Luz verdadera (Ana Galvañ)

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Luz verdadera (Ana Galvañ). Fosfatina, 2016. Periódico. 21 x 29,7 cm. 16 págs. Bitono. 5 €

La colección Fosfatina 2000 es uno de los productos más llamativos de la pequeña editorial gallega Fosfatina, que en el último par de años está aglutinando a su alrededor a algunas de las firmas jóvenes más interesantes del cómic de vanguardia. En Fosfatina 2000 los títulos se publican en papel malo, y el formato recuerda a un periódico. Pero la seña de identidad más determinante es el empleo de la risografía para su impresión. La riso se ha convertido en un recurso relativamente común en la auto y microedición, ya que, bien empleado, ofrece interesantes posibilidades gráficas, por su cualidad casi táctil y su aspecto retro. La risografía es perfecta para pequeñas tiradas en las que el valor del cómic como objeto se subraya de un modo inverso al más obvio: en lugar de emplear materiales costosos para dotar de lujo y perdurabilidad a la edición, se escogen otros que convierten al cómic en algo efímero.

En la colección hemos visto ya interesantes títulos, como 1997 Hot Summer de José JaJaJa, La cueva de Begoña García-Alén o Extrasolar de Roberto Massó. El más reciente es obra de Ana Galvañ: Luz verdadera. Es la primera vez que la autora publica con Fosfatina; no pertenece al núcleo duro de la editorial, y en realidad forma parte de la generación de cómic de vanguardia anterior, a pesar de que su inquietud e interés han establecido puentes evidentes entre ambos grupos generacionales: Galvañ es una de las responsables del portal Tik Tok, espacio que, a día de hoy, es un referente ineludible.

Galvañ es una de las autoras más interesantes que hay en estos momentos. Recibo sus incursiones en el cómic con expectación, y nunca me decepciona. Con el material incluido en Podría ser peor (Ultrarradio, 2011) termina una breve etapa de formación inicial, a partir de la cual su universo gráfico, siempre mutable, está consolidado. Galvañ nunca dibuja dos tebeos en el mismo estilo, y sin embargo siempre reconocemos su formas y motivos: historias malsanas, extrañamente poéticas, de narrativa rupturista y ambientes alucinados. Toma influencias de la nueva ola americana surgida de la small pressMichael DeForge, sobre todo— y de autores españoles recientes, como David Sánchez. No asimila sin más soluciones narrativas ni de puro dibujo, sino que más bien toma su ejemplo para construir historias que no respetan las normas básicas del relato casi nunca, y cuyas coordenadas nunca se establecen. Nunca sabemos las reglas que rigen sus mundos, y por eso sus cómics son artefactos fascinantes y herméticos, con la belleza de lo desconocido y lo morboso. Más allá del arco iris (autoedición, 2015), por ejemplo, proponía una historia que se leía en dos niveles de realidad simultáneos. Sinceramente, tengo que decir que desde hace tiempo me sorprende la escasa repercusión que tiene la obra de Galvañ no ya en el público, que es comprensible —la autora hasta ahora o bien se ha autopublicado su trabajo o bien ha recurrido a editoriales muy modestas— sino en la crítica. Pero eso es tema para otra ocasión.

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No quiero desviarme del objeto central de este texto: Luz verdadera. Galvañ escoge una serie de herramientas para este tebeo que contrastan entre sí poderosamente: sus formas humanas habituales, que son en realidad bastante inhumanas, nos evocan la vanguardia; las tramas de puntos, omnipresentes, remiten al cómic antiguo, aunque, al mismo tiempo, reforzadas por la abundancia de líneas rectas, tienen algo de gráfico de ordenador retro, y por tanto también rezuman inhumanidad. Pero esa inhumanidad contrasta, como en otras obras de Galvañ, con las dudas y las neurosis de sus protagonistas, evidentemente humanas. Sin embargo, la extensión breve de Luz verdadera hace que en esta ocasión, más que nunca, el relato gire a la farsa. Empezamos con dos chicas y el relato de un sueño extraño —arranque que descoloca, que desubica en lugar de ubicar: pura Ana Galvañ—, pero pronto nos damos cuenta de que estamos ante un relato típico de secta milenarista a punto del suicidio en masa; dos puntos de giro diferentes nos sacan de nuestro error muy pronto, y nos revelan que siempre estuvimos ante un chiste; muy elaborado, pero un chiste. Graciosísimo, añado, y por eso la obra funciona más allá del despliegue gráfico.

En este caso, la risografía no tiene un papel tan importante como, por ejemplo, en Extrasolar de Roberto Massó, y de hecho en algunas páginas el color es mínimo. Sin embargo los toques de amarillo chillón, bien distribuidos, llenando sobre todo los cuerpos de las mujeres que aparecen, son suficientes para generar un efecto llamativo, aunque difícil de definir.

Cuando hemos leído otros cómics de Ana Galvañ, nos han parecido retorcidos, perversos o psicotrópicos —o todo a la vez—; en Luz verdadera descubrimos que, en realidad, el humor es otro de los componentes fundamentales de la obra rotunda y sin altibajos de una autora esencial en el cómic español actual.