El broche de oro a la décima edición de Viñetas Desde O Atlántico lo puso la charla del japonés Yoshihiro Tatsumi, discípulo en cierto modo de Osamu Tezuka y creador junto a otros compañeros de profesión hacia mediados de los años ’50 de una nueva forma de manga para la que hubo que acuñar el término gekiga («imagen dramática»), que a partir de entonces sirvió para designar historietas con una temática adulta. No nos extenderemos porque en el blog del Salón ya se publicó una completa reseña biográfica, pero nos gustaría dejar constancia de lo que dio de sí la charla con el autor.
Miguelanxo Prado, Carlos Portela y Yoshihiro Tatsumi
Antes de comenzar el coloquio, conducido por Carlos Portela, fan confeso del autor japonés, Miguelanxo Prado se disculpó en cierta forma por la falta de invitados japoneses en las anteriores ediciones del evento, si bien aclaró que estas invitaciones suponen una serie de dificultades mucho mayores que las que se presentan en el caso de autores europeos y americanos. Además, como confesó Prado, la intención de los organizadores (él mismo y Portela) era en todo caso conseguir la presencia de un autor realmente representativo y de prestigio, algo que sin duda lograron con la inclusión de Tatsumi en el cartel.
Yoshihiro Tatsumi comenzó su intervención con unas palabras en español: «Hola, buenas tardes. ¿Cómo están? Soy Tatsumi», tras las que una traductura con más voluntad que conocimientos de español tradujo a duras el resto de la charla. Las primeras preguntas formuladas giraron en torno a Osamu Tezuka, de quien Tatsumi afirmó que todos los mangakas tienen alguna influencia. De hecho, el descubrimiento de los mangas de Tezuka a los 12 años fue lo que impulsó a Tatsumi en convertirse en artista de cómic. A los 15 años ganó su primer concurso y le presentaron a Tezuka, lo que causó una gran emoción al autor, aunque relató que la emoción fue aun mayor cuando vio una foto en la que aparecían juntos en el periódico al día siguiente. En tono jocoso añadió que recordaba todos esos detalles, pero no recordaba ni una palabra de lo que habló con Tezuka. A continuación se repasó su relación con «El Dios del Manga», que casualmente vivía a muy corta distancia de su casa, los consejos que este le dio y el cese de relación cuando Tezuka se mudó de Osaka a Tokio. Todos estos detalles, así como la descripción del mercado editorial del momento, con los mangas de alquiler, y la creación junto a grupo de dibujantes amigos de lo que más tarde se conocería como gekiga, se explica en más detalle en estas entrevistas que tradujimos hace algún tiempo, así que a ellas os remitimos, pero un detalle que no se menciona en las entrevistas y que relató Tatsumi es el hecho de que, debido a que la mayoría de los mangas del momento eran infantiles, muchas veces sus cómics y los de sus amigos, con temáticas más adultas, llegaban a las manos equivocadas, provocando que en alguna ocasión la policía quemase sus cómics delante de sus propios ojos. Hechos como este fueron los que impulsaron a esta nueva hornada de autores japoneses a crear un término que diferenciase el manga que ellos pretendían hacer del resto de mangas del mercado. Mientras Tatsumi desgranaba todas estas historias, Prado dibujaba al autor japonés en la esquina de un folio.
Tatsumi comentó que en la época en que él y sus compañeros comenzaron a tratar temáticas adultas en los cómics, en Japón tenían mucho éxito las películas americanas de final feliz, pero que también era posible en ocasiones ver películas francesas o italianas con finales menos dulces y con otras inquietudes que sirvieron de revulsivo a estos autores para sus cómics basados en las emociones humanas y los sinsentidos de la vida. Para trasladar al cómic estas sensaciones, había que romper con el estilo predominante en los cómics, donde predominaba la acción repleta de textos redundantes y una especie de «código moral» que daba lugar a paradojas como que un personaje que acababa de cortar la cabeza a otro pronunciase la frase: «Espero que todavía esté vivo». Para ello, Tatsumi decidió eliminar los textos en las escenas de acción y en cualquier lugar que no fuese estrictamente necesario, tratando de expresar todo lo posible con la imagen y dando importancia a los silencios y las expresiones de los personajes, e incluso incluir en ocasiones bocadillos en blanco para que los rellenase la mente del lector.
Se preguntó al autor cómo llegaron las páginas de su historieta Goodbye en 1980 a las páginas del número 5 de la revista El Vívora (que sería el primer manga editado en nuestro país), y Tatsumi relató la historia de un japonés afincado en Suiza que quería difundir la cultura de su país en Europa y encontró en el manga el medio perfecto para hacerlo. Contactó con Tatsumi y llegaron a un acuerdo para publicar sus historietas en la revista Le Cri Qui Tue [primera revista de manga aparecida en Francia, en 1978. El primer número incluía la historia Goodbye de Tatsumi, que publicó sus historias en los cinco primeros números. La revista cerró en su número 6, en 1981]. Josep Berenguer contactó con Tatsumi a raiz de la publición francesa para tratar de editar su obra en El Vívora, pero a este no le convenció la línea editorial de la revista y en principio se negó, aunque finalmente y bastante tiempo después, ante la insistencia de Berenguer, acabó aceptando. A partir de entonces la relación de Tatsumi con la editorial española sería mucho mejor, y en 1984 apareció en España, editado por La Cúpula, el álbum Qué triste es la vida, a la vez que en Francia, de la mano de Artifact, aparecía un álbum homólogo de forma totalmente pirata, ya que jamás pagaron a Tatsumi un yen por su edición. Tatsumi comentó que hay una costumbre japonesa por la que, cuando se siente mucho agradecimiento y respeto por alguien, jamás se duerme con los pies orientados hacia esa persona, sino que se orienta la cabeza, y que estando como estaba muy agradecido a España por la edición de ese álbum, él debería dormir con la cabeza orientada hacia España, pero por desgracia no conocía la orientación de su cama.
También se inquirió a Tatsumi sobre los derechos de autor en Japón en su juventud, a lo que replicó que en la mayoría de las ocasiones las editoriales se quedaban con los originales o le pagaban por ellos con tres mangas, y muy a menudo tampoco recibía ningún pago por las reimpresiones. De hecho, según comentó, la mayoría de las reediciones y ediciones extrajeras de su material antiguo estan realizadas a partir de escaneados de revistas. Añadió que en Japón su obra vende muy pocos ejemplares y que es un autor pobre (provocando risas entre el público, entre ellas las de su mujer, en primera fila), y que no sabía cómo había comenzado la «moda de Tatsumi», aunque probablemente Internet tendría mucho que ver. Cuando le preguntaron por la diferencia en el sentido de lectura de los álbumes editados en España por La Cúpula (Qué triste es la vida y otras historias, 1984; Infierno, 2004; Goodbye, 2004; Mujeres, 2006) y Ponent Mon (La Gran Revelación, 2004; Venga, saca las joyas, 2004), el autor declaró que prefiere que en Europa y Estados Unidos su obra se edite en el sentido occidental de lectura, porque es mucho más natural para el lector, y que para ello acostumbra a fotocopiar, recortar e invertir las figuras humanas o bien fotocopiar el reverso de las páginas para que en las ediciones occidentales no sean imagenes especulares del original. Tatsumi también afirmó, en este momento de su vida, estar más interesado en la difusión de su obra que en el beneficio económico.
Por último se preguntó al autor por su relación con Adrian Tomine, que descubrió a Tatsumi en Good-Bye and other stories, el álbum editado en Estados Unidos en 1998 por Catalan Communications (filial americana de Toutain), y que actualmente está realizando para Drawn & Quarterly la edición cronológica de sus obras (The pushman & other stories (1969), 2005; Abandon the old in Tokio (1970), 2006), pero por desgracia tuvimos que abandonar la sala antes de escuchar la respuesta de Tatsumi…