El martín pescador (Luis Durán)

Portada
El Martín Pescador (Luis Durán) Dolmen Ediorial, 2007. Cartoné. 204 págs. B/N. 24 €


Hace poco, hablábamos de otra obra de Luis Durán y del buen sabor de boca que nos había dejado. Desde entonces, ha caído alguna más, y hoy nos ocupa su último trabajo publicado por Dolmen Editorial, dentro de su Colección Siurell, en cartoné y con buena calidad, como esta obra El martín pescador se merece, sin duda.

Nos propone Luis Durán en su El martín pescador un juego entre realidad y fantasía, entre espejos y sus reflejos, sin saber cuál es cuál a ciencia cierta. Martín es el protagonista de esta historia, alrededor de quien todo gira y que participa del título -como todo en esta obra- con un juego de palabras entre su nombre y el oficio con el que convivió de pequeño: al morir su madre, Martín se traslada con su abuelo, pescador de oficio, al pie de un pantano que cubrió con sus aguas al pueblo original: he aquí el primer juego de espejos. Ahora, como adulto, trabaja como profesor y escritor sin demasiado éxito y en su entorno comienzan a pulular una serie de personajes, posiblemente tan reales como imaginarios, y apenas si importa, pues lo que tiene transcendencia es ver cómo afectan a su existencia, que se presume bastante anodina hasta ese momento. Así, hay un vecino que anota todos los hechos que le parecen relevantes, intentando dar sentido y completar una enciclopedia a base de registrar los sucesos cotidianos, reflejo de los hábitos de sus dueños; otro vecino africano, del que descubrimos que se introduce en los sueños para interpretarlos, para saber cuál es la realidad de los deseos que se reflejan en ellos; un político en campaña que desea que le escriba una biografía creíble, reflejo de una que no es tal; una niña real e imaginativa, que lleva a Martín a enfrentarse con su imagen, creada por sí mismo como salvaguarda de una identidad que le ayuda a afrontarla realidad cotidiana; un científico que se empeña en ver el mundo y sus objetos de manera invertida, usando unas gafas especiales, que le hacen ver la realidad reflejada. Como artista invitado aparece La Mosca Humana, un acróbata de paso, reflejo de lo que fue y ya no es, pero que se resiste a dejar de ver su reflejo.

Interior
Martín haciendo referencia a Platón: ¿son los hombres un reflejo?


Aparte de estos reflejos, nos encontramos con guiños a otros reflejos: la televisión como creador de imágenes, supuesto reflejo de realidades, ciertas o no, pero que son creídas tan sólo por ser vistas; espejos que aparecen de forma constante a lo largo del relato y que traen a otros personajes asociados, inevitablemente, a ellos, como la bella madrastra de Blancanieves o Alicia, que ayudan a Martín atravesando el reflejo; los caleidoscopios como forma de ver cómo se unen y entremezclan las realidades de los personajes; y el pantano, como fondo y forma de las ensoñaciones de martín, base que fundamenta su realidad actual, basada en los recuerdos, que no son otra cosa que el reflejo de las historias narradas por su abuelo pescador.

En la parte gráfica, nos reencontramos con el trazo conocido del autor y su blanco/negro sin concesiones, aunque tal vez, algo más suelto que en otras ocasiones, flotando, que nos lleva y nos trae entre la realidad y la fantasía, algoq ue se le da de mil maravillas y que domina sin temblor, de modo tan sencillo y tan estudiado que se nos antoja como un paseo, como otra ensoñación más de las muchas que se asoman por esta historia, de un lado al otro del espejo, a través de personajes definidos y bien formados, de expresiones más dispuestas a la media sonrisa o incluso a llenar la cara de posible felicidad momentánea, ya que están aquí y allá al mismo tiempo, plagando el dibujo de pequeños detalles, como pistas, rastros para que podamos seguir las miguitas del qué es qué y cuándo: reflejo y percepción, como el gato que se deja entrever entre ambos mundos o las maquetas de los aviones que nos transportan de ida y vuelta, llegando a pensar que , en realidad, podríamos volar… en sueños.

Nos encontramos así ante otra obra de Luis Durán fascinante y fascinadora, de lectura muy grata y con buen fondo, lleno de reflejos que nos proporcionarán diferentes niveles de lectura en cada ocasión, pero siempre disfrutando, que se volverán a gozar y redescubrir en cada ocasión.


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Bueno, este es el nivel medio que habría que pedir a cualquier tebeo


Mar