Nankín: La ciudad en llamas (Ethan Young) ECC, 2016. Cartoné, 208 págs. B/N, 18,50€
El Japón del periodo previo a la Segunda Guerra Mundial se caracteriza por una política expansionista por Asia continental y los países insulares que rodeaban al país del sol naciente. La península coreana, la parte este de China y Filipinas fueron alguno de los puestos a los que el gobierno Imperialista del Meiji intentó ampliar su área de influencia y explotar con políticas especulativas las riquezas de los territorios invadidos. Otra variable fue el trato que dichas poblaciones recibieron por parte del ejército invasor, en gran parte por cierto ideal del Japón de aquel momento de superioridad racial con respecto a sus vecinos.
La masacre de Nankín (diciembre 1937 – febrero 1938) es uno de los hechos más conflictivos en la relación entre ambos países, por el número de víctimas no civiles atribuidas a dicha invasión. La clave de la batalla de Nankín fue que los altos mandos chinos huyeron dejando a las tropas y a los civiles dentro de la ciudad amurallada sin la menor protección. Los soldados rasos y mandos de tropa que se quedaron atrapados intentaron camuflarse entre los civiles en la zona segura de la ciudad, controlada por los japoneses. Los civiles estuvieron a merced de ambos ejércitos siendo las principales víctimas.
Ethan Young plantea en Nankín: La ciudad en llamas un gran dilema sobre la representación de unos hechos históricos; mostrarlos como escenario con un trasfondo real o como un medio para narrar una historia. La primera de las opciones provoca una serie de problemas: uno, la historia es el referente real a través del cual se van a mover los personajes que, dos, da lugar a un tipo de lectura valorativa sobre dicho hecho, esto es, tomar parte en y dar opinión sobre el hecho histórico en cuestión. Lo cual dependiendo del matiz aplicado podríamos estar hablando de denuncia o puesta en conocimiento del público o, en casos más peligrosos un texto de carácter revisionista. El convertir el hecho histórico como un medio para narrar la historia es algo de carácter vehicular consiste en insertar unos personajes en un contexto para explicar un relato de un género determinado y valores relacionados con ese momento histórico.
Young conjuga el dar a conocer la masacre de Nankín junto con cierto elemento vehicular de la historia. El soldado Lu y su capitán, tras abandonar a un compañero muerto, emprenden una travesía por una ciudad destruida por el ejército japonés hacia la zona segura. Por el camino no les queda más remedio que presenciar las crueldades acometidas por los nipones y también encontrarse a estos mismos, que no solo matan a soldados sino que violan y torturan hasta la muerte a mujeres. Durante el recorrido esta pareja se encontrará ante diferentes vicisitudes entre las que se encuentran atacar a un pelotón entre los que se encuentra un soldado que no comparte las costumbres salvajes de sus compañeros, abandonar a un hombre de la tercera edad a su suerte o servirse de una mujer y su hijo para hacer pasar a Lu a la zona segura. El otro bando, el responsable de ese escenario desolado, es mostrado de manera homogénea a excepción del soldado mencionado y el Coronel del regimiento japonés un hombre ¿justo?, aunque quizás sea mejor definirlo como marcial, que trata de cumplir la misión que se le ha otorgado para el ejército japonés.
Nankín: La ciudad en llamas es un relato narrado con habilidad que busca por encima de todo hablar de la condición humana, desde las virtudes hasta los aspectos más míseros que nos constituyen como humanos, la muerte como forma de vida y la cosificación de la raza como elemento discriminador. Bien construido en el aspecto visual dejando que las cosas sucedan ante los ojos del lector y cuando le conviene marcar un ritmo de lectura muy concreto. En la articulación histórica sin resultar excesivamente maniqueo opta por el camino de en medio dejando al lector juzgar la situación. Young consigue un relato equilibrado sobre el valor de la historia y la representación de la misma.