Los sketchbooks de Crumb

En número de verano de este año de la revista promocional de Taschen se anuncia la edición de una caja recopilatoria de sketchbooks de Robert Crumb. La caja agrupa los sketchbooks 7 a 12, recopilando el trabajo realizado (y seleccionado) por el dibujante en cuadernos desde 1982 hasta 2011, y en un futuro aparecerá la caja recopilando los 6 primeros sketchbooks. Este artefacto, de gran tamaño y volumen, con un total de 1.244 páginas, incluye una lámina firmada por Crumb y es una edición limitada de 1.000 ejemplares que puede adquirirse por el módico precio de 750 euros. En la revista, el anuncio de esta edición viene acompañado de un texto escrito por el propio Crumb, que traducimos a continuación.

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La colección de sketchbooks comienza con los primeros dibujos hechos con rotuladores radiograph en 1964. Yo trabajaba en la empresa de tarjetas de felicitación y conocí a una joven artista, Liz Johnston, que me dijo que empezase a trabajar con rotuladores y me olvidase del pincel. Me enseño a ir por ahí con mi sketchbook y dibujar del natural. Ella no me atraía, y eso es parte del motivo por el que nos llevábamos tan bien. Íbamos por ahí a dibujar juntos mientras me hablaba de Buzzy Linhart. Estaba liada con ese músico de fold, todo un héroe en Cleveland, y ella siempre tenía el corazón roto porque él se iba por ahí con otras chicas. Dibujábamos y ella hablaba de Buzzy. Yo llevaba el sketchbook a todas partes. Creo que desde los 18 años. Yo también escribía -llevaba un diario intermitentemente durante aquella época- de manera que vivía en el papel. Vivía a través de los libros, y detrás de ellos. No sabía hablar, solo dibujaba. No tenía nada que ver con atraer a la gente. Se trataba más bien de esconderse detrás. Antes de ser conocido, yo era un marciano, un bobo cuyas cosas no interesaban a nadie. De vez en cuando la gente decía, “Oh, a ver qué estás dibujando. Oh, es bueno. Hey, esos dibujos tienen buena pinta”. Pero a mí me daba vergüenza que la gente se diera cuenta de que estaba dibujando. Ahora ya no puedo hacerlo porque soy demasiado famoso. La gente dice, “Oh, mira, el gran R .Crumb está dibujando”. Siempre quieren ver lo que estoy dibujando. Me piden los dibujos y después siempre empiezan grandes discusiones sobre cuánto valen mis dibujos. Me dan ganas de romperlos en pedazos.



ESTABA CHALADO

Por supuesto, yo tenía la esperanza de que el dibujo me sirviera para atraer la atención de las mujeres, pero no funcionaba en ese sentido. Las mujeres no se sentían atraídas por los tipos que dibujaban cómics. Básicamente, era la última cosa del mundo con glamour. ¿Y revelar al mundo tus fantasías sexuales? La mujeres inmediatamente tenían una reacción negativa al respecto. Me sorprendía lo negativas que eran las reacciones de las chavalas hippies. Cuando dibujé por primera vez aquellas fantasías sexuales, no se las enseñé a nadie. Las rompí y las tiré al váter. Y después, tras empezar a dibujar ZAP y empezar a ser reconocido entre los hippies, vi que el trabajo de S Clay Wilson era totalmente escandaloso. No se guardaba nada, y pensé para mis adentros, bueno, ¿por qué contenerse? Ni siquiera pensé en cuál sería la reacción de los lectores. Simplemente pensé que estaba un poco loco, estaba chalado. Tal vez era un poco exhibicionista. Como el típico tío que se exhibe abriendo su abrigo. Le enseñé a una joven chica hippie Snatch Comics cuando se publicó, allá por 1969. Sin decir una palabra, me lo devolvió con mucho cuidado, como si fuera un zurullo o algo así. Después me hice famoso. Recuerdo a Art Spiegelman presentándome a una chica guapísima de 17 años. Ella no conocía para nada mi trabajo, pero Spiegelman le dijo, “Oh, sí, Crumbie es un artista hippie muy famoso”. Eso fue todo lo que hizo falta. Todos mis personajes nacieron y se desarrollaron en los sketchbooks. Mr. Natural aparece por vez primera en un sketchbook de los años 60, así que estará en el próximo set con los volúmenes 1 a 6. En 1966 yo estaba en casa de mi amigo Marty Paul en Chicago, que tenía un aparato negro de radio. Suena un tema instrumental y el presentador dice, “Ese era Mr. Natural”. Refiriéndose al peinado natural, el africano natural. Yo escribí “Mr. Natural” en mi sketchbook y empecé a dibujarespontáneamente una diminuta historia sobre el sabio barbudo. Hay un hombre santo en estos volúmenes que nunca he llegado a dibujar en un cómic. Solo aparece en los sketchbooks (en el volumen 9). Por aquel entonces Sophie era una niña pequeña, y lo llamaba Roamin’ Dodo. Yo tenía un dibujo de él sosteniendo un gatito y Sophie dijo, “¿Es que no le gusta el gatito?” Y eso es lo que escribí en el sketchbook. Sophie fue una gran influencia en mis sketchbooks cuando era una niña pequeña, ya os daréis cuenta.



EL FRENESÍ DE LA CRUMBSPLOTACIÓN

Cuando ahora miro y leo los sketchbooks, me siento bastante satisfecho de su riqueza. Es como si los hubiera hecho otro. Apenas soy capaz de relacionarme, tal y como me conozco hoy en día, con el panorama que muestran esos sketchbooks. Cuando repasas cientos de páginas, sí, al final llegas a ver todos los recovecos de lo que soy, para bien o para mal. Nos mudamos a Francia antes de que se estrenara la película Crumb. No teníamos ni idea del gran impacto que supondría para mí, cuánta atención atraería. En resumen, supuso mucha más pestilencia en los medios y más crumbsplotación. Todo el mundo quería sacar un libro de mi trabajo. Había un frenesí por la crumbsplotación. Creo que hizo que mi nombre se convirtiera en algo familiar sin que la gente viera mi trabajo o conociera cuál es mi auténtico trabajo. No hizo que viniesen a mí más mujeres ni nada de eso. Creo que las mujeres me encontraron repelente en esa película. Recuerdo que una vez la vi entre la audiencia en una universidad. Fue una experiencia atroz. Hay una parte en la que Kathy Goodell me da una patada en la espinilla. Hubo una gran celebración entre los miembros femeninos de la audiencia. La película no se hizo para atraer mujeres hacia mí. El efecto más sorprendente e irónico de esa película es que me reportó mucha más estima y reconocimiento en el mundo de las bellas artes, lo suficiente como para adoptarme en sus museos y galerías y tal.



LA PERVERSIÓN SEXUAL

Hay algo perverso, triste, en el hecho de que parte de mi fama se debe a una atracción mórbida por los elementos de mi trabajo que son malos y prohibidos. Algunos galeristas, como Paul Morris, y todos los tíos de bellas artes, llamas a esos dibujos “fuertes”. La gente hace cola para verlos. Hay algo que los excita en esos dibujos. Y eso es lo que más vende: los dibujos que muestran la perversión, la perversión sexual. Hicimos un libro llamado La cara más dulce de Robert Crumb. Aline tuvo la idea de hacer ese libro, sin dibujos amenazantes. ¿Y sabes qué? Fue un auténtico fracaso. Un fiasco. Es posible que esos dibujos fuertes representen una parte universal del id o algo que el superego siempre está reprimiendo, algo de lo que la gente se avergüenza. Y yo lo saco en mi trabajo para que ellos lo disfruten indirectamente. Por otro lado, a las mujeres les horroriza. Ahí está la reacción de Trina Robbins, “Es horrible”. Trina me acusó de envenenar a todos los dibujantes jóvenes que piensan que pueden dibujar una violencia terrible contra las mujeres. Aparte de un puñado de imitadores descarados que salieron en los 70, nunca he visto ninguna evidencia al respecto. Creo que muy pocos hombres dibujantes de los que he visto han llegado a un nivel tan personal en el tema de sus fantasías sexuales en su trabajo. Yo casi he dejado de dibujar en sketchbooks por completo. Creo que debería hacerlo, es muy útil para mantenerse en forma y para dibujar espontáneamente, y así surgen un montón de ideas. Pero el tema de la fama lo ha matado para mí. Me he vuelto demasiado autoconsciente y el aspecto industrial de ser un artista ha matado mi lado creativo y juguetón. A medida que mi fama crece y me convierto en una especie de puto patriarca de la narrativa gráfica o lo que sea, cada vez es peor. Ya no hay espacio para el esparcimiento. El dibujo venía de una parte de la mente espontánea, experimental, soñadora. Ya no queda nada de eso.

En realidad, ese decaimiento de la compulsión por el dibujo ha sido un proceso gradual a lo largo de las décadas. La cumbre tuvo lugar en mi adolescencia, a los veintipocos. Dibujaba a todas horas. Como una sublimación de la energía sexual o algo, intentando probarte a ti mismo e intentando ser querido, desesperado por ser querido. Luego empezó la fama: vale, ahora me quieren. Ahora me aman a muerte. Me están matando.



EL DOBLE DE VALOR

Cada dibujo que hago ahora tiene una consecuencia grave. A medida que se redujo el tema de los sketchbooks y a todas horas tenía que salir a cenar con gente en restaurantes, empecé a dibujar en los manteles. En Francia hay un montón de manteles de papel. Era una manera de dibujar espontáneamente, sentado en los restaurante esperando la comida.

Después los dueños de los restaurantes empezaron a coger los dibujos, y enseguida la gente empezó a pelearse por esos dibujos: “Oh, pensaba que podía…”. “¡No, este es mío!”. Y la gente estaba ahí sentada, haciendo bromas sobre cuál sería el valor de los dibujos, por cuánto se podrían vender y tal. Y luego empezaron a publicar esos dibujos. Así que ahora tampoco puedo dibujar en manteles. Lo mataron. Me chupan la sangre.



Los buitres llevan volando en círculos mucho tiempo. En cuanto muera, todos y cada uno de los dibujos que hecho en mi vida tendrán el doble de valor, al menos. Recuerdo que una vez llamé a Federal Express y les dije que quería enviar algo a América y que eran dibujos. Y ellos dijeron, “¿Son dibujos originales?”. Yo dije, “Sí”. Y dijeron, “¿El artista está vivo o muerto?”. Yo dije, “Está vivo”. Y dijeron, “Oh, entonces vale, será mucho más barato”.

Cuando estaba trabajando en Génesis, Aline encontró un sitio apartado y escondido en la montaña para que yo trabajase. No puedes imaginar cuánto lo disfruté, yo solo, durante una semana cada vez, sin que nadie supiera dónde estaba. Aline era la única persona que sabía dónde estaba y la única que me llamaba. Me encantaba. Y, entonces, empecé a dibujar de nuevo. Volví a encontrarme con el dibujo.

Cuando era joven era un observador de la vida, como una figura invisible, espectral. Observaba el mundo como si yo no formara parte de él. Y después, me convertí en el observado. Me pone de los nervios ser observado. Me gusta ser invisible. Al principio era doloroso ser invisible, que nadie te quisiera y todo eso, pero ahora me doy cuenta de que era un regalo y que nunca lo recuperaré.

Pero Aline dice que quejarse, lloriquear por esas cosas, es muy poco atractivo. Ya sabes, todo el mundo tiene sus problemas. En realidad no puedo quejarme. Me ha salido bastante bien.