El nacimiento de EL VÍBORA

Relatado por su editor, Josep María Berenguer, durante el pasado Salón del Cómic de Getxo.

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Yo empecé por casualidad. Porque estaba en el paro en ese momento, en el 79. Os voy a contar mi caso… Yo vivo fuera de Barcelona, no es ni siquiera un pueblecito, es como una urbanización cerca de San Cugat del Vallès, en las montañas que hay detrás de Barcelona, entre bosques de pinos y encinas y tal. Un sitio muy agradable. Yo vivía allí. Había pintado toda mi vida, pero en aquel momento estaba como en crisis. Al mismo tiempo hacía, junto con unos vecinos, una revistilla reivindicativa del barrio –el barrio es La Floresta– y que se llamaba El Enterao. Tipo fanzine, pero era reivindicativa, era una cosa de la asociación de vecinos, con un aire político izquierdoso. Colaborábamos varias personas, varios amigos del barrio, y uno de ellos era Josep Toutain, que era editor de cómics. Yo siempre me había dedicado a la ilustración y a la pintura y a la fotografía. Para ganarme la vida había hecho fotos de escuela, de esas de todos los niños de la clase, y después le vendía una copia a cada familia… este tipo de cosas. Y entonces le conté a Toutain, con el que hacíamos El Enterao, que me gustaría hacer una revista, básicamente, de artes visuales. De las cosas que me interesaban, de pintura, ilustración, fotografía… Toutain era editor de cómics, hacía una revista que se llamaba 1984, otra que se llamaba Creepy… llegó a hacer cuatro o cinco revistas en los años 70. Entonces me dijo, “mira, es un buen momento, parece que el mercado está abierto a este tipo de cosas, si te buscas a los autores puedes abrir una revista de cómics”. Y como yo había viajado a Estados Unidos, me había movido, había vivido en París y tenía un cierto gusto por los cómics, empecé a reunir material de gente. En Barcelona conocí a Nazario, a [Miguel] Gallardo y [Juanito] Mediavilla, a Max… y conocí a gente de El Rrollo. Y empezamos a tener reuniones en La Floresta, en un chiringuito que se llamaba La Casa Blava, que ya no existe, donde hacían unas paellas buenísimas. Y nos pasábamos días allí comiendo paella y discutiendo, hablando de quién haría un personaje, quién haría política, quién haría… no sé, Nazario con los travestis de las Ramblas, Gallardo y Mediavilla con los delincuentes de los barrios periféricos, Max con su lucha contra las multinacionales, [Alfredo] Pons hablando de la juventud descarriada y de las putas… En fin, que intentamos hacer como un muestreo de lo que pasaba en la sociedad de nuestro momento. Y ahí es donde empecé con El Víbora, gracias a Toutain, que me pasó por un lado la pasta, para hacer el primer número, que costaba 800.000 pesetas, y por otro lado el know how, el saber cómo. O sea, dónde comprar el papel, la imprenta, el encuadernador, el distribuidor de kioscos, etcétera. O sea, que fue por casualidad, porque estaba en el paro.