Dictadores: Francisco y Leopoldo (Sergi Puyol e Irkus M. Zeberio)

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Dictadores: Francisco y Leopoldo (Sergi Puyol e Irkus M. Zeberio). Apa Apa (2013). Cuaderno grapado. 16 x 22 cm. 36 págs. Color. 9 €

Siguiendo el modelo de Escondite/La isla del diablo de Alexis Nolla, Apa Apa acaba de publicar un nuevo cómic doble, pero esta vez son dos los autores implicados: Sergi Puyol e Irkus M. Zeberio.

Ambos comparten generación y rasgos de estilo: son dibujantes que rompen con los cánones naturalistas y se introducen en la vanguardia más radical, en la línea de muchos de los autores que publica la editorial Nobrow —de hecho Zeberio ha publicado con ella—, o de Olivier Schrauwen, por ejemplo. Ambos ponen un cuidado especial en las tipografías manuales, y el uso del color también es muy audaz, limitando las paletas de colores a tres o cuatro tonos cada uno. Por eso, y también por la cuidada edición de Apa Apa, Dictadores es un cómic que, como objeto, es tremendamente atractivo; es, como los Jaimitos de ¡Caramba!, una forma de reivindicar el formato de cuaderno grapado en otro contexto, libre de nostalgia y completamente actual.

Sergi Puyol dibuja Francisco, una historia en la que desubica a Francisco Franco y lo sitúa en un ambiente indefinido, de ciencia ficción, en el que debe hacer frente a una invasión alienígena con tan solo un proyector holográfico, un fusil viejo y doce soldados como ayuda. Por supuesto, la historia no tiene ni pies ni cabeza ni lo pretende, aunque puede seguirse sin dificultad. El dibujo de Puyol, lleno de líneas rectas y espacios geométricos, recrea un mundo frío e indefinido en el que Franco está tan perdido como cabría suponer.

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Por su parte, Irkus M. Zeberio manda a Leopoldo II, rey de los belgas, a una imposible misión al corazón de África. Aunque el rey sí está en su época, al contrario que Francisco, la sensación de extrañamiento es muy similar a la que hay en la historia de Puyol. La jungla de Zeberio es un lugar alucinado pintado de rojo y amarillo y poblado de figuras que son masas de color sin líneas que las delimite. Se nota que en cada página ha querido hacer algo diferente, exprimiendo al límite el espacio con el que cuenta. La trama es más críptica que la de Francisco, y, aunque hay una historia, es un cómic sensorial antes que narrativo, o así lo he interpretado yo.

Como en el tebeo de Nolla, éste debe girarse para leer las dos historias, que se fusionan en el centro del cuadernillo de un modo original y brillante. Es una muestra perfecta, en definitiva, de lo que se está cociendo ahora mismo en el cómic español, en la penúltima generación de autores, para los que la libertad creativa no es una conquista, sino una condición de partida irrenunciable.