La Venus del cenagal



El imponente Robert Crumb, mirando sus increíblemente prolíficos días en Weirdo, representó al creador de la primera Venus de Willendorf como “Caveman Bob”, un paria neurasténico de gran parecido con el propio Crumb, perpetuamente cachondo, agazapado en su cueva y masturbándose con la mujer-fetiche de gran culo que acaba de confeccionar: Homo Erectus.

Lo que indicaba Crumb, con toda probabilidad, es que mientras que ella bien podría haber funcionado como un icono de la magia para inducir la fertilidad, y aunque a los ojos modernos se erija como un ejemplo de la génesis prehistórica del arte, la Venus de Willendorf era un objeto de excitación a los ojos de su creador, era algo con lo que masturbarse en los tiempos de la edad de piedra, pornografía primordial. También podría estar diciendo que si rastreseamos la cultura hasta sus orígenes, nos encontraríamos con que su promotor fue un obsesivo acosador obsceno y un masturbador compulsivo al igual que el propio Crumb, o que yo mismo, o que tú, o que cualquiera de nosotros si somos absolutamente honestos.

El ensayo de Alan Moore sobre la pornografía publicado originalmente en Arthur Magazine, ahora traducido al castellano en Frog 2000 (al menos, la primera parte, pronto el resto).