Gyo (Junji Ito)

Hoy damos la bienvenida a Entrecomics a una nueva colaboradora: Esther Miguel Trula, responsable del blog Flamenca Stone y crítica en diversos medios culturales. Desde aquí le damos las gracias por unirse a esta casa, y esperamos que disfrutéis de sus textos tanto como nosotros.

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Gyo (Junji Ito). ECC, 2014. Rústica. 2 números. 200 págs. B/N. 7,95 € c.u.

A Junji Ito le apasiona lo que a ti: lo bizarro, lo grotesco, la miscelánea y el “sabías qué”, el mundo subterráneo,  las visiones de horror y misterio. Y parece haber encontrado uno de esos trabajos de ensueño: dar rienda suelta a sus impulsos creativos en cómics plagados de las imágenes que deben aparecérsele en sus sueños… y cobrar por ello. Este mangaka es una feliz convergencia de acontecimientos: aunque su pasión era consumir cine, cómics y mangas de esos cuyas historias son carne de Sitges, trabajaba como protésico dental (¿conoces el cuadro psicológico prototípico de los que trabajan en esta profesión?). Esa labor le estresaba, y cuando empezó a ganar algún reconocimiento por pequeñas historias remitidas a revistas como Nemuki’s Halloween, Bizarre Tales of Sleepless Nights o Big Comic Spirits, decidió optar por la dedicación exclusiva. Junji Ito es un aficionado que ha vivido una segunda oportunidad y por supuesto, todos ganamos con esto, más siendo como es Junji Ito un artista tan talentoso del misterio, de lo ansioso, erigiéndose como figura de relevancia en el cómic actual si lo que buscas es explorar el horror. Y una persona sobre la que, evidentemente, no te gustaría estar en su cabeza.

Su maestría se sustenta en un par de ideas muy simples. Por un lado, y como digno heredero de los trabajos del maestro Kazuo Umezo, el retrato subjetivo de una forma de comprender lo grotesco que es universal y milenaria. Esto es, que no hay nada que produzca más dolor que lo inesperado, que lo desconocido, que cuando a nuestras vidas llega eso que denominamos irracional y que, como en la parasomnia, nos deja en un estado de shock donde nuestra actuación será, en el mejor de los casos, tan torpe como desesperada, y en el peor puramente nula. No importa que el horror provenga de una montaña que llama a tu cuerpo a colarse por unos agujeros, que esta sean unas poderosas espirales con poderes malignos, una monstruosa mujer que te mete la lengua en la boca hasta ahogarte, unas gemas que crezcan de repente en el interior de tu cuerpo para pudrirlo o, como en el caso que nos ocupa con Gyo, unos repugnantes peces muertos que huelen peor que el infierno y que se mueven con piernas robóticas persiguiéndote hasta atraparte.

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Por el otro, que tras la asunción de lo que ha ocurrido, es ese posterior estado catatónico y postraumático, con su desidia física y estrabismo ocular (esa común “cara de ido” de ciertos personajes japoneses, normalmente femeninos, que nos ponen en la pista visual de su alienación interna), un hermoso estadio que, cual remanso de paz, nos sirve como limbo donde protegernos de la verdad: que lo que ha ocurrido es, por ilógico, inconmensurable. Es frecuente en sus obras que se pasen por actitudes lógicas retorcidísimas acciones que no son racionales en absoluto. Y es comprendiendo esa lógica pervertida de sus personajes, haciéndonos participar de sus procesos mentales, que nos contagia un poco de esos modos de pensamiento. Las actitudes en las obras de Ito son una bomba capaz de dinamitar nuestra mente. Una gigantesca bola que choca contra nuestros límites mentales hasta quebrar el punto de resistencia y dejarnos a merced del desamparo existencial. Es justo ahora cuando sólo eres capaz de gritar.

Gyo no es el mejor manga de Junji Ito. Es probable que este puesto no lo pierda jamás Uzumaki, su obra más reconocida y que, desde luego, lleva mejor y más lejos sus ideas internas. Pero eso  no quita que Gyo sea una estimulante y muy personal muestra de cómo los temas favoritos del nipón pueden combinar lo nuevo y lo viejo. Gyo, fuertemente inspirado en el Tiburón de Spielberg, hace algo más que reinterpretar este clásico: lo conecta con otros miedos que estaban sólo a unos pasos de distancia en la cosmología terrorífica. Un tiburón asesino (una pulsión del subconsciente que aflora, un enemigo que lo es de todos nosotros aunque nadie quiera, en un principio, creernos) da mucho miedo, pero más lo da el saber que esa fuerza de la naturaleza es exponencial e incontrolable.

A medida que avanza este volumen doble (y que hace danzar la Nueva Carne en un escenario cuyo telón de fondo son los experimentos militares de la Segunda Guerra Mundial) los sucesos paranormales empiezan a acumularse haciendo que el clima se degrade y la ciudad se convierta más en una pesadilla de la que huir mientras duermes. Volviendo con Tiburón, una cosa es imaginarnos metidos en las fauces de un gigante blanco tenaz y predador. Otra muy diferente que ese animal, ya muerto, pueda moverse por tierra para arrastrar a los vivos a su mundo de putrefacción. Descubrir que las personas de las que te rodeas son aún más monstruosas que estos mecánicos y malditos bichos, una sentencia de pérdida de la cabeza inexorable.

Como en todas las obras del mangaka sigue siendo igualmente estimulante pasar estas páginas en blanco y negro e ir descubriendo los nuevos y retorcidos twists, bien alimentando el horror lovecraftiano o bien tirando por el humor gore, con los que este amante del horror nos va a sorprender. Prestándole una dedicada atención a los resortes emocionales que nos produce el temor al contagio (tema especialmente vinculado a lo adolescente, cosa que aquí también se trasmite),Ito no varía en su estilo, y cumple con su destreza plástica habitual lo que promete: momentos de frenesí de lo obsceno al estilo de autores como Shinichi Furuka o Hideshi Hino pero sin perder un sello inconfundible. Para sorpresa de sus lectores dejaremos las revelaciones de en lo que Gyo se va transformando para que, partiendo de unas vacaciones, terminen sonando las trompetas del apocalipsis. Sólo una advertencia más: cuando te adentres en Gyo recuerda despertar tus cinco sentidos. Al menos dos de ellos serán básicos para sentir de manera completa esta nueva invitación de Ito a adentrarnos en sus sueños.