. Brillante.