¡Oh diabólica ficción! (Max)

Max- Diabólica ficción -Portada

¡Oh diabólica ficción! (Max). La Cúpula, 2013. Cartoné. 21,3 x 25,1 cm. 120 págs. Color. 20 €

Los últimos años han visto muchos cómics de Max, que en tiempos recientes parecía haberse centrado en su faceta de ilustrador, más lucrativa e inmediata, pero también más impersonal. En ese renovado interés del que es, en mi opinión, uno de los más importantes autores españoles de los últimos treinta años, seguramente tiene un papel esencial todo lo que ha pasado en el medio: la novela gráfica, la renovación estética y temática, la libertad autoral… Max no es el único dibujante de su generación que ha vuelto al cómic, aunque, al contrario que otros, nunca lo abandonó del todo. Pero además de estas circunstancias, juega un papel importante en su relativamente abundante producción reciente su institucionalización como figura central del cómic y maestro del medio. Es lo que ha permitido que, cuando los medios de comunicación han empezado a fijarse en el cómic, Max haya empezado a tener encargos. Fruto de ello han sido Paseo astral (La Cúpula, 2013) o Conversaciones de sombras en la villa de los papiros (La Cúpula, 2013), y también este ¡Oh, diabólica ficción!, en la mayor parte de sus contenidos, dado que el grueso del libro son la recopilación de la serie que publicó en las páginas de El País Semanal, alternándose con las historias del hombre en pijama de Paco Roca —otro de los autores que podemos considerar consagrados.

Este libro contiene, además, algunas páginas sueltas protagonizadas por el personaje principal, además del minicómic que se publicó en la caja Marrón (Autsaider, 2013). En todas estas historias Max desarrolla sus propias ideas sobre la naturaleza de la creación artística y la inspiración, desvistiendo al acto de cualquier mística e imponiendo algo que, a menudo, marca la frontera de las obras verdaderamente adultas: distancia irónica. Las historias están protagonizadas por una urraca antropomórfica —no es la primera vez que Max emplea a este animal: recordemos Vapor— que es al mismo tiempo musa y diablo tentador, pero que, además, debido a esa distancia irónica actúa no pocas veces como trickster: nunca podemos estar seguros de que hable en serio, de que nos esté diciendo la verdad. Y al fin y al cabo de eso trata la creación, de cualquier tipo: de mezclar ficción con realidad para crear historias que se harán inmortales. Los referentes de Max, además, rompen intencionadamente las barreras añejas entre alta y baja cultura, al poner en boca de la urraca clásicos como La Iliada y La Odisea, Moby Dick o El Quijote y mezclarlos con la ficción contemporánea: cine, series, cómics… y hasta ironiza con la llegada de una nueva era marcada por la brevedad de los haikus… y los tuits.

diabolica int

Gráficamente Max está fantástico. Escoge un registro limpísimo, de fondos asépticos, tanto cuando son planos como cuando dibuja estancias —con la pulcritud de un Chris Ware—, y la expresividad de su criatura protagonista recoge y perfecciona todo el bagaje de Max. Todo ello le permite plasmar temas complejos y no resueltos —como no podría ser de otra manera— sin renunciar a la sencillez y al humor: el origen de las ideas, mediante conocidas metáforas como la bombilla o «el reino de la fantasía», la abstracción, la metaficción, los tópicos literarios… Aunque, por supuesto, la urraca sigue siendo una ignorante ante el gran misterio del mercado.

Hay concretamente dos historietas que me han parecido especialmente brillantes en cuano a su dibujo y a la ejecución gráfica de la idea. Se trata de las reproducidas en las páginas 58-59 y 76-77, dos piezas en las que Max demuestra su dominio del dibujo como expresión pura y de la narrativa en imágenes.

No siempre alcanza ese nivel, pero en prácticamente todas llega a unos estándares que hacen justicia a su carrera. Max, acostumbrado a la mecánica de los encargos en el oficio de ilustrador, sabe llevarse éstos a su terreno y, sobre todo, no quitárselos de encima de cualquier forma, entregando lo primero que se le pase por la cabeza. Al contrario, ¡Oh diabólica ficción! es una obra personal, que se integra plenamente en el conjunto de su producción reciente y trata los temas que interesan al Max maduro, ése que parece cada vez más joven.